El rubro de la construcción siempre fue uno de los motores económicos de este país. Actualmente se encuentra en un momento crítico, de incertidumbre. Esta circunstancia se debe a que la obra pública se encuentra frenada, y esto trae consecuencias cruciales. La falta de proyectos públicos afecta de forma explícita a los proveedores de materiales, que al ver reducidas sus ventas, debido a que hay menor actividad en el rubro, se ven forzados a subir los precios para cubrir sus propios costos. Al generarse dicho aumento, se elevan los gastos de las constructoras, y esto impacta generando una cadena desde el proveedor hasta la obra terminada.
En consecuencia, la falta de obra pública, genera un impacto negativo en muchas empresas constructoras, sobre todo en las pymes que forman la columna vertebral de la industria. Está situación perjudica de forma directa la sostenibilidad de las empresas menores. Al detenerse las construcciones financiadas por el estado, las grandes empresas volcaron sus recursos al sector privado, generando de esta manera, una competencia desigual e injusta para las pequeñas y medianas empresas que se mantienen de pie, esquivando los constantes y bruscos cambios de la economía nacional.
Contexto de alta competencia
El rubro enfrenta una situación donde, al haber menor demanda, se genera una sobreoferta de servicios, es decir, que las empresas más grandes y las más chicas se encuentran obligadas a competir por una “torta” más chica, generando un contexto de alta rivalidad en un mercado donde el trabajo es cada vez más escaso.
Siendo alguien que trabaja en el sector de compras de una constructora pyme, considero que el impacto de esta competencia desigual se siente de forma profunda en sectores como los de compras, logística y depósito. Estos sectores, que son fundamentales para que la máquina funcione, hoy se encuentran completamente presionados.
En este contexto, compras se convierte en el primer albañil de cualquier proyecto, el encargado de colocar el ladrillo inicial que define si la obra será viable o no a la hora de licitar, es decir, ese primer ladrillo que define si la obra se levanta o se derrumba. El sector de compras en las pymes queda en desventaja ante un mercado más reducido.
Desigualdades que se profundizan
Las grandes constructoras tienen la posibilidad de negociar precios de materiales y herramientas con sus proveedores, gracias a los altos volúmenes que manejan, y a las largas relaciones comerciales que logran establecer. En cambio, las pymes, al comprar en menor cantidad, a precios más altos, están imposibilitadas de negociar descuentos significativos o condiciones de pago favorables. Esto termina generando un espiral negativo donde cada aumento de precios afecta directamente la rentabilidad de la obra.
Esto no sólo las obliga a trabajar con márgenes más ajustados, sino que también limita su capacidad para competir en licitaciones donde cada centavo puede marcar la diferencia entre ganar o perder. El éxito de una obra empieza por el primer ladrillo, y ese ladrillo lo consigue el sector de Compras.
Además, el mercado de materiales se ha vuelto más impredecible que nunca. La inflación y las fluctuaciones constantes en los costos de insumos esenciales influyen grotescamente al sector de Compras, que debe sortear un escenario de precios en alza y tiempos de entrega inciertos. Es una carrera contra el tiempo y las circunstancias, donde cada decisión mal calculada puede desbalancear un proyecto completo.
Incluso, las grandes empresas cuentan con un inmenso caudal de herramientas y máquinas que están contempladas en las licitaciones presentadas. Mientras que las pymes deben cotizar alquileres de alto valor que se agregan a los costos de cada una de las licitaciones.
El factor logístico
Sumado a esto, el sector logístico, enfrenta también desafíos complejos ante esta misma situación. Mientras que las grandes empresas cuentan con numerosas flotas propias y superior cantidad de personal para movilizar materiales y maquinarias, las pymes suelen depender de servicios tercerizados, incrementando así los costos y, a la vez, reduciendo la flexibilidad.
Cada transporte que se retrasa y cada cambio en la planificación de obra influye de forma directa en la capacidad de cumplir los plazos prometidos, dañando la reputación empresarial, en un mercado donde la confianza es un elemento clave. A esto se le suma el constante aumento en los precios del combustible, que eleva los costos y colapsa aún más los limitados márgenes de las pymes.
El área de depósito también debe lidiar con obstáculos que entorpecen a la finalización de las obras. Sin espacios amplios ni la infraestructura adecuada, las pymes no tienen la oportunidad de acopiar materiales en grandes cantidades. Esto prohíbe aprovechar descuentos por volumen de compra, como se mencionó anteriormente, provocando un “loop” donde se debe comprar lo mínimo para no saturar el poco espacio con el que cuentan, y esa misma limitación los expone a aumentos de precio o a la falta de stock en momentos cruciales, obligándolos a comprar a último momento ciertos materiales que podrían anticiparse.
De esta forma se termina comprando a un precio más alto y en peores condiciones de pago, ya que tampoco se cuenta con los tiempos necesarios para negociar. Sin contar que los problemas de almacenamiento, muchas veces, pueden llevar al deterioro de materiales o a la necesidad de alquilar depósitos externos.
Cada una de estás problemáticas crea un efecto dominó que va aumentando los costos contemplados en las licitaciones, y en el momento en el que cae la última ficha, la cotización presentada por la pyme queda automáticamente fuera de la puja frente a sus competidores.
Un futuro en construcción
En conclusión, la falta de obra pública reduce el flujo de trabajo en el sector de la construcción en general, afectando particularmente a las pymes que al competir de forma desigual, van quedando fuera del mercado.
La competencia con las grandes compañías en un mercado tan gigante como limitado, sumado a las dificultades ya mencionadas en las áreas internas de cada empresa, colocan a las pymes en una posición de riesgo constante. En definitiva, el futuro del rubro está en crisis. Si las pymes siguen quedando al margen de las oportunidades, la industria se verá empobrecida en su totalidad.
Es hora de que el Estado invierta nuevamente en construcciones, asegurando así el crecimiento del sector. De este modo podríamos construir un mejor futuro para la industria. Podríamos construir un mejor futuro para todos. Podríamos construir.