La fotografía da la posibilidad de conocer más el mundo que nos rodea, ya sea captando estructuras arquitectónicas, animales, paisajes o personas que se convierten en protagonistas, nos acercan a un episodio impregnado de sentido artístico.
En medio de la monotonía, la imagen de un rincón de México puede servir de entretenimiento, para aliviar la vista y conocer un elemento nuevo que podría servir para lucirse en reuniones.
Esta fotografía nos invita a analizar sobre la grandeza de la creatividad humana y la belleza de lo que se localiza en el país. Sin más dilación, a continuación está la imagen del día, proporcionada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Chicomecóatl, la deidad agrícola más importante de los mexicas
Chicomecóatl fue una de las deidades más importantes para los mexicas, ya que en ella se reunían varios diversos conceptos significativos. En náhuatl, su nombre significa Siete (chicome) Serpiente (coatl), este número tenía un significado trascendental, pues se relacionaba con las semillas, así como con el yolotl, el corazón humano y el olotl, el corazón del maíz.
De esta manera, Chicomecóatl fue la diosa de la agricultura y la vegetación más relevante para los antiguos nahuas. Estaba especialmente asociada con el frijol, la calabaza y, sobre todo, con el maíz, alimentos básicos de la dieta mexica. Por esta razón, muchas de sus representaciones la muestran portando mazorcas, como en el caso de esta escultura hallada en las inmediaciones del exconvento de Culhuacán.
Según un testimonio vecinal del pueblo de Culhuacán: “Ese día que encontraron a la diosa de la fertilidad, la gente consiguió maíz rojo, azul, blanco y pinto. Amarraron las mazorcas de las hojitas y se las pusieron alrededor. Se le pusieron veladoras y también incienso en un braserito que salió de ahí mismo. La gente trajo semillas y todo aquello que da la tierra, todo lo que creemos que hacían antes”.
Recientemente, esta escultura de Chicomecóatl estuvo expuesta en París, Francia, durante la muestra Mexica: ofrendas y dioses del Templo Mayor; sin embargo, ya se pude admirar de nuevo en el museo de sitio del Centro Comunitario Culhuacán.
La diosa del maíz
De acuerdo con el INAH, en el periodo prehispánico, las ceremonias dedicadas a la diosa del maíz eran una parte esencial de la vida religiosa en Mesoamérica. Durante el huey tozoztli, un ciclo de veinte días que significa “gran vigilia”, se llevaban a cabo rituales en honor a esta deidad, así como al joven dios del maíz, Cintéotl. Estos eventos no solo involucraban la adoración de las imágenes de las deidades en los templos, sino también la participación activa de la comunidad, que decoraba las entradas de sus hogares con tules y ramas de plantas.
En estas ceremonias, las mazorcas de la cosecha anterior eran consagradas. Las jóvenes nobles, vestidas de rojo, llevaban las mazorcas atadas en grupos de siete hasta el templo de la diosa. Este acto buscaba asegurar la prosperidad de las futuras cosechas.
La participación en estas ceremonias no se limitaba a la nobleza; la gente común también ofrendaba flores en los templos, demostrando la naturaleza inclusiva de estos rituales. La colocación de tules y ramas en las puertas de las casas era una práctica común que simbolizaba la conexión entre lo sagrado y lo cotidiano.
El huey tozoztli era un tiempo de reflexión y devoción, donde la comunidad se unía en torno a sus creencias y esperanzas para el futuro. La consagración de las mazorcas y la participación de las doncellas en los rituales eran elementos clave que subrayaban la interdependencia entre la naturaleza y la espiritualidad en la cultura prehispánica.