Desde su aplicación en innumerables aspectos de nuestra vida diaria, hasta su papel como motor de desarrollo económico, Alejandro resalta el rol del acero y aborda los desafíos actuales de la industria acerera latinoaméricana, enfatizando la importancia de las inversiones estratégicas y las políticas adecuadas para aprovechar los vastos recursos naturales de la región.
¿Cómo describirías la relevancia y el rol de la industria del acero?
Es una industria muy relevante y presente por lo que representa en el PBI. Los autos, postes de luz, lo que hay debajo del pavimento, el puente que vas a cruzar, tu propia casa o edificio y cualquier electrodoméstico, todo tiene acero. Efectivamente, es un producto que todos tocamos y usamos en todo momento y, por esa razón, tiene una relevancia enorme para cualquier país.
Tal es así, que muchos países lo han declarado como sector estratégico para el desarrollo porque, además, el empleo directo e indirecto que genera es fenomenal para una economía.
¿Cuál es la actualidad del sector?
Estamos viviendo una situación crítica en Latinoamérica. El número que más se usa en nuestra industria es el “consumo aparente de acero”, que indica lo que consumimos en promedio como habitantes de Argentina o, en este caso, de Latinoamérica.
Ese número, el año pasado cerró en alrededor de 70 millones de toneladas para nuestra región, lo que representa más o menos entre el 3% y 4% de los 2 mil millones de toneladas que se consumen mundialmente. Si un país crece generalmente consume mucho más y ahora, con el cambio climático, que es el tema número uno en nuestra industria, esto se está acelerando. Se va a consumir más acero todavía en el mundo, pero sustentable y de bajas emisiones.
¿Cómo se alinea el acero como producto con las tendencias sustentables?
El acero se puede reciclar 100%. Esta es la gran particularidad que tiene, a diferencia de muchos otros productos, lo que lo convierte en un elemento fundamental para la transición energética. Si queremos bajar las emisiones de CO2, el acero va a ser un transformador de muchas otras industrias. Si, además, sos una región en desarrollo (como es Latinoamérica), necesitás consumir cada vez más acero porque las personas una vez que salen de la pobreza se compran un auto, una casa, etcétera.
Todo desarrollo implica acero. En Latinoamérica, consumimos 100 kilos por habitante anualmente. El mundo está cerca de los 250 kilos por habitante, donde los que consumen más son los países desarrollados: Europa y Estados Unidos están alrededor de 300 kilos y China, 600 kilos.
¿Cuáles son los grandes jugadores del mundo en esta industria?
China es el primero, ya que fabrica más del 50% del acero mundial. En las últimas dos décadas, el gigante asiático pasó de representar el 15% de la producción mundial al 54%. Eso trae consecuencias muy negativas para Latinoamérica.
Luego vienen India, Estados Unidos y Japón, quienes representan el 12%. Dentro de Latinoamérica, el 70% del acero lo producen dos países principalmente: Brasil y México, quienes son los grandes motores de la región.
¿Qué necesidades logísticas particulares presenta el sector?
Uno de los grandes clientes de nuestra industria son las automotrices, así como todo lo que son trenes y tendido de vías. El acero transforma a muchas otras industrias y para eso hay que transportarlo, por lo que estos sectores son, a la vez, clientes y consumidores.
En 2019 realizamos un estudio que comparaba el nivel de industrialización de Latinoamérica en relación con Asia, que era la gran amenaza que identificábamos. Queríamos conocer cómo estábamos en términos competitividad de la industria manufacturera en general, ni siquiera del acero.
Comparamos cuatro países de la región con cuatro de Asia, entre ellos China, teniendo en cuenta cuatro grandes indicadores: recursos humanos, financiamiento, carga impositiva y logística. Este relevamiento, que contó con indicadores del Banco Mundial, CEPAL y diferentes organismos, nos mostró que no solo estábamos por debajo de Asia, sino que venimos registrando 15 años a la baja, con la única excepción de México, lo que representa una alarma muy grande para el sector.
Otro indicador que exploramos fue el nivel de la calidad del empleo en general en la industria manufacturera, la cual es altísima y mejor remunerada que cualquier otra. Nadie trabaja en la industria manufacturera de un día para otro, sino que tiene que tener un nivel educativo medio que después redunda en grandes salarios. Eso a nivel de ascenso social para países en desarrollo es vital, porque son empleos de calidad.
Esas fueron las grandes alarmas del estudio, además de la logística interna, debido a que todos los países de Latinoamérica tienen, en general, un déficit de infraestructura. También nos ayudó mucho a poner sobre la mesa la importancia no sólo del acero sino de todos los sectores que lo consumen.
¿Qué mirada tenés sobre los temas actuales de esta industria estratégica a nivel mundial?
El hecho de que China crezca no es un problema en sí mismo. De hecho, el principal motor de su crecimiento en los últimos 20 años no fue lo que ellos exportaron, sino las fábricas de acero que crearon. Por eso son grandes productores. El problema es que les sobró capacidad y hoy el mundo tiene aproximadamente 500 millones de toneladas de sobre capacidad, impulsada por China. Es acero que no necesitamos, lo cual representa un gran problema.
En Latinoamérica, la industria del acero genera 1,4 millones de empleos directos e indirectos, altisimamente remunerados. China nunca fue declarada economía de mercado por los organismos internacionales, porque tiene condiciones de trabajo que no son las mismas que en Latinoamérica o en Estados Unidos. Por eso, importar un producto de china sale más barato, porque se produjo en condiciones muy diferentes de compliance, controles y regulaciones humanas, entonces eso no es justo. Cada tonelada que importamos de China a Latinoamérica estamos reemplazando linealmente una tonelada que podría haber sido fabricada acá y que tenemos la capacidad para hacerlo. Estamos reemplazando miles de empleos que podrían ser de una región que los necesita mucho.
El segundo problema es el dumping medioambiental, porque a pesar de que tienen exceso de capacidad, el acero que produce China es 45% más contaminante que en Latinoamérica. En la región, por sus condiciones naturales climáticas y la energía solar y eólica, tenemos grandes recursos naturales que hacen que nuestro acero producido sea 15% menos contaminante que el promedio mundial. Por eso, no es para nada conveniente que sigamos importando de China.
Sin embargo, el año pasado fue récord de importación china de acero en Latinoamérica. Es un problema crítico para el que afortunadamente Chile, México y Brasil escucharon y tomaron medidas.
¿Qué medidas tomaron estos países para proteger la producción latinoamericana?
Se tratan de medidas aisladas, pero que generan sinergia. El gran precursor fue México, quien está pasando por una etapa positiva por el reshoring. La medida más efectiva que tomó fueron los aranceles a la importación, el impuesto que paga un producto para entrar a un país. En el Mercosur hay un mercado libre entre países, que exportan e importan sin impuestos. Pero los países tienen la libertad de cobrar a tales productos de tal origen un determinado arancel. Ese arancel hoy pasó de ser del 12% al 25% para aceros chinos. Brasil también lo levantó a 25% por 12 meses, al igual que hicieron Estados Unidos y Europa.
¿Cuáles son tus expectativas para el futuro de la industria del acero?
Se dice que para la transición energética no existe una “bala de plata” que pueda resolver el problema. Entonces, hay una lucha entre desarrollo económico y cuidado del medio ambiente, donde existe una cuestión necesaria pero que no todos la tienen: los recursos naturales.
Europa, China e India no los tienen, Estados Unidos más o menos. Mientras que Latinoamérica tiene condiciones increíbles de recursos naturales, desde el gas natural de Vaca Muerta (que es un combustible de transición y la segunda reserva del mundo) que ya está dando sus frutos, aunque se puede explotar mucho más todavía.
Sigue creciendo la energía eólica, solar e hidroeléctrica, las tres grandes renovables que son cero contaminantes. Tenemos litio para las baterías de los autos eléctricos. Se necesitan inversiones multimillonarias para extraerlo, desarrollarlo y generar riqueza verdadera. Lo mismo ocurre con la industria del acero. Y para eso, los países que se están desarrollando tienen la disyuntiva de invertir en energía o quitar a personas de la pobreza, un gran dilema que representa un desafío para los gobernantes.
Esto tiene soluciones puramente técnicas y políticas, está estudiado. La gran noticia es que tenemos las condiciones naturales para hacerlo, por eso tenemos un acero limpio. Pero el camino es largo y requiere miles de millones de dólares de inversiones. Hay que dar ese debate sobre cómo hacemos para crecer económicamente, quitando personas de la pobreza.
Confío que en los próximos años podremos no solo abastecernos con energías sustentables y acero limpio, sino también que seremos un actor mucho más relevante en materia geopolítica. Latinoamérica tiene las condiciones naturales para hacerlo.