La especialista de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), María Santos Becerril Pérez, recomienda fomentar las competencias emocionales en niños para asegurar un mejor manejo de las emociones en la adultez. Este proceso educativo integral, que incluye el autoconocimiento, autocontrol y empatía, debería comenzar desde la infancia para facilitar un desarrollo emocional saludable a corto y largo plazo.
La experta en desarrollo emocional infantil y adolescente destaca que una educación emocional adecuada permite que los niños comprendan y expresen sus emociones de manera efectiva, también sienta las bases para habilidades vitales como el trabajo en equipo, la tolerancia, el manejo de la frustración y la construcción de relaciones sólidas en el ambiente laboral y en aspectos personales, como declaró para la revista UNAM Global.
La toma de decisiones responsable es una de las claves
Becerril Pérez propone varias estrategias a padres para cultivar estas competencias en los pequeños. Las principales incluyen el permitir que los niños experimenten sus emociones de forma libre y el reforzamiento de su autoestima a través de la toma de decisiones responsables. La experta enfatizó en reconocer la necesidad de educar a los menores en el entendimiento respecto al origen de sus propias emociones como el enojo y la tristeza, así como en el desarrollo de empatía y autoestima. Este proceso incluye enseñarles a adoptar comportamientos responsables, creando así individuos más equilibrados y conscientes de sí mismos.
Entre los beneficios a largo plazo de una educación emocional desde la niñez, se encuentran una mejor capacidad para involucrarse en proyectos, desarrollar estrategias asertivas de resolución de problemas y fomentar un entorno de tolerancia y respeto cuando se enfrenten a situaciones laborales adversas. La implicación de los padres en este proceso es fundamental para asegurar que los niños y adolescentes crezcan con un conocimiento académico y con una inteligencia emocional fortalecida, un elemento clave para su éxito y bienestar en la vida adulta.
La propuesta de Becerril Pérez resalta la necesidad de una revisión cultural y educativa en la que el aprendizaje y la gestión de las emociones ocupen un lugar prioritario en la formación de los menores. En una sociedad cada vez más consciente de la salud mental, la adopción de estas prácticas podría marcar una diferencia en la preparación de las futuras generaciones para los desafíos de la vida adulta. Con el análisis de las emociones propias, las personas podrían tener mejores vínculos emocionales con los demás, aseguró la experta.