No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
—y tres o cuatro ríos.
José Emilio Pacheco, “Alta traición”.
Releo con frecuencia a José Emilio Pacheco, y “Alta traición” en particular. Desde la primera vez que leí esos versos me cimbro. Decía las cosas que pensaba y sentía, pero que no encontraban manera de salir. Eso es lo que hacen los poetas: dicen lo que no sabríamos poner en palabras sin su ayuda.
Sigo creyendo en esos versos y, escogidos en mi corazón, tengo esos diez lugares, mis propios puertos y ríos, y una ciudad que me gusta caminar y retratar.
De la gente a la que alude el poema hoy, justo hoy, cuento:
La viuda de un funcionario judicial vestida de blanco sentada sola en una banca sobre Reforma, muy temprano, esperando el inicio de la marcha; la adolescente que con orgullo ofrecía explicar cuál era el trabajo de su padre en un cartel hecho con sus propias manos.
El universitario que lo dijo todo en la pancarta donde escribió “La juventud ampara y protege a la Justicia de la Unión”; la madre que pidió a su hijo simplemente que hiciera lo que tuviera que hacer, tal como su padre hubiera hecho.
Los hijos que se dejaron abrazar la noche de la derrota mal habida; la mujer que cada uno de estos días despidió a su marido deseándole suerte con la más sincera de las voces; los ocho que en el frío de la mañana montaban una guardia ridícula en número, pero infinita en su nobleza; la jueza que arrullo a su bebe antes de acudir al campamento de la noche.
La vecina que nos ofreció pan y café y dijo que entendía, que resistiéramos; los que al día siguiente nos buscaron solidarios y compasivos para hacernos ver que nunca estuvimos solos; los amigos que se encontraron después de tanto en las marchas y concentraciones, sabedores de que la derrota era lo más probable, sin que ello empañara el gusto de saberse juntos.
Los que no han olvidado ni olvidarán el gusto que da discutir un caso y perfilar la mejor solución posible; los que se reinventarán, siempre dignos; los que han leído los versos de Pacheco y tienen escogida en su corazón a “cierta gente” del Poder Judicial de la Federación…
* Miguel Bonilla López, Magistrado de Circuito del Pleno Regional en Materia Penal y de Trabajo de la región Centro-Norte, en la Ciudad de México
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