El dueño de WhatsApp se convirtió oficialmente en multimillonario al cerrar de manera definitiva la venta de su aplicación a Facebook por cerca de 22.000 millones de dólares.
Lo que es menos conocido fuera del ámbito tecnológico es en qué circunstancias se cerró esa venta y qué experiencia vital había estado rodeando a su CEO, Jan Koum. Esta es la historia de un tipo que, esta vez sí, cumplió el manido sueño americano.
Nacio en Kiev Ucrania, puede decirse que la suya no era una vida sencilla: su familia no tenía demasiados recursos y la semilla del antisemitismo se hacía cada vez más grande en toda Ucrania. Con esos crecientes problemas, la madre de Jan decidió que debían abandonar Kiev e intentar alcanzar una vida mejor en otro sitio.
Ese otro sitio era nada menos que San Francisco, donde Jan Koum y su madre llegaron cuando él apenas tenía 16 años. Pese a la mudanza, la vida para ellos seguía siendo extremadamente complicada: su madre hacía de canguro y él limpiaba escaleras por cuatro duros. De hecho, ninguno de los dos podría haber salido adelante si no fuera por las ayudas sociales y el acceso a un comedor social, en el que ambos solían comer habitualmente.
Un contrato firmado en un comedor social
Con el tiempo, Jan empezó a romper su particular techo de cristal y a ascender en la escala social. Comenzó a aprender programación por su cuenta, y una beca de la Universidad Pública de San José le ayudó a hacer prácticas en empresas como Ernst&Young. Por suerte, acabó trabajando para altos cargos de Yahoo, más tarde fundó Whatsapp… y el resto de la historia ya la conocemos.
El éxito de Whatsapp fue tal que Facebook no tardó en sacar la chequera: 21.800 millones de dólares. El sueño americano de Jan Koum no sólo se había cumplido, sino que, a sus 37 años, se convirtió en multimillonario. Su madre y él no volverían a pasar penurias ni un minuto más en lo que les quedaba de vida.
Sin embargo, al CEO de la aplicación no se le olvidó de dónde venía, con lo que quiso hacer algo: la firma de la venta de Whastapp no se produjo en ningún gran despacho de Silicon Valley, sino en un comedor social de San Francisco, el mismo en el que, durante años, comió. El círculo se cerraba de la mejor forma posible.