México es un país con alta actividad sísmica debido a su ubicación en el Cinturón de Fuego del Pacífico, una de las regiones más activas tectónicamente en el mundo. Este cinturón abarca varios países y es responsable del 90% de los terremotos globales. En el caso de México, se encuentra en la convergencia de tres placas tectónicas principales: la Placa de Cocos, la Placa de Norteamérica y la Placa del Pacífico, cuyos movimientos generan una gran cantidad de sismos cada año. La interacción entre estas placas, especialmente en la costa del Pacífico, da lugar a una constante liberación de energía en forma de temblores.
En el sur del país, la zona de subducción es particularmente activa, ya que la Placa de Cocos se hunde lentamente bajo la Placa de Norteamérica. Esta fricción tectónica ha sido responsable de algunos de los terremotos más devastadores en la historia de México, como los de 1985 y 2017. Además, México cuenta con fallas tectónicas internas, especialmente en zonas como el Valle de México, donde los movimientos de las placas también producen sismos locales. En esta región, el terreno blando del antiguo lago sobre el que está construida la Ciudad de México amplifica las ondas sísmicas, aumentando la percepción y el impacto de los temblores.
La combinación de la interacción tectónica en las costas, las fallas internas y las condiciones geológicas particulares hacen que los sismos sean frecuentes en México. Esta actividad sísmica es parte de la naturaleza de la región, y por ello el país ha desarrollado sistemas avanzados de alerta sísmica, así como protocolos de preparación y respuesta para minimizar los daños y proteger a la población ante estos fenómenos naturales.