El estudio de la cultura mexica y su visión sobre el cuerpo y la sexualidad fue parte de un detallado análisis en la revista El Tlacuache, un suplemento cultural editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), esto con motivo del Día Internacional de la Diversidad Sexual.
Esta publicación profundiza en cómo los mexicas fundamentaban sus comportamientos cotidianos relacionados con la sexualidad.
La cosmovisión mexica implicaba una educación desde la infancia con la cual se asignaban roles específicos según el sexo.
Al llegar a la pubertad, jóvenes de ambos géneros eran instruidos en los huehuetlatolli (discursos tradicionales) sobre las normas de comportamiento, enfatizando la continencia sexual.
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— INAH (@INAHmx) June 25, 2024
🔹En el marco del #DíaInternacionalDeLaDiversidadSexual, el INAH aborda estos temas para tratar de entender nuestra sociedad actual.
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Este enfoque educativo y la alineación con roles sociales definidos permitían a hombres y mujeres alcanzar prestigio social basado en sus funciones y logros.
En la sociedad mexica, hombres y mujeres podían desempeñar roles diversos como guerreros, sacerdotes, curanderos y mercaderes, cada cual con su respectiva influencia y prestigio en la estructura social.
La antropóloga destaca que todos los integrantes debían mostrar equilibrio corporal, moderación y templanza, consideraciones imprescindibles para disfrutar de la vida terrenal y los beneficios otorgados por los dioses.
En su artículo “Educación sexual, antes y después de la Conquista. Educación sexual en la cultura mexica″, la antropóloga Lorena Reyes Castañeda explora la cosmovisión de los mexicas y apunta que ambos géneros se consideraban fundamentales para mantener una unidad cósmica y social, desempeñando roles complementarios.
Afirma que la interacción entre lo masculino y lo femenino reflejaba la sustentación del orden y la diversidad dentro de su sociedad.
La investigación de Reyes Castañeda, sustentada en diversas fuentes históricas y documentales, revela que los mexicas concebían cada ser humano como un elemento contribuyente al equilibrio cósmico y social.
Esta concepción partía del mito nahua de creación, donde hombre y mujer surgían de fuerzas sobrenaturales: las celestes asociadas a lo masculino y las terrestres a lo femenino.
Reyes Castañeda concluye que comprender la concepción del cuerpo y la sexualidad en la cultura mexica es vital para entender las bases históricas que influyen en la sociedad contemporánea. Se anticipa que una segunda parte del análisis abordará la visión novohispana tras la Conquista.
Cómo eran las uniones de parejas en Tenochtitlán
La cultura mexica, centrada en su capital Tenochtitlán, alcanzó su apogeo demográfico a principios del siglo XVI. Se estima que la población de la urbe llegó a tener alrededor de 200 mil habitantes. Sumando las poblaciones de los asentamientos y ciudades que conformaban el Imperio Azteca, la población total podría haber alcanzado entre 5 y 6 millones de habitantes.
los matrimonios eran una institución importante en la cultura mexica. Eran considerados una unión no solo personal, sino también familiar y comunitaria. Los matrimonios solían ser arreglados por las familias de los contrayentes, e implicaban ceremonias y rituales específicos.
La ceremonia de matrimonio incluía diversos ritos, como la unión simbólica de las ropas de los novios y la realización de ofrendas a los dioses. Los matrimonios eran monógamos, aunque los hombres podían tener varias esposas secundarias, pero solo una principal. La estabilidad del matrimonio era valorada, y había procedimientos específicos para el divorcio en casos excepcionales.
La vida en Tenochtitlán, la capital del Imperio Azteca, era compleja y altamente organizada. La ciudad estaba ubicada en una isla del lago Texcoco, conectada a tierra firme por una serie de calzadas. Existía una gran red de canales, lo que permitía el transporte de personas y mercancías en canoas.
La sociedad azteca estaba jerárquicamente estructurada con un emperador en la cúspide, seguido por nobles, sacerdotes, guerreros, comerciantes, artesanos y agricultores. Los mercados eran centros vibrantes de comercio, con Tlatelolco siendo el mercado principal, donde se intercambiaban productos como alimentos, textiles, cerámica y joyería.
La religión desempeñaba un papel central en la vida cotidiana, con numerosos templos y ceremonias dedicadas a dioses como Huitzilopochtli y Tlaloc. Los sacrificios humanos eran una práctica común para honrar a los dioses y asegurar la continuidad del mundo.
La educación era valorada, con escuelas llamadas calmécac para los hijos de nobles y el telpochcalli para los hijos de plebeyos. Se enseñaban habilidades militares, religión, música, danza y artes.