El mundo se encuentra en un momento de redefinición. Estados Unidos intensifica su rivalidad con China, Rusia desafía abiertamente al orden occidental, Europa lidia con una crisis energética y Siria sigue siendo un símbolo de inestabilidad. En medio de este tablero, pareciera que México está simplemente al margen, observando. Pero, ¿es esto lo que queremos? ¿Seguir siendo un actor secundario, atrapado en nuestras disputas internas y dejando que otros decidan nuestro lugar en el mundo?
Proximidad a Estados Unidos: ¿Ventaja o dependencia?
Para muchos, nuestra relación con Estados Unidos es un arma de doble filo. Dependemos de ellos para nuestras exportaciones, inversión y crecimiento económico. Pero, ¿qué pasaría si transformáramos esta dependencia en una ventaja estratégica? En este momento, Estados Unidos busca fortalecer sus cadenas de suministro y reducir su exposición a China. Esto nos coloca en una posición privilegiada, pero también obliga a replantear cómo negociamos. Ya no se trata solo de ser “el vecino amable”, sino de exigir un trato más justo, beneficios tangibles para México y apoyo en nuestra transición hacia sectores como la energía renovable.
Sería ingenuo ignorar que esta cercanía puede tener costos: la presión por alinearnos con los intereses geopolíticos de Washington puede convertirse en un desafío. Pero, si algo nos ha enseñado la historia, es que México puede ser estratégico sin ser subordinado. Nuestra habilidad para navegar este delicado equilibrio será determinante.
Neutralidad o irrelevancia: un balance delicado
México siempre ha mantenido una política exterior de no intervención. Es un principio loable, pero a veces me pregunto si lo hemos confundido con inmovilidad. En un mundo donde las líneas entre aliados y rivales son cada vez más borrosas, México tiene la oportunidad de usar su neutralidad como una herramienta de influencia, no como una excusa para evitar el conflicto.
Podemos y debemos ser mediadores en conflictos regionales y globales. ¿Por qué no liderar, por ejemplo, una iniciativa para el diálogo en América Latina o proponer soluciones innovadoras en foros internacionales? Si no ocupamos este espacio, alguien más lo hará, y perderemos la oportunidad de ser un referente diplomático en un mundo que necesita voces moderadas.
Recursos estratégicos: ¿Potencial desaprovechado?
Aquí es donde la crítica se vuelve inevitable. México tiene recursos valiosos, desde el litio hasta una biodiversidad única, pero históricamente hemos sido pésimos administradores de nuestra riqueza. ¿Cuánto más vamos a vender barato lo que vale oro? En lugar de simplemente exportar litio, ¿por qué no convertirnos en un centro de manufactura para baterías y tecnologías limpias? Esto requiere visión, inversión y, sobre todo, liderazgo. ¿Estamos dispuestos a dejar de lado intereses cortoplacistas para apostar por un desarrollo estratégico a largo plazo? Esa es la verdadera pregunta.
El liderazgo que nos falta en América Latina
Otro tema que no podemos ignorar es nuestro papel en América Latina. Por mucho tiempo, hemos asumido que nuestra cercanía con Estados Unidos nos exime de liderar en la región. Pero este es un error estratégico. En un momento en que América Latina necesita unidad para enfrentar los desafíos globales, México debería ser un catalizador para la integración regional. No podemos seguir viendo hacia el norte mientras ignoramos a nuestros vecinos del sur.
¿Estamos listos para asumir nuestro papel?
Aquí es donde surge mi mayor preocupación. A menudo nos encanta hablar del “potencial” de México, pero el potencial sin acción es solo un espejismo. Necesitamos un liderazgo interno que comprenda el momento histórico que vivimos. Pero, seamos honestos: ¿nuestras prioridades políticas están alineadas con las oportunidades globales? Muchas veces parece que seguimos enfrascados en disputas domésticas mientras el mundo sigue avanzando.
México no está condenado a ser un espectador en este reordenamiento global, pero tampoco está garantizado que sea un protagonista. Todo dependerá de si somos capaces de aprovechar nuestras fortalezas –nuestra posición geográfica, nuestros recursos y nuestra neutralidad– y de superar nuestras debilidades.
Lo digo con plena convicción: este es un momento histórico. Si no actuamos ahora, perderemos la oportunidad de definir nuestro lugar en el mundo por décadas. México tiene todo para ser un actor clave en el siglo XXI, pero la verdadera pregunta es si queremos serlo. Porque, al final del día, nadie nos va a regalar ese lugar. Es hora de actuar.
* Gildardo López Hernández. Profesor de la Escuela de Gobierno y Economía de la Universidad Panamericana