Qué es el ozono y cómo nos daña

Aunque la presencia del ozono es vital para permitir la vida en el planeta Tierra, existen situaciones en que su presencia puede afectar la salud de seres humanos

La contaminación ambiental y el ozono son preocupaciones importantes relacionadas con el cambio climático y la calidad del aire (Imagen Ilustrativa Infobae)

La capa de ozono, una franja de gas ubicada en la estratosfera de la Tierra, juega un rol esencial en la protección de la vida en el planeta al absorber la mayoría de la radiación ultravioleta (UV) del sol. Sin embargo, el ozono en la atmósfera baja o troposfera, donde respiramos, se considera un contaminante con efectos nocivos para la salud humana.

El ozono a nivel del suelo se forma por la reacción química entre óxidos de nitrógeno (NOx) y compuestos orgánicos volátiles (COV) en presencia de luz solar. Fuentes comunes de estos precursores incluyen emisiones de vehículos, plantas de energía y otras actividades industriales. Durante los días soleados, especialmente en áreas urbanas con tráfico intenso, los niveles de ozono pueden aumentar significativamente, lo que representa un riesgo para la salud de la población.

La exposición al ozono tiene un amplio espectro de efectos adversos en la salud, especialmente respecto al sistema respiratorio. La inhalación de ozono puede causar tos, irritación de garganta y una sensación de ardor en el pecho. Afecta más gravemente a personas con enfermedades respiratorias como el asma, a quienes puede provocarles ataques más frecuentes y severos. También puede reducir la función pulmonar y aumentar la susceptibilidad a infecciones respiratorias.

El "Hoy no circula" es un programa encaminado a reducir las emisiones contaminantes que potencian la formación del ozono (Cuartoscuro)

Los estudios indican que no solo las personas con preexistencias respiratorias están en riesgo. La exposición prolongada al ozono puede disminuir la capacidad pulmonar y contribuir al desarrollo de enfermedades crónicas como el enfisema y la bronquitis crónica, incluso en personas previamente sanas. Los niños, los ancianos y quienes trabajan o hacen ejercicio al aire libre son particularmente vulnerables a los efectos del ozono debido a su mayor exposición y/o menor capacidad para metabolizar este contaminante.

La presencia de ozono a nivel del suelo también está asociada con un aumento en la mortalidad. Investigaciones han correlacionado episodios de alta contaminación por ozono con incrementos en las tasas de hospitalizaciones y muertes por causas cardiovasculares y respiratorias.

Para proteger la salud pública, es crucial implementar medidas que reduzcan la emisión de los precursores del ozono, como mejoras tecnológicas que disminuyan las emisiones de vehículos y la promoción de fuentes de energía más limpias.

El ozono puede afectar las vías respiratorias de las personas que lo aspiran (Imagen Ilustrativa Infobae)

Además, es importante que la población esté informada sobre los niveles de ozono, especialmente durante los meses de verano cuando la concentración tiende a ser más alta. Las autoridades suelen emitir alertas de calidad del aire en días en que se espera que las concentraciones de ozono alcancen niveles nocivos, recomendando limitar actividades al aire libre, especialmente para los grupos de mayor riesgo.

La problemática del ozono a nivel del suelo destaca la importancia de las políticas ambientales y de salud pública en la protección de la atmósfera y, consecuentemente, en la preservación de la salud humana.

La actividad humana también impacta la capa de ozono

Si bien la actividad industrial es un agente que propicia la formación de ozono en la tropósfera, sus efectos también pueden impactar en la capa de ozono que protege al planeta Tierra de la radiación ultravioleta. De hecho, el científico mexicano Mario Molina es reconocido mundialmente por su papel crucial en la identificación del impacto que tienen ciertas actividades humanas sobre la capa de ozono.

Mario Molina investigó sobre los efectos negativos de la actividad humana en la capa de ozono del planeta Tierra (Foto: Cuartoscuro)

Junto con su colega F. Sherwood Rowland, Molina publicó en 1974 un innovador estudio que mostraba cómo los clorofluorocarbonos (CFC), compuestos químicos utilizados en aerosoles y sistemas de refrigeración, se descomponían en la estratosfera liberando cloro, el cual cataliza la destrucción de las moléculas de ozono.

El trabajo de Molina no solo fue pionero en su campo, sino que también tuvo una profunda y duradera influencia en la política medioambiental mundial. Sus investigaciones proporcionaron la base científica para el Protocolo de Montreal de 1987, un acuerdo internacional que logró la eliminación gradual de la producción de CFC y otros gases ozonodepletores.