Aunque fue considerado por muchos años como uno de los narcotraficantes más peligrosos de México ―debido al poder que llegó a poseer, entre otras cosas ―, Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán se convirtió en uno de los capos más respetados por la población. Esta situación también se repitió en el ahora extinto Centro Federal de Readaptación Social (CEFERESO) No. 2, donde prisioneros, trabajadores y autoridades hacían lo posible por hacer su estancia amena. Ésta fue la razón.
De acuerdo con diversos reportes periodísticos y testimonios de reos, cuando el otrora líder del Cártel de Sinaloa arribó al penal de Puente Grande ―como era mejor conocido―, la vida de todos con los que se relacionaba mejoró significativamente.
En su libro Los Malditos: Crónica negra desde Puente Grande, el periodista Jesús Lemus explica que, tras la llegada de Guzmán Loera en noviembre de 1995, aquellos que estaban tras las rejas por violaciones, asesinatos, secuestros y otros crímenes comenzaron a disfrutar de fiestas, ricas comidas y privilegios con los que sólo soñaban. Pero eso no fue todo.
Durante su estancia en dicho penal, Noé ‘El Gato’ Hernández le reveló a Lemus que el originario de Badiraguato, Sinaloa, ayudaba económicamente a todo aquel que le solicitara apoyo; lo que provocó que rápidamente se ganara la confianza y el respeto de todos, incluidos directivos. Desde otorgar la oportunidad de comunicarse con sus familiares, hasta pagar atención médica.
“Yo supe que El Chapito ayudó a muchos con operaciones, no sólo de ellos, sino de sus familias. Pagaba contento los partos de las esposas o las hijas de los que estaban aquí. (...) Fácilmente conocí a unos 20 presos a los que el patrón les mandó a pagar el nacimiento de sus hijos o nietos”, declaró ‘El Gato’.
Lemus también refiere en su obra que Hernández le relató otra forma en la que ‘El Chapo’ se ganó a los reclusos: pagando becas a sus hijos.
" A todos los niños de los que se lo pedían les mandaba cada mes una beca que sirviera para comprar libros, uniformes o zapatos. Fácilmente unos 300 presos de los más pobres de esta cárcel recibían seguido la ayuda económica para que los chiquillos no dejaran de estudiar, no le importaba que los presos estuvieran procesados por ser parte de otros cárteles, pues siempre decía que allá afuera eran cosas de negocios, pero aquí todos éramos como hermanos, que debíamos ayudarnos unos a otros (sic)”.
La otra jugada de ‘El Chapo’
Distintos testimonios refieren que los compañeros de celda de Guzmán Loera no eran los únicos que obtenían apoyos. ‘El Gato’ reveló que el narcotraficante solía dar dinero también a oficiales, doctores, enfermeras, cocineras, maestras y psicólogas de Puente Grande.
“No era raro ver a ‘El Chapo’ en el patio atendiendo a los trabajadores de la cárcel, diciéndoles que hablaran con sus abogados, allá afuera, para que les ayudaran en lo que estaban solicitando”, expuso Lemus.
También trascendió que, por cada “mandado” o “favor” que algún oficial le hicieran, Guzmán Loera desembolsaba cinco mil pesos.
Después de dos escapes y tres capturas, el otrora líder del Cártel de Sinaloa fue extraditado a Estados Unidos. En febrero de 2019 fue declarado culpable de 10 cargos por narcotráfico y medio año más tarde sentenciado a cumplir una cadena perpetua ―más 30 años de prisión― en la cárcel de máxima seguridad del país, ADX Florence, ubicada en Colorado.
““El día de rendir cuentas de Guzmán Loera finalmente ha llegado. Jamás volverá a derramar su veneno en nuestro país ni hacer millones mientras se pierden vidas inocentes”, declaró aquel día Richard B. Donoghue, fiscal federal para el distrito este de Nueva York.
Además de la pena carcelaria, el juez Brian M. Cogan le ordenó el pago de una multa de 12 mil 600 millones de dólares, cantidad que el gobierno estimó que el capo había ganado al frente del Cártel de Sinaloa entre 1989 y 2014.