Hace unas semanas me enteré que existe una especie arborea de una palma ¡que literalmente “camina” sobre el suelo! Se trata del “Palmito caminante” (walking palm tree), cuyo nombre científico es Socratea exorrhiz. Me quedé atónito ante esta noticia que contradice frontalmente la definición más profunda del reino vegetal que nos han enseñado desde la primaria. Pues cualquier niño, pensaba yo algo aturdido, sabe que los árboles y plantas terrestres son seres vivos sin capacidad motriz alguna, ya que ésta, por definición, está reservada para la otra gran parte de los seres vivos; el reino animal.
Mi habitual razonamiento lógico tildó inicialmente esta noticia como “fake news”, pero después de hacer algunas pesquisas descubrí que, efectivamente, el fenómeno del “Palmito Caminante” es real. Se trata de una especie nativa de Ecuador y común en América Central y del Sur, que literalmente “camina” con sus raíces para buscar “mejores pastos”.
Su capacidad motriz ha sido cuestionada en diversos foros como un simple rumor, pero según varios investigadores en biología citados por la BBC, este árbol tiene la sorprendente capacidad de ir moviendo sus raíces a modo de zancos, para facilitar que su copa reciba más luz o buscar un suelo más fértil. Literalmente me voló el cerebro leer que algunos de estos estudios concluyen que la velocidad a la que se puede mover este arbol es de 2 o 3 cm al día, ¡llegando a desplazarse hasta 20 metros al año!
La fascinación que este sorprendente hallazgo ejerce sobre nuestras mentes se debe a que nuestro cerebro lo rechaza como un fenómeno contra-natura, que cuestiona la definición más arraigada (valga la redundancia) del reino vegetal. Y nos invita a revisar bien este tipo de aseveraciones para vigilar y precisar aún mejor sus acotamientos.
Mi mente comenzó por tanto a patrullar esos límites que daba por inamovibles y que la excepción del palmito caminante estaba cimbrando. Solo encontré otras excepciones en el agua, donde hay plantas que flotan y ciertamente se mueven. Por tanto, concluí, ya más convencido de salvaguardar la inmovilidad del reino plantae, que, salvo esta rara excepción que confirma la regla, cualquier ejemplar del reino vegetal que crezca sobre tierra está condenado a vivir toda su vida en el mismo lugar de su nacimiento… allá donde “enraizó” el primer brote o proto-planta al nacer.
De pronto recordé por qué en la licenciatura de geografía teníamos una asignatura de biogeografía que sólo estudiaba las variaciones del reino vegetal en el espacio y nunca de la fauna. Los árboles y plantas obedecían bien a las explicaciones deterministas del medio, mientras que la fauna se movía caprichosamente sin querer doblegarse del todo a los modelos geo-ecológicos, y por eso quedaba fuera.
Los vegetales terrestres, por tanto, están condenados a “la tiranía de la tierra”, a estar anclados de por vida a un mismo lugar en el planeta tierra. Y al no poder “votar con sus pies” para poder sobrevivir, han tenido que desarrollar ingeniosísimas adaptaciones al medio donde les tocó nacer aleatoriamente.
Esta dificultad del anclaje o enraizamiento a un particular punto único en el planeta, está claramente contrapuesta al sinnúmero de posibilidades de adaptapción ecológica que poseen todas las especies del reino animal, gracias a la posibilidad de la migración. Y no hay una especie animal que haya aprovechado más esta posibilidad que los homo sapiens.
Si bien los humanos somos muy móviles y hemos conquistado todo el planeta en los últimos 80,000 años, desde hace unos 8-12,000 años decidimos “anclarnos” a asentamientos permanentes; pueblos y ciudades. Y es que, despues de lograr domesticarnos a nosotros mismos, la revolución neolítica nos trajo la domesticación de animales y plantas a cambio del sedentarismo para poder cuidarlos y acumular excedentes. Como consecuencia casi natural, poco a poco surgió el valor de ejercer la propiedad exclusiva sobre un pedazo de tierra, primero de carácter comunal y más tarde privada.
Durante este proceso de sedentarización y colonización del territorio, había que elegir muy bien dónde “plantábamos” nuestro próximo asentamiento, dónde construíamos un poblado y granjas, y después con el tiempo templos, palacios, castillos, circos, caminos, puentes, y demás infraestructura defensiva y de servicios. Porque, despues de “anclada” esa inversión material y de esfuerzo humano y de relaciones sociales y simbólicas transgeneracionales, el asentamiento ya no se podría mover. Sólo cabría abandonarlo.
Lo que me interesa resaltar aquí es cómo, en aquellos lejanos tiempos del neolítico temprano, hace unos 8-12,000 años, los humanos pasamos a enraizarnos al territorio y con ello gestamos la esencia “inmovil” del bien raíz, de la propiedad “inmobiliaria”; un tipo de activo muy particular y con una naturaleza primordial que me gustaría diseccionar a modo de metáfora con el mundo vegetal.
Los humanos del primer neolítico se dieron cuenta que poseer un trozo de la tierra de manera permanente, o algun tipo de derecho o reclamo sobre ella, otorga una serie de derechos y responsabilidades muy importantes. Pero al igual que una semilla que germina sobre tierra poco fértil tiene un mal futuro, la suerte de un bien raíz “está echada” el día que lo construyes, lo urbanizas, lo fraccionas, lo compras o lo recibes en herencia, porque ya no lo podrás mover de lugar… tu inversión estará enraizada en un pedazo de tierra, el bien raíz. Y no tendrás la opción del “Palmito caminante” de moverlo para buscar mejor luz y tierra más fértil. Estará condenado a “la tiranía de la tierra”, a la suerte de su posición permanente en un momento histórico determinado.
La única excepción que confirma la regla, y que me recuerda al “palmito caminante”, es el caso quizá de las casas móviles, que se pueden mover a otro lugar si la ubicación donde las “plantaste” no funcionó o no es tuya. Sin embargo, la parte de la construcción de un bien inmueble tiene un valor que se deteriora con el paso del tiempo, mientras que la tierra que está debajo, y los derechos sobre ella, tienen un valor inmanente que aumenta cada año… de manera perpetua y totalmente pasiva.
Dicho valor inmanente es “la raíz” del bien raíz, o la inamovilidad del bien inmueble. Reelee bien esta última frase, porque los términos bien raíz e inmueble, contienen la esencia de un valor poderosísimo que emana de la tiranía de unas coordenadas geográficas sobre la faz de la tierra que son fijas, únicas e irrepetibles. El famoso location, location, location como los tres factores más importantes de un bien raíz.
Y de la peculiaridad de ese valor inmanente y sus implicaciones para la construcción de riqueza y patrimonio de ustedes, queridos lectores, estaré reflexionando en esta columna en INFOBAE MÉXICO durante una serie de artículos sobre el mundo inmobiliario desde la mirada perspicaz del Maestro de las Rentas. Espero que les guste esta particular mirada, y pronto echen raíz en esta columna periodística. Y si no, como el palmito caminante… pueden levar anclas para buscar otros lares más fecundos!
SEMBLANZA:
*Pablo Maestro de las rentas. Emprendedor, investigador e inversionista, tiene más de 30 años de experiencia en investigación académica y diversos puestos gerenciales en el sector logístico, software y bienes raíces en España, Reino Unido, Bélgica, Estados Unidos y México.
Pablo Mateos es doctor en Geografía Humana por University College London (UCL) donde además fue profesor durante cuatro años. Autor de dos libros y más de 50 artículos académicos sobre geografía urbana y de la población, en particular la geografía de la etnicidad, ciudadanía multiple y migración. Es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI Nivel III). Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
Como emprendedor ha sido socio-fundador de Onolytics Inc en el sector de software analytics para marketing y estudios de población. Y en bienes raíces es socio co-fundador de VIVERENT “Vive de las rentas” y su grupo de empresas (Rentiux, Vive Storage y otras).
Pablo, es denominado el “Maestro de las Rentas” porque ha desarrollado un modelo disruptivo de inversión patrimonial en bienes raíces con alta rentabilidad. Ha acuñado el concepto de las rentas intensivas y el triángulo de las rentas, generando propuestas muy innovadoras de viviendas unipersonales incluyendo el ‘coliving’, ‘smartdepas’ y ‘apartaestudios’ pensando los edificios “desde dentro hacia fuera”. Con ello pretende abonar a la creación de vivienda unipersonal asequible en el modelo de rentas y generar un ecosistema que democratiza la inversión para el publico general.
Desde 2018 dirige los webinars quincenales Mastermind Viverent (mas de 150 episodios) donde os interesados pueden ver la experiencia de expertos en bienes raíces y personas que revelan cómo han logrado la libertad financiera con sus rentas.
@pablo.maestro.rentas