En un año electoral crucial para Estados Unidos, los resultados no solo definirán el rumbo de la política estadounidense, sino que tendrán profundas repercusiones para su vecino del sur: México.
Con un electorado polarizado y un escenario en el que destacan dos figuras emblemáticas, el ex presidente Donald Trump y la actual vicepresidenta Kamala Harris, México enfrenta dos rutas distintas en su relación bilateral con Estados Unidos. Los recientes movimientos de Harris hacia una posición más moderada en temas clave como la migración han añadido complejidad al panorama, haciendo que las posibles consecuencias de su triunfo o el de Trump ofrezcan una gama de oportunidades y desafíos para la política exterior mexicana.
Trump y su enfoque de “América Primero”
Donald Trump, conocido por su enfoque de “América Primero,” retoma una narrativa de control y restricciones que ya probó durante su mandato anterior. Su discurso se enfoca en fortalecer la seguridad fronteriza y limitar la migración hacia Estados Unidos, medidas que han sido bien recibidas entre su base electoral. La promesa de reinstaurar políticas como el “Remain in Mexico” y fortalecer el muro fronterizo plantea una presión directa sobre México para contener el flujo migratorio. Esto no sólo podría tensionar la relación diplomática, sino que también afectaría a las poblaciones migrantes y a las comunidades fronterizas que dependen de la estabilidad en ambos lados de la línea divisoria.
En lo económico, un posible regreso de Trump trae consigo duda. Durante su mandato, Trump cuestionó el T-MEC y aplicó aranceles punitivos a productos mexicanos bajo argumentos de seguridad nacional. Aunque el tratado actualmente brinda estabilidad en el comercio, su administración podría presionar por ajustes que beneficien a la industria estadounidense, limitando la competitividad de las exportaciones mexicanas tocando sectores clave como el automotriz y el agroalimentario. Además, su postura restrictiva en la migración legal podría limitar las oportunidades de movilidad laboral para mexicanos en Estados Unidos.
Kamala Harris: una posición centrista y pragmática
La vicepresidenta Kamala Harris, por su parte, representa una visión diferente, aunque su reciente movimiento hacia el centro en temas de migración sugiere que entiende la preocupación de los votantes sobre la seguridad fronteriza. Harris, quien en el pasado se posicionó a favor de una política migratoria humanitaria, ha tenido que adaptarse, buscando un equilibrio entre los valores progresistas de su partido y las demandas de un electorado que exige mayor control en la frontera. Este cambio, lejos de ser un giro completo, responde a un intento de capturar el voto moderado y proyectar una imagen de compromiso con una migración ordenada.
Si Harris gana las elecciones, México podría esperar una administración más abierta al diálogo y la cooperación en materia de desarrollo regional, enfocada en abordar las causas profundas de la migración desde Centroamérica. Harris buscaría una colaboración que incluya medidas de desarrollo económico y social en las comunidades más afectadas por la pobreza y la violencia en la región. Este enfoque menos punitivo y más pragmático podría abrir oportunidades para que México participe activamente en proyectos de desarrollo y asistencia en la región.
En términos comerciales, Harris se ha mostrado favorable al T-MEC, un acuerdo clave para México, que representa un mercado de exportación esencial. Sin embargo, su administración podría impulsar reformas en temas laborales y ambientales que presionen a sectores industriales mexicanos a adaptar sus prácticas. Estos cambios, si bien pueden causar fricciones, también abrirían la puerta a un mayor alineamiento en estándares laborales y de sostenibilidad, respondiendo a las demandas crecientes de los consumidores estadounidenses por productos con un impacto social y ambiental responsable.
Seguridad y combate al narcotráfico
En ambos escenarios, la seguridad y el combate al narcotráfico continuarán siendo temas centrales en la relación entre México y Estados Unidos. Trump y Harris comparten la visión de reducir el flujo de drogas y armas, aunque sus métodos difieren ampliamente. Mientras Trump podría adoptar un enfoque de presión directa, exigiendo a México mayor intervención en la lucha contra el crimen organizado, Harris probablemente abogaría por una estrategia de colaboración más coordinada. Con Harris, el enfoque podría centrarse en fortalecer la capacidad institucional de México y promover programas de prevención social, en lugar de depender exclusivamente de un enfoque punitivo.
Para México, la elección de noviembre será decisiva. Ambos escenarios ofrecen oportunidades y riesgos, y será clave que el país prepare una estrategia flexible que permita fortalecer sus relaciones diplomáticas y comerciales con Estados Unidos, manteniendo siempre en mente los intereses de sus ciudadanos y el desarrollo sostenible de la región. En un mundo cada vez más interconectado, la colaboración respetuosa y equilibrada entre ambas naciones es fundamental para enfrentar los desafíos comunes que se avecinan.
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