Cuando pensamos en Los Chapitos de inmediato nos viene a la mente el nombre de su padre Joaquín Guzmán Loera, su liderazgo al frente del Cártel de Sinaloa, su vida criminal, sus fugas de las prisiones federales de Puente Grande y de El Altiplano y, por su puesto, su apodo (El Chapo); siendo este último parte de la herencia criminal que el narcotraficante más mediático de las últimas dos décadas dejó a sus hijos.
Además de tomar el apodo de su padre, Los Menores o La Chapiza -como también se hacen llamar Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar y Ovidio y Joaquín Guzmán López- heredaron de manera automática la facción del Cártel de Sinaloa comandada por su padre al momento de su última captura en enero de 2016 y su posterior extradición a Estados Unidos.
Aunque era evidente que Los Chapitos tenían el derecho sanguíneo para controlar los negocios criminales de su padre, otras figuras al interior del Cártel de Sinaloa quisieron arrebatarles esa herencia a Los Menores; así comenzó la guerra con los Damaso López, brazo derecho (”El Licenciado”) de El Chapo Guzmán y amigo (”El Mini Lic”) de Édgar Guzmán López, asesinado en 2008 en Culiacán, Sinaloa.
Acostumbrados desde pequeños a vivir entre armas, dinero y drogas, algunos de Los Chapitos también heredaron los problemas de su padre con otros cárteles: desde aquella con sus tíos los Beltrán Leyva y su primo Alfredo Beltrán Guzmán, alias “El Mochomito”, hasta las emprendidas con el Cártel de Juárez y más recientemente con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Las guerras también se heredan.
Los Chapitos, entre dinero y alcohol
Reportes de periodistas como Anabel Hernández o José Luis Montenegro dan cuenta de algunos de los lujos de Los Chapitos y del Chapo Guzmán, desde el gusto por la ropa de marca, las camionetas de lujo y los relojes de medio millón de dólares marca Dolce & Gabbana; empero, hay algo que al narco sentenciado a cadena perpetua por un jurado en la Corte de Nueva York no sólo les heredó, sino que le gustaba compartir con sus hijos: botellas de whisky.
En uno de los reportes de la Agencia para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) se menciona a Jaime Haz, el sommelier personal de El Chapo Guzmán, encargado de servir los tragos de su marca favorita de whisky, Bucnanan’s -o Bucana como el capo le decía-, de recomendarle y llevarle las botellas más exclusivas del destilado y quien se presume tenía una lista de los funcionarios que enviaban y recibían regalos de Guzmán Loera a cambio de favores para el Cártel de Sinaloa.
En su libro “Los Chapitos: radiografía criminal de los herederos del Cártel de Sinaloa”, el periodista José Luis Montenegro revela que el gusto por el whisky fue otra de las herencias que El Chapo Guzmán les dejó a Los Chapitos, quienes suelen amenizar sus fiestas con la marca favorita de su padre -aunque a veces también toman cerveza Tecate- mientras escuchan música de los artistas más representativos de la música banda. Otra más de las herencias.
En términos económicos es difícil saber lo que recibieron Los Chapitos cuando las autoridades capturaron a su padre; es incierto el dinero que acumuló Guzmán Loera a lo largo de su vida criminal, aunque El Chapo Guzmán apareció cuatro años consecutivos en la lista de los hombres más ricos del mundo de la Revista Forbes: entre 2009 y 2012 su fortuna se calculó en unos mil millones de dólares, lo que no se sabe es cuánto de ese dinero terminó en las cuentas de sus hijos.
En el tráfico de drogas, heredaron las rutas, los nexos y la estructura financiera del Cártel de Sinaloa que comparten con Ismael El Mayo Zambada y con su tío, Aureliano Guzmán Loera, con quienes se presume están en una disputa para tener el control total de la organización criminal que su padre volvió famosa en todo el mundo.