Este hombre es Rodrigo Duterte, el presidente de Filipinas, quien prometió acabar con la delincuencia de su país y lo está cumpliendo. Creó los aterradores "escuadrones de la muerte", que persiguen a asesinos, violadores, drogadictos, y los aniquila en plena calle o donde sea, ya que en la cárceles el hacinamiento es enorme.
El propio Duterte ha presumido en numerosas ocasiones de matar a criminales en la ciudad de Davao cuando fue alcalde, como un método "muy efectivo" para reducir la tasa de delincuencia, situada en una de las más altas del país cuando llegó a la alcaldía en 1988. También confesó que cuando tenía 16 años mató a una persona a puñaladas.
Según las filtraciones de Wikileaks de los documentos de la Embajada de Estados Unidos en Manila, Estados Unidos considera desde hace años que Duterte controla estos escuadrones. Tal acción ha logrado que lo apoden "el descuartizador", al emplear, según Wikileaks, sus escuadrones de la muerte para combatir -también- a sus adversarios políticos, una acción que ha sido fuertemente cuestionada por los países occidentales, a los que Duterte insulta sin reparo alguno.
Pese a las reveladoras acciones que inculpan a Duterte en serios casos de violación de derechos humanos, a la población filipina parece no importarle, de hecho, le apoya. La guerra contra las drogas y los delincuentes ha dejado un saldo de más 3.600 muertos.