La fotografía es una herramienta poderosa para explorar el mundo que nos rodea. Al capturar estructuras arquitectónicas, animales, paisajes o personas, podemos apreciar la belleza y el sentido estético en un momento suspendido en el tiempo.
Incluso en medio de la monotonía, una imagen de un rincón de México puede ser entretenida y nos permite aprender algo nuevo que podríamos hablar en reuniones.
La imagen del día, proporcionada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), nos invita a reflexionar sobre la creatividad humana y la belleza que se localiza en nuestro país. Sin más dilación, aquí está la imagen del día.
Friso de Balamkú
Al sureste del estado de Campeche, en el municipio de Calakmul, se encuentra la zona arqueológica de Balamkú. Enclavada en la selva, esta antigua urbe maya se relacionó con dos grandes regiones, primero con la Petén y luego con la de Río Bec.
Balamkú está integrada por tres grupos arquitectónicos. En el conjunto central se conserva un friso, datado en el Clásico Temprano, de estuco modelado y policromado con tonalidades que incluyen rojo, guinda, negro y azul. En los 16.80 metros de largo que tiene el friso, se representan cuatro escenas, entre otros elementos.
Cada escena muestra un animal sentado en la hendidura frontal de un mascarón del monstruo de la tierra, con la cabeza girada hacia atrás, mientras un rey se sienta sobre su trono dentro de la boca abierta del mascarón. En el lado izquierdo del friso se encuentran dos sapos, mientras que en el derecho hay dos cocodrilos, creando una oposición horizontal que se refleja en la cornisa decorada con escamas de sapo al norte y de cocodrilo al sur.
Esta pieza, única en el área maya, muestra la gran habilidad escultórica de los antiguos artistas mayas.
Más sobre Balamkú
De acuerdo con la revista Arqueología Mexicana, el edificio donde se encuentra el friso es llamado Casa de los Cuatro Reyes, tiene una planta rectangular con tres puertas en su fachada principal orientada al oeste. El friso, que mide 16.80 metros de largo y 1.75 metros de alto, adorna la parte superior de la fachada, extendiéndose desde los dinteles hasta el techo. La decoración se complementa con cuatro remates rectangulares de mampostería, cada uno de 2.35 metros de altura, situados en el borde del techo.
El diseño del friso sugiere la existencia de un monstruo híbrido de dos cabezas, cuyas partes superiores se han perdido. Verticalmente, el nivel del techo simboliza la superficie terrestre, separando el supra del inframundo. La escala de los elementos cambia al pasar de los mascarones al nivel superior, donde las hendiduras son tres veces más grandes, destacando la importancia política y mítica de los reyes y animales representados, mientras que los mascarones, de menor tamaño, se ajustan a las dimensiones del friso.
A pesar de los daños causados por saqueadores, el friso se ha conservado en buen estado gracias a que fue cubierto por otra estructura poco después de su construcción, según el proyecto encabezado por Ramón Carrasco en 1994.