Inicio de un “nuevo” ciclo sexenal

Está casi desmantelado el sistema de contrapesos internos y externos. La primera presidenta de México tendrá que armar el rompecabezas sin instrucciones, pero muchos ciudadanos estamos dispuestos a ayudarle

Jorge Federico Márquez Muñoz es Licenciado en Relaciones Internacionales, Maestro en Estudios Políticos y Sociales y Dr. en Ciencia Política. Todos sus grados los obtuvo en la UNAM con Mención Honorífica. Para sus estudios de doctorado realizó una estancia en la Columbia University en Nueva York

Durante sus primeras décadas de vida independiente nuestro país vivió una era de inestabilidad política: los presidentes duraban mucho o duraban muy poco; mientras algunos eran destituidos otros extendían sus mandatos una y otra vez. En ningún caso las instituciones funcionaban. Era un juego de fuerzas vivas. Las guerras civiles y las intervenciones extranjeras marcaron los primeros cien años de nuestra historia.

El siglo XX comenzó con la Revolución que derrocó al dictador Porfirio Díaz. Después de este cruento enfrentamiento el poder ejecutivo tardó dos décadas en estabilizarse.

Al concluir la revolución mexicana se estableció que los presidentes durarían en el cargo cuatro años con una reelección. Álvaro Obregón fue el último jefe del ejecutivo en ser reelegido. Pero la noción de reelección inquietaba mucho dado el precedente de Díaz. Obregón fue asesinado antes de comenzar su segundo mandato.

La reelección pareció entonces una maldición. Generaba molestia aún en el grupo en el poder y la constitución se modificó: los presidentes durarían seis años y no habría reelección.

Imagen de archivo de la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, durante una rueda de prensa con motivo de la inauguración del Museo Vivo del Muralismo en Ciudad de México, México. 25 septiembre 2024. REUTERS/Raquel Cunha

Plutarco Elías Calles fue el primer presidente bajo ese sistema. Logró estabilizar el poder y comenzó, como el mismo dijo, una era de instituciones que superaba a la de los caudillos.

Sin embargo, Calles no se fue tranquilamente tras concluir su sexenio: proyectó su sombra más allá del periodo de su administración y mantuvo una enorme influencia sobre los siguientes presidentes.

Lázaro Cárdenas, asumió el poder ejecutivo en 1934 y se hizo cargo, integralmente del mismo. Consolidó el sistema presidencialista: concentró el poder en su sexenio, no permitió la influencia de ningún exmandatario, usó a su antecesor como chivo expiatorio y, al concluir su administración, dejó en total libertad de hacer lo mismo a su sucesor. Construyó así las reglas básicas no escritas del presidencialismo mexicano.

El presidente, desde entonces, tuvo un enorme poder, pero un poder que se limitaba a solo un sexenio. Podía abusar del poder, pero tenía un límite: al final de su administración sería un potencial chivo expiatorio. Todos los presidentes tenían conciencia de que su papel futuro sería el de receptáculo de todas las culpas.

El papel como chivo expiatorio de los expresidentes funcionó bien para ambas partes. Para el nuevo titular del ejecutivo implicaba encontrar un sustituto a quien culpar de los problemas presentes. Para los extitulares del ejecutivo, poner la otra mejilla significaba una ignominia, pero era un simbolismo para evitar un mal mayor. De hecho, ningún expresidente fue asesinado ni encarcelado.

Los partidarios de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, aplauden afuera de su casa antes de que ella se dirija al Congreso para su ceremonia de juramento en la Ciudad de México, el 1 de octubre de 2024. REUTERS/Gustavo Graf

Durante varias décadas comenzó a gestarse el desgaste de la legitimidad del modelo presidencial. Lentamente y sobre todo en los años noventa, iniciaron una serie de reformas que restaban poder al ejecutivo federal. La primera de ellas fue la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Se hizo también un diseño político y legal que otorgaba libertad de los poderes legislativo y judicial ante el ejecutivo. Además, se crearon una serie de órganos autónomos que también restaban poder al ejecutivo federal.

El ciclo sexenal, la conciencia de los mandatarios de que no podían abusar demasiado de su poder porque habría que sobrevivir después de su administración, y las reformas de los noventa, debilitaban al poder presidencial, Pero esto cambió en el año 2018, cuando el ejecutivo volvió a tener una enorme voluntad de concentrar el poder, a costa claro está, de mermar la división de poderes, a los órganos autónomos al Tratado de Libre Comercio.

Ante este panorama, la administración que comienza el 1 de octubre de 2024 enfrenta más preguntas que respuestas: ¿de qué dimensión será la crisis política dejada por su antecesor?, ¿la nueva presidenta enfrentará la sombra de su antecesor?, ¿seguirá la ruta de la concentración del poder o comenzará a restablecer un sistema de controles?, ¿qué tendrá menos costos para ella y para el país, hacer concesiones a su antecesor o enfrentarlo?

Los tiempos que enfrenta la primera presidenta de nuestra nación son inciertos. Está casi desmantelado el sistema que funcionó entre 1994 y 2018, de contrapesos internos y externos, y de órganos autónomos. Era un sistema que, si bien debilitaba al ejecutivo, también le quitaba mucha presión y responsabilidades.

Sheinbaum presumió una foto de ella leyendo el nuevo libro de AMLO Credito:cuartoscuro

Pero tampoco está reinstaurado el viejo sistema presidencialista (1934-1994), de hecho, no parece haber condiciones para hacerlo.

La primera presidenta de México tendrá que armar el rompecabezas sin instrucciones. Muchos mexicanos estamos dispuestos a ayudarle en esa difícil tarea que esperemos, sea de provecho para nuestro país.

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