La mujer que puso bajo la lupa la precaria situación de las costureras tras el terremoto del 19 de septiembre

El terremoto de 1985 en Ciudad de México puso en evidencia las deplorables condiciones laborales de las costureras, un hito que marcaría la vida de la activista

Evangelina Corona fue una luchadora social que defendió los derechos de las costureras (Jovani Pérez/ Infobae)

Evangelina Corona fue una destacada luchadora social que emergió en un momento crítico de la historia de México, el devastador terremoto de 1985 en la capital del país, pues destapó las condiciones deplorables en las que trabajaban cientos de costureras, algunas en talleres clandestinos.

Corona y sus compañeras creían que sus empleadores se responsabilizarían por ellas, pero pronto se dieron cuenta de que sólo se preocupaban por la maquinaria y sus intereses.

Costurera habilidosa, profesión a la que dedicó más de 15 años, Evangelina encontró en este campo el espacio para luchar por los derechos de las obreras mexicanas, de acuerdo con su testimonio en el libro Contar las cosas como fueron de la editorial DEMAC.

¿Cuál fue la labor de Evangelina?

Evangelina Corona Cadena incursionó más tarde en la función pública. (Cuartoscuro)

Evangelina nació en 1938 en San Antonio Cuaxomulco, Tlaxcala. Pertenecía a una familia campesina de ocho hermanos, cinco mujeres y tres hombres que enfrentaron muchas dificultades económicas, lo que limitó su acceso a la educación, dejando la escuela en tercer grado de primaria para trabajar y ayudar en casa.

La activista comenzó a laborar como empleada doméstica a los 12 años en Apizaco, Tlaxcala, para ayudar a sus padres económicamente. En 1953 se mudó a la Ciudad de México donde trabajó para familias que vivían en Lomas de Chapultepec.

Regresó a casa de sus padres al tener a su primera hija, quien nació en febrero de 1960 y fue fruto de un amorío fugaz con un hombre casado. Después de la muerte de su padre, en 1963, regresó a la capital donde cambió su rumbo laboral y se unió al negocio de la costura.

Entre las empresas en las que laboró se encontraban Casa Gante, Jennifer Line, Elisé/Popet y Taller de Cervantes, todas ubicadas en el centro de la CDMX.

El evento que lo cambió todo

El jueves 19 de septiembre de 1985 en México ocurrió un terremoto con magnitud de 8.1 grados. Este evento ocasionó el derrumbe de varias construcciones y el levantamiento de pavimento en varias zonas. El desastre se caracterizó por la movilización de la población civil para ayudar a las víctimas.

En medio del devastador terremoto, Evangelina acompañaba a su hija a la escuela cuando el suelo comenzó a moverse. Después de asegurarse de que su hija estuviera segura, se dirigió a su trabajo en una fábrica de costura, pero el caos en las calles y la interrupción del transporte le dificultaron el trayecto.

Al llegar, se dio cuenta que el edificio donde trabajaba había colapsado, atrapando a muchos de sus compañeros. A lo largo de los días posteriores al sismo, la autora y sus colegas costureras se enfrentaron a la incertidumbre, pues no tenían respuestas claras sobre su futuro laboral, además de lidiar con secuelas físicas y emocionales de la tragedia.

La lucha por el reconocimiento de sus derechos laborales se intensificó cuando descubrieron que sus empleadores priorizaron la recuperación de su maquinaria antes que rescatar a las trabajadoras que se encontraban entre los escombros.

“Entre 6,000 y 7,000 trabajadoras, en su mayoría costureras, fueron afectadas. La mayoría de ellas solían trabajar jornadas laborales de más de 10 horas y recibían menos del salario mínimo oficial. Muchos talleres son empresas fantasmas y, como tales, son capaces de evadir todo tipo de responsabilidades con sólo llevarse su equipo”, menciona el libro.

El jefe del taller les ofreció a Evangelina y a sus compañeras únicamente el 20% de lo que estipulaba la ley para eventos fortuitos como compensación. Se negaron a aceptar la injusticia y decidieron llevarlo a los tribunales.

“La mayoría de nosotras éramos completamente ignorantes de lo que decía la ley al respecto. Y como habíamos rechazado la oferta del jefe, ese mismo día comenzamos a ser contactadas por personas que invitaban a las costureras a unirse y formar lo que luego sería la Unión de Costureras en Lucha”, comenta Evangelina.

La situación de los talleres de costura después del terremoto era crítica. Algunas compañeras denunciaban que ciertos empleadores intentaban obligarlas a ingresar en edificios dañados. Además, había cuerpos que aún no habían sido rescatados.

El 19 de septiembre un terremoto de 7.3 grados sacudió a la Ciudad de México (Pedro Valtierra/ Cuartoscuro)

“Al principio, las costureras sobrevivientes esperábamos que los jefes aparecieran y respondieran por todas nosotras. No obstante, cuando los empleadores aparecían de repente era para llevarse su maquinaria: para ellos esas cosas valían más que las vidas de sus trabajadoras”, continúa.

Muchos de los voluntarios que auxiliaron eran profesores y estudiantes de universidades públicas, quienes ayudaron a reunir a las costureras. Ellas empezaron a hacer guardias para que los dueños no fueran a recuperar sus máquinas, que eran garantías para exigir que las trabajadoras fueran compensadas.

“Las costureras que estábamos en medio de los escombros intentando rescatar a nuestras compañeras, comenzamos a identificarnos entre nosotras porque teníamos necesidades similares y enfrentamos problemas similares. Por eso luego diríamos que ´nuestro sindicato surgió de los escombros´”, agrega.

Inicialmente se formaron dos grupos: la Organización de Costureras del Centro, que comprendía un aproximado de 600 costureras y la Unión de Costureras en Lucha, que incluía trabajadoras de 15 fábricas ubicadas en la avenida San Antonio Abad. Después de varios días decidieron que para tener más poder era mejor fusionar los dos grupos.

“Antes del terremoto del 19 de septiembre no era consciente de la explotación o no explotación. Para mí, 1985 fue un antes y un después en mi vida. Si el terremoto no hubiera ocurrido, todavía estaría despreocupada, satisfecha con que me ofrecieran un trabajo y nada más”, menciona Evangelina en el libro.

El 18 de octubre, un grupo de costureras se reunió con el entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado, quien, después de escuchar sus demandas, las remitió al Secretario del Trabajo, Arsenio Farell Cubillas, para encontrar una solución justa dentro de la ley.

El gobierno aceptó sus peticiones, y al día siguiente, los asesores legales comenzaron a preparar los documentos para formar un sindicato independiente, asegurando que no estuviera vinculado a las federaciones tradicionales.

El 20 de octubre, en el campamento improvisado en la Avenida San Antonio Abad, las costureras eligieron a su Comité Ejecutivo. Aunque Evangelina Corona no estaba inicialmente considerada para el puesto de secretaria general, fue propuesta por los asesores y finalmente elegida por las compañeras. La coalición se formó con otros sindicatos, como el Frente Auténtico del Trabajo, para obtener el registro a nivel nacional.

No fui ni la iniciadora ni la organizadora del sindicato. De hecho, me convertí en su líder, pero eso es algo diferente. Quienes organizaron todo fueron los asesores que ya sabían de lucha y que tenían experiencias previas”, aclara.

Evangelina fue la primera lideresa del sindicato. “Mi propósito será anteponer la verdad, justicia, y poner también, si es posible, la vida. Acaban de decir que uno de los estatutos es no traicionarlos por lo tanto queda un lema en este sindicato: Justicia y verdad para todos los trabajadores”, mencionó en un video transmitido por Canal Once que hace un recuento sobre la vida de la luchadora.

Bajo su liderazgo, el sindicato logró que los patrones pagaran indemnizaciones a las familias de las víctimas y a las desempleadas, además de mejorar significativamente las condiciones laborales en la industria.

Qué fue de la vida de la luchadora social

La activista murió el 2 de enero de 2021. (Cuartoscuro)

Evangelina Corona se convirtió en un símbolo de la lucha de las mujeres trabajadoras contra la injusticia, la discriminación y la falta de derechos. A pesar de haber cursado solo el tercer grado de primaria, su liderazgo y compromiso la llevaron a ser electa diputada en 1991 y candidata a presidenta municipal en el Estado de México.

Desde 2001, trabajó en la Secretaría de Medio Ambiente de la Ciudad de México, continuando su legado de servicio público y defensa de los derechos de los trabajadores.

En 2007 la editorial Demarc invitó a Corona a escribir un libro sobre su vida, pues la empresa se dedica a rescatar historias de mujeres que han realizado labores socialmente importantes. Evangelina no creía que había hecho nada excepcional, sólo había sido una persona más en el mundo y que únicamente había tenido un cambio radical en la vida que llevaba.

Contar las cosas como fueron narra la vida de Evangelina, desde su infancia hasta su papel en el terremoto de 1985. En un boletín publicado en 2008 por la editorial, donde muchas autoras escriben sobre el libro de la activista, se pueden rescatar puntos importantes de su vida.

Su inicio en la industria textil fue algo atropellado, pues comenzó en la costura sin apenas saber manejar una aguja; sin embargo, esto no la detuvo y con el tiempo se transformó en una costurera hábil que luchaba por su libertad y dignidad.

“Lo que he tenido son cambios bruscos en mi vida… cada momento tiene su propio consejo… A partir del terremoto aprendí lo que es el compromiso social. Hay que aceptar que tenemos muchas limitaciones y que falta mucho por hacer, pero lo que sí me queda claro es que tengo el compromiso de ayudar a mi prójimo…”, son palabras que rescata el boletín de Evangelina.

Evangelina Corona falleció el 2 de enero de 2021.