Beck Weathers es un hombre de 70 años que vive en Texas. Tal vez te acuerdas de su nombre, ya que formó parte de un grupo que escaló el monte Everest en 1996. En realidad, se trató de una de las expediciones más trágicas en la historia del alpinismo. Y lo que Beck experimentó en esa montaña cambió su vida para siempre.
Beck Weathers era un especialista en anatomía patológica, tenía un excelente salario y llevaba una vida relativamente feliz al lado de su esposa, Peach, y de sus hijos.
Pero desde que tenía 20 años, Beck había padecido depresión. Su necesidad de aislarse del mundo lo había llevado a abandonar a su familia con cierta frecuencia. Este comportamiento les había hecho mucho daño, sobre todo a su esposa, quien lo soportó durante años con la esperanza de que un día su marido mejorara y dejara de huir de casa.
Cuando Beck le contó que quería escalar los siete picos más altos del mundo, su mujer no trató de interponerse en su camino. Pocos meses después, él se encontraba de camino al monte Everest.
En mayo de 1996, a la edad de 50 años, Beck empezó el ascenso a la montaña más alta del planeta.
Beck y su equipo de alpinistas subieron lentamente la montaña. En cuanto alcanzaron mayores altitudes, el efecto de la privación de oxígeno empezó a apoderarse de ellos, y el frío les resultaba insoportable.
Pero, finalmente, lograron alcanzar la cima. El trayecto había sido duro, pero lo habían superado.
Beck sintió una felicidad que no había experimentado en toda su vida. El cielo estaba despejado, y él pasaba el tiempo simplemente contemplando el mundo y disfrutando de la impresionante vista.
Pero, de repente, el cielo se oscureció y todo se transformó en la peor pesadilla de cualquier alpinista. Una tormenta se aproximaba a gran velocidad, y en muy poco tiempo quedarían atrapados en la montaña. Era el 10 de mayo de 1997, un día que quedaría marcado por una de las peores tragedias en la historia del alpinismo.
Mientras veía cómo se acercaba la tormenta, Beck sabía que estaba a punto de enfrentar uno de los retos más difíciles de su vida.
El equipo de alpinistas empezó a descender lo más rápido posible, pero la tormenta los alcanzó rápidamente, así que se quedaron atrapados. Se resguardaron en una roca y se dispusieron a esperar a que pasara la tormenta. Algunos miembros del equipo que, al parecer, tenían más fuerzas, continuaron descendiendo hasta el campamento base para pedir ayuda. Pero los otros se quedaron en la ladera de la montaña toda la noche tratando de sobrevivir al viento brutal y a las heladas temperaturas.
Al día siguiente, cuando otros miembros de la expedición llegaron al lugar y examinaron la escena, se vieron obligados a tomar algunas decisiones muy duras. Los más fuertes tenían que cargar a los montañeros que habían logrado sobrevivir durante la noche y que ahora estaban congelados y demasiado débiles para caminar.
Pero simplemente no había suficientes personas en condiciones para llevar tanto peso a sus espaldas. Así que no les quedó otro remedio que ayudar a los alpinistas que tenían más probabilidades de sobrevivir. Beck describió la situación de esta forma: "Aunque seguíamos respirando, estábamos al borde de la muerte y ellos pensaron que no podríamos sobrevivir al viaje de regreso y decidieron dejarnos morir. Era una especie de elección médica, al igual que en las guerras, la típica forma de decidir bajo esas circunstancias".
Beck sufrió un coma hipotérmico que duró 22 horas. Cuando despertó, alcanzó a ver el cuerpo de Yasuko Namba, otro de los miembros de su equipo. Luego tuvo una visión de su esposa y de sus hijos en la que le daban la fuerza para levantarse y empezar el largo camino cuesta abajo.
Para entonces, sus manos y nariz estaban negras a causa del congelamiento. Sabía que tenía muy pocas probabilidades de vivir, pero estaba dispuesto, al menos, a regresar a casa y despedirse de su familia antes de morir.
Beck dejó todo su equipo atrás y empezó a caminar. Como si se tratara de un milagro, se encontró con un campamento a 8.000 metros de altitud. El equipo no podía creerlo cuando lo vieron aproximándose como si fuera una aparición. Ya se había dejado caer dos veces en el trayecto, dispuesto a morir, y no había comido ni bebido nada durante tres días. Beck se desplomó en los alrededores del campamento y sus compañeros lo transportaron a una de las tiendas de campaña. Cuando vieron el estado en que se encontraba, estaban seguros de que no viviría por mucho tiempo más.
Pero sobrevivió a esa noche, y a muchas horas más. Al ver que no iba a darse por vencido tan fácilmente, sus compañeros se las arreglaron para llevarlo hasta a una menor altitud, donde lo recogió un helicóptero. Beck recibió el tratamiento médico adecuado, y unos días más tarde, logró sentarse y moverse por sí mismo.
A pesar de lo que le había pasado, se sentía increíblemente optimista: "No lo puedo explicar, pero tenía la sensación de que mi cuerpo había hecho un trato con la hipotermia, y me sentí casi rejuvenecido después de la inyección de dexametasona. Incluso me pude poner de pie y calzarme los zapatos".
Cuando Beck logró caminar de nuevo, salió de su tienda de campaña y se encontró con miradas de asombro. La gente simplemente no podía creer que alguien pudiera sobrevivir a todo lo que él pasó. Pero Beck seguía vivo y no podía reprimir su alegría. Incluso empezó a cantar y a bromear: "¡Me dijeron que la expedición me iba a costar un ojo de la cara. Pero se quedaron cortos!".
Mientras tanto, su mujer estaba completamente devastada. Ya le habían informado que su marido se había quedado en la montaña y que todo parecía indicar que lo había perdido para siempre.
Peach siempre había sentido que estaba criando sola a sus hijos. Beck estaba con frecuencia fuera de casa embarcado en una u otra aventura, y ella no estaba segura de poder seguir así. El estrés de tener que negociar con su marido sus constantes escapadas habían acabado poco a poco con su amor por él. Justo antes de que Beck se marchara al Everest, Peach tomó una decisión muy drástica: quería divorciarse.
Pero la experiencia en el monte Everest había sido una revelación para Beck. Se dio cuenta de que su depresión lo había llevado a darle la espalda a su familia una y otra vez. Ahora lo único que quería era estar con ellos. "Cuando me marché para escalar el Everest, sentía que estaba cumpliendo con mi papel de marido… pero estaba totalmente equivocado. Nunca le dije a mi familia que podían contar conmigo siempre. Lo que pasó allá arriba me hizo analizar y reevaluar mi vida y preguntarme cómo la quería vivir realmente", dijo Beck.
Cuando Peach recibió la noticia de que, después de todo, su marido no se había muerto, estaba desbordada por la emoción. Cuando lo dieron por muerto, se vio obligada a reflexionar sobre la decisión que había tomado anteriormente, pero cuando Beck regresó a casa, pudo percibir que era un hombre distinto. Y no solo se trataba de las heridas y las cicatrices, el cambio provenía de su interior.
Entonces, se dio cuenta de que quería darle una segunda oportunidad.
Pero la pareja todavía tenía muchas cosas que enfrentar. La recuperación de Beck requirió la amputación de una pierna y de ambas manos.
Gracias a algunas técnicas quirúrgicas muy avanzadas, la mano izquierda de Beck fue transformada en un apéndice que le permite tomar y sostener objetos.
El congelamiento también había deformado seriamente su nariz, pero los médicos lograron reconstruirla usando injertos.
A pesar de todo esto, Beck se sigue considerando a sí mismo una de las personas más afortunadas del planeta. Ha aprendido a amar la vida nuevamente, y eso incluye pasar todo el tiempo posible con su cariñosa familia. La sombra que cubría al matrimonio se ha desvanecido, y los planes de divorcio son ahora un recuerdo muy lejano.
Beck escribió un libro junto con su esposa llamado "Dado por muerto: mi regreso a casa desde el Everest", en el cual la pareja cuenta su propia historia y reflexiona sobre su experiencia personal ante esta tragedia.
En 2015, la película "Everest", basada en este libro, fue un éxito de taquilla. A Beck le encantó el realismo de los paisajes, pero estaba decepcionado con la representación de algunos personajes de la expedición. Sin embargo, cuando vio todo lo que vivió en esa montaña en la gran pantalla, se sintió liberado de toda esa tragedia.