“Seguimos estando anestesiados”: el caso Ayotzinapa cumple 10 años sin que lleguen las respuestas

El 14 de septiembre de 2014 desaparecieron 43 normalistas en Iguala, Guerrero, esta situación ha despertado tanto indignación como apatía

Federico Mastrogiovanni menciona que es necesario realizar una pausa para analizar todo lo ocurrido desde el 14 de septiembre de 2014 en Iguala (Jesús Avilés/Infobae México)

El 26 de septiembre de 2024 se cumplen 10 años desde la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, los estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos estaban preparándose con camiones para viajar hasta la Ciudad de México y marchar el 2 de octubre, aniversario de la matanza de Tlatelolco en 1968.

A una década de los sucesos en la noche de Iguala, hay informes, investigaciones, se han girado decenas de órdenes de aprehensión y se han liberado a muchas personas más —algunas de ellas habían sido torturadas para confesar—, pero sigue sin haber una respuesta contundente para las familias de los 43 sobre el paradero de los normalistas.

En este contexto, el escritor Federico Mastrogiovanni sostiene que es necesario realizar una pausa para dar espacio a la reflexión, a contemplar todo lo ocurrido desde un punto de vista periodístico y analizar a la desaparición forzada como fenómeno, algo que lleva haciendo desde 2009 cuando trabajaba principalmente con casos de violencia a migrantes en el suroeste del país.

En conversación con Infobae México, el autor de Ayotzinapa y nuestras sombras; mitologías de una desaparición forzada, menciona que la sociedad en general no se ha tomado el tiempo de analizar hasta qué punto lo sucedido con los 43 normalistas realmente cambió o deberían cambiar las dinámicas del Estado Mexicano y las condiciones en que viven las familias de esos jóvenes:

"Fue el Ejército" y "Fue el Estado" son dos de las consignas que caracterizan este movimiento (REUTERS/Quetzalli Nicte-Ha)

“No hemos sido capaces de involucrarnos, de saber cuánto nos falta como ciudadanía para para tener una mayor conciencia, para tener una mayor responsabilidad sin tener que siempre exigirle las cosas a los que gobiernan todo. Siguen saliendo los últimos informes, la última declaración, la última promesa, pero nunca estamos pensando en lo que queda alrededor

En el libro, el autor va repasando cómo ocurrieron las cosas, qué piensan las víctimas indirectas de la desaparición de los normalistas e incluso charla con Malilla, un estudiante actual de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos. También tiene charlas con madres buscadoras y otros de sus colegas.

El performance y la creación de mitologías

El texto del periodista italiano contempla la performatividad de la falta y el mecanismo de desaparición forzada como una pedagogía del terror, es decir, la ausencia de personas cometida tanto por grupos de delincuencia organizada como por diversos actores del Estado, pero siempre como una forma de mostrar un “escarmiento” a quienes están luchando por alguna causa.

La verdad histórica respecto a los 43 de Ayotzinapa afirmaba que los estudiantes habían sido presuntamente incinerados en el basurero de Cocula REUTERS/Quetzalli Nicte-Ha

Cabe señalar que la desparición de los 43 fue un golpe muy fuerte a los movimientos estudiantiles y tuvo repercusión en todo el país, muy pronto el entonces Gobierno Federal —en el sexenio de Enrique Peña Nieto—ofreció una explicación que ahora es conocida como “la verdad histórica”: los normalistas habían sido capturados por narcotraficantes conocidos como Guerreros Unidos para ser incinerados en el basurero de Cocula.

Más tarde, los análisis realizados por el Equipo Argentino de Antropología Forense determinaron que eso no habría sido posible y fue así como se construyó otra narrativa, una que establece a los normalistas como jóvenes a quienes les privaron de su libertad y el sueño de ser profesores.

En palabras del autor, es esta la narrativa que permitió a la sociedad generar empatía hacia los normalistas e indignación para acompañar a los padres de los 43 en la búsqueda de sus hijos pero aún faltaba entender —y sobre todo, nombrar—que se trató de violencia sistémica sólo posible en un contexto determinado.

En el libro, Mastrogiovanni hace una reflexión sobre las dinámicas que rodean la vida de los normalistas y dibuja el contexto de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, desde las luchas de los activistas Lucio Cabañas y Genaro Vázquez hasta el tipo de ecosistemas en los que está ubicado, además, describe a Ayotzinapa como “una escuela que forma estudiantes entrenados para ser luchadores sociales”.

Para el autor, ambas narrativas contribuyeron a crear un mito en torno a los 43 estudiantes de Ayotzinapa, es por esto que decide hacer un trabajo intelectual contemplando todas las ventanas que se aperturaron a partir de lo sucedido. En sus propias palabras, este trabajo intelectual no es responsabilidad únicamente de los académicos o investigadores, si no de la población en general.

La sociedad anestesiada y la paternalización de movimientos sociales

A lo largo del libro, el autor menciona que el apoyo a los padres de los 43 perdió fuerza a lo largo de los años, así que ante la pregunta ¿Por qué será que la sociedad se vuelve apática a 10 años de un asunto sin resolver?, Mastrogiovanni menciona que la gente suele caer en una dinámica de “estar anestesiado” y también se buscan explicaciones sencillas.

Algunas personas fueron perdiendo su capacidad de acción ante una situación que les fue indignante en un principio REUTERS/Quetzalli Nicte-Ha

“Es orgánico, numéricamente muchos prefieren pensar en su pequeño espacio de lucha cotidiana y esto no es una crítica, me parece natural de alguna manera por un lado; y por el otro, seguimos estando anestesiados y buscamos cada vez más la simplificación o la inmediatez siguiendo ciertos patrones (...)”.

De esta manera, el que la sociedad esté anestesiada significa que ha quedado paralizada e incapaz de actuar ante una situación que le indigna.

Por su parte, el autor tuvo la intención de trabajar en las desapariciones forzadas cuando el término aún era usado como un levantón o ajuste de cuentas —términos relacionados al narcotráfico, “había un problema de enunciación” con la participación de fuerzas de seguridad en la violencia de forma sistemática.

Hacia el final del libro, el autor menciona que es importante nombrar y evitar adornar los actos ilegales que se cometen en nombre de una protesta social, pues si se usan términos como “tomar un autobús” en lugar de “secuestrar un autobús”, se le está restando el peso a la desesperación que tienen dichas acciones.

Ante la pregunta “¿Cómo se descubre la importancia de nombrar las acciones?”, el autor menciona que tuvo una profesora italiana que solía participar de movimientos sociales, pero a su vez, no era permisiva con sus estudiantes que faltaban a clases para ir a marchas o paros, “tienen que entender el peso de sus acciones, si yo les doy permiso de ausentarse por un motivo así, estaría siendo una persona paternalista y no estarían protestando”, compartió.