Argentina es uno de los principales exportadores de limón, pero en los últimos años Sudáfrica ha emergido como un competidor fuerte. Su ubicación estratégica y menores costos logísticos le dan una ventaja considerable en Europa y Asia. Desde Tucumán, epicentro de la producción nacional de este fruto, nuestro producto debe recorrer largos tramos terrestres hasta el puerto y, luego, un viaje marítimo a través del Atlántico.
Esto, sumado a los gastos productivos, los de fletes, aranceles, etcétera, encarece el precio final del limón argentino. Por el contrario, Sudáfrica tiene costos de logística más accesibles, lo cual facilita su competitividad en mercados clave. A pesar de esto, mantenemos la esperanza de que en los próximos años la situación mejore y podamos exportar más volumen, recuperando nuestra posición.
La logística es el factor que define nuestro éxito en mercados externos. Desde elegir el mejor proveedor de camiones hasta coordinar con forwarders, cada decisión busca minimizar tiempos y costos.
Actualmente, la salida de nuestros productos depende de la elección de puerto: cuando el destino es Asia o la costa oeste de Estados Unidos, preferimos enviar la carga desde Chile, ya que sus puertos, como Valparaíso y San Antonio, ofrecen un tránsito más rápido y menos complicaciones en comparación con Buenos Aires. La frecuencia de huelgas, la congestión y los desvíos en los puertos argentinos hacen que Chile se haya convertido en una opción más confiable, especialmente en cuanto a precios y tiempos de tránsito.
Cada contenedor de limón representa un desafío logístico. La fruta debe mantenerse en condiciones óptimas durante todo el trayecto, por lo que usamos contenedores refrigerados (reefer) a seis grados Celsius para asegurar su frescura. Con el paso terrestre hacia Chile, también nos enfrentamos a condiciones climáticas extremas, como el cierre de pasos por nevadas, que este año provocaron demoras de hasta tres semanas. Para reducir riesgos, monitoreamos la temperatura en tiempo real mediante termógrafos, garantizando que el producto llegue en perfectas condiciones a su destino.
La logística en esta industria no es solo una cuestión de transporte; es la clave para mantener la competitividad. Mes a mes, revisamos tarifas y opciones de transporte, y realizamos ajustes según las novedades del mercado. Sabemos que la diferencia de días o costos puede ser decisiva para el éxito de la operación, y eso nos exige una vigilancia constante sobre cada aspecto del proceso logístico.
Además de los limones frescos, exportamos productos derivados como jugo, cáscara y aceite, que también presentan desafíos logísticos. Cada uno requiere condiciones de transporte específicas: el jugo concentrado se envía a -18 grados, mientras que el jugo aséptico puede viajar a cinco grados. Este tipo de exportaciones diversificadas nos exige adaptar continuamente nuestras estrategias para satisfacer las especificaciones de cada cliente, así como asegurar la trazabilidad de temperatura y calidad.
Como profesional en comercio exterior, he aprendido que el impacto de la logística se refleja en cada producto que llega a las góndolas. La logística y el comercio exterior en Argentina enfrentan dificultades, pero también abren puertas para quienes, como yo, valoran este rubro. Hoy, invito a quienes sientan curiosidad por esta carrera a que se capaciten. La logística y el comercio exterior no son meros procesos; son el puente que conecta a nuestro país con el mundo y nos da la oportunidad de entender cómo cada país opera y negocia. En última instancia, cada exportación representa no solo un esfuerzo logístico, sino un compromiso con la calidad y el servicio, para que nuestros limones, jugos y otros productos lleguen a manos de clientes satisfechos alrededor del mundo.