Establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) en 1994, cada 17 de junio se conmemora esta fecha con el objetivo de fomentar la conciencia pública sobre la desertificación, la degradación del suelo y los efectos de la sequía, cuyo lema este año es: “Unidos por la tierra: Nuestro legado y nuestro futuro”.
De acuerdo con información reciente publicada por la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), más de 20 de las 102 naciones que informan a la CNULD han declarado una emergencia por sequía en los dos últimos años. En el contexto en que, “cada segundo se degrada el equivalente a cuatro campos de fútbol de tierra sana, lo que suma un total de 100 millones de hectáreas cada año”.
Según declaró Ibrahim Thiaw, Secretario Ejecutivo de la CNULD, “hasta el 40% de la tierra del mundo ya está degradada, lo que afecta a cerca de la mitad de la humanidad. Sin embargo, las soluciones están sobre la mesa. La restauración de la tierra saca a las personas de la pobreza y genera resiliencia al cambio climático”.
Impacto directo en la economía latinoamericana
Un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) sobre el clima en América Latina y el Caribe encontró que en 2023 casi todo México, Chile central, el Altiplano, la Amazonía occidental y oriental, los Andes centrales y meridionales, así como gran parte de Centroamérica, el centro de Venezuela y las Guayanas se vieron afectados por graves sequías. Otros países como Cuba, República Dominicana y Haití sufrieron escasez de agua más moderada, pero, en general, la mayoría de los países se han visto afectados por la sequía.
En Argentina, los principales cultivos sufrieron pérdidas del 50% en 2023, donde la soja, su principal producción, registró la peor campaña desde 1999.
Como consecuencia, las exportaciones argentinas de productos primarios cayeron 35,7% el año pasado y se liquidaron US$ 17 mil millones menos que en 2022, con fuertes caídas en la recaudación por derechos de exportación de, al menos, 44% en términos reales.
Por su parte, en Uruguay, las autoridades están adoptando medidas de contingencia en caso de que se produzca una nueva sequía en septiembre, ya que se pronostica que el fenómeno de La Niña traerá consigo una importante disminución de las precipitaciones este año.
En 2023, debido a las pocas precipitaciones, Uruguay no solo vio afectada su producción agropecuaria, sino que el suministro de agua potable para su población sufrió limitaciones y desafió a la gestión de gobierno con la necesidad de nuevas inversiones en infraestructura.
Hacia el norte, durante el primer trimestre de 2024, la sequía severa que sufre México provocó una disminución del 6,1% en la actividad agrícola, cuyas regiones más afectadas fueron norte y centro con caídas trimestrales de 11,6% y 7,8%, respectivamente.
En Chile, si bien se ha registrado un superávit de precipitaciones en algunas zonas durante los últimos días, estos fenómenos no son suficientes para cerrar la diferencia entre la oferta y la demanda de agua en todos los territorios del país, según expertos.
Visión que coincide con el informe de World Resources Institute, que sitúa a Chile en el puesto 16 de las naciones con mayor estrés hídrico a nivel mundial y el único en esa categoría en América Latina.
Respecto a Panamá, son bien conocidos por los profesionales logísticos los efectos que las escasas precipitaciones han tenido en el abastecimiento de agua que alimenta las exclusas del canal interoceánico, disminuyendo los tráficos de buques en un cruce por el que transita nada menos que el 57.5% del total de la carga que se transporta en buques portacontenedores de Asia a la costa este de los Estados Unidos.
España apuesta por la gestión y la tecnología
En el caso de España, la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (AEOPAS), no solo se dedica a recopilar y analizar datos relevantes sobre la sequía, sino que también formula propuestas y medidas prácticas para ayudar a enfrentar esta problemática.
Con este objetivo, han propuesto implementar un plan nacional urgente para reducir las pérdidas en las redes de abastecimiento. Esto incluye la digitalización y sensorización de las redes de distribución para optimizar el uso del agua y reducir significativamente las pérdidas en el transporte y suministro.
La actual cosecha cerealista en España se situará en una banda entre los 20 y los 21 millones de toneladas, según coinciden organizaciones agrarias, cooperativas, almacenistas y operadores de los mercados.
Estas cifras, muestran una cosecha por debajo de la media, frente a la cifra récord de 2020 con 27 millones de toneladas que, sin embargo, presenta muchos mejores resultados que la campaña anterior, con una producción de poco más de 10 millones de toneladas por los efectos de la sequía que afectó a la región.
Diagnóstico global “reservado”
La Convención para combatir la desertificación, dependiente de la ONU, sitúa la sequía en un punto de “emergencia sin precedentes a escala planetaria”.
En el reciente informe ‘Retrato global de la sequía’ presentado en la pasada COP28, se muestran numerosos datos relacionados con este problema, aunque se señala que “los impactos masivos de las sequías inducidas por el ser humano apenas están empezando a manifestarse”.
El informe presenta gran cantidad de datos sobre la magnitud que están alcanzando las sequías, como que hacía cinco siglos que en Europa no se sufría una tan grave como la de 2022 o que 170 millones de personas sufrirán sequías extremas si la temperatura media mundial aumenta 3 ºC por encima de los niveles preindustriales, 50 millones más de lo previsto si el calentamiento se limita a 1,5 ºC, como impulsan los hoy poco posibles “Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030″.