Cuando tenía siete meses, Brisa sufrió quemaduras en el 88% de su cuerpo por un incendio que se desató mientras dormía. Llegó al Garrahan con muy bajas posibilidades de sobrevivir. Hoy, con 21 años, trabaja en la municipalidad de su Salta natal, ganó medallas como deportista y se quedó con tres premios en un certamen de belleza.
A pesar de tener más de 16 años, Brisa sigue siendo paciente del Garrahan dada la complejidad de su patología. Ella asume con total responsabilidad que sus vivencias son un ejemplo de resiliencia para otras niñas y niños y sabe que cada paso que da es una enseñanza para otras personas.
Brisa acudió con Mirta al Hospital y narró sus vivencias. Mirta es su abuela pero Brisa la llama mamá y en esta nota será identificada de esa manera. Ella nunca dejó de acompañarla desde que nació y se emociona apenas habla de la actitud de la joven.
La historia comenzó el 17 de diciembre del año 2000. Esa fue la noche del incendio. En Salta, los primeros auxilios fueron los suficientes para que la bebé llegara con vida a Buenos Aires. Inmediatamente entró a quirófano, perdió su mano izquierda y las quemaduras afectaron zonas muy sensibles como la cabeza. Utiliza un casco especial porque sobre las meninges (telas que cubren el cerebro) directamente tiene la piel. El grado de complejidad es muy alto y las situaciones que atravesó en su infancia, producto de aquel incidente, son tantas que cuesta enumerarlas.
Pero Brisa supo de entrada cómo poner la otra mejilla ante las adversidades. Nunca tuvo miedo de rehacer su vida. Desde hace tres años trabaja como secretaria administrativa en el Área de Deportes de la Municipalidad de Salta. Además es deportista, modelo publicitaria y dueña de una vida igual a la de cualquier persona.
Brisa hacía gimnasia pero su verdadera relación con el deporte comenzó a los 14 años cuando empezó a correr. En distintas ocasiones participó de los Juegos Evita que, además del desafío deportivo, significaron las primeras veces que se alejaba un poco de su mamá. En aquellos primeros días, los profesores tuvieron que pedirle que no la llamara tanto para que no se ponga mal. De ahí en más, las comunicaciones eran solo cuando Brisa ganaba.
Y Brisa ganó. Medalla de bronce en 100 metros y plata en 150 y en lanzamiento de bala. Posteriormente fue medalla de oro en 200 metros tras ganar una increíble carrera en la que no escuchó la señal de arranque y salió más tarde que sus competidoras.
En el 2020, en plena pandemia, incursionó en el mundo del modelaje. Luego de subir una foto a las redes, recibió un llamado y le propusieron participar del certamen “Miss Belleza Mundial”. Obtuvo tres reconocimientos: foto más votada en redes sociales, mejor compañera y mujer fuerte. Además, forma parte de una agencia de modelaje en Salta y mantiene el sueño de dedicarse a eso.
Brisa tiene el concepto de solidaridad totalmente incorporado. Con su mamá siempre tuvieron la idea de crear un espacio para ayudar a niñas y niños en situaciones complicadas. Mirta, acostumbrada a darle pelea a la burocracia, sostiene: “Yo aprendí a defender lo que me corresponde, pero algunos no tienen esas posibilidades y todos merecemos el mismo trato. Entonces quiero ayudar, guiar con los trámites y acompañar a los padres”.
Ambas saben que muchas chicas y chicos suelen esconderse o lo hicieron durante gran parte de su vida. El desafío es que puedan sobreponerse a la vergüenza y superar las miradas estigmatizantes. La joven tiene un mensaje muy claro para quienes están en su situación: “Nadie es más ni menos que otra persona, todos somos iguales. Si quieren hacer algo que les gusta solo tienen que proponérselo y hacerlo. Lo que yo me propuse hacer, lo logré siempre”. Su próximo desafío es estudiar para ser profesora de educación física especial y trabajar con niñas y niños.
Con los años, Brisa aprendió de su madre, según refiere, a enfrentar las miradas discriminatorias que sufre en la calle: “Los miro a los ojos hasta que bajan la mirada o la desvían a otro lado”. Desde siempre, Mirta la llevaba a los sitios donde había más gente. Hoy, cuando sale con sus amigas y amigos, hace lo mismo. Además, se describe como una persona perceptiva que enseguida se da cuenta cuando alguien tiene malas intenciones. Tanto en el mundo real como en el de las redes sociales.
Tampoco tiene conflictos con su imagen: “Si existiera la posibilidad de hacerme un trasplante de cara no la aceptaría. Me miro al espejo y me gusta como soy”. Su madre, entre risas, añadió que es coqueta, le encanta pintarse, arreglarse y que cada vez que tiene unos pesos se compra ropa nueva.
Mabel Villasboas, jefa de la Unidad de Quemados, atendió a Brisa desde que nació. Sabe que su caso es sinónimo de resiliencia, superación y que es ejemplo para un sinnúmero de pacientes. La define como una “sobreviviente” y hace hincapié en la reinserción social de las y los pacientes que sufrieron quemaduras y al concepto de “medicina humanizada” que el Garrahan pone mucho en práctica.
Tal concepto llevó a Mabel a vivir una experiencia única: Cuando Brisa empezó el colegio en Castelar, donde vivió nueve años por su tratamiento, tuvo que asistir a una reunión con una psicóloga del Garrahan porque algunas madres y padres no aceptaban a la niña con el argumento de que sus hijas e hijos se iban a asustar viéndola. Mientras hablaban con las y los adultos, les mostraron por la ventana cómo el grupo entero estaba jugando en el patio sin ningún problema con la pequeña. Ese día puso en evidencia que las y los niños tienen mucho que enseñarle a las personas adultas.
Lo que hay que saber para evitar incidentes
Mabel Villasboas define a las quemaduras como lesiones traumáticas que pueden ser intencionales o no: “No son accidentes, son previsibles porque uno puede prever que va a pasar y por lo tanto son prevenibles. Por eso es muy importante la concientización, inclusive la prevención debería enseñarse en las escuelas”.
La médica explica que las quemaduras pueden ser un hiper trauma. Pueden suceder, por ejemplo, en un choque de auto o en cualquier lugar donde pueda caerse una pared y producir otro daño asociado. Si es con fuego, las y los niños pueden inhalar sustancias tóxicas y por eso son pacientes hipercríticos.
Algunas medidas de prevención en los hogares son: Colocar la cocina atornillada a la pared, abrir el agua fría antes que la caliente para bañar a las y los niños, no dejar termo o pavas a su alcance, cocinar en las hornallas de atrás, ubicar los mangos de ollas y sartenes hacia adentro, servir la leche tibia e impedirles que se acerquen al horno, estufa o parrilla.
Además, es necesario atender la accesibilidad de objetos como encendedores, fósforos y botellas con líquidos combustibles. A su vez, lo ideal es que las casas tengan tablero eléctrico con disyuntor y térmica, enchufes ocultos detrás de los muebles y termotanque en el exterior.
Como acción de primeros auxilios, hay que alejarse de la fuente que causó la quemadura, cortar la energía antes de tocar a la víctima de una quemadura eléctrica, enfriar la zona con agua tibia (no fría), cubrir con gasas o paños limpios, no aplicar pasta dental o tomate y concurrir al centro de salud más cercano.