Santa Muerte: ¿Cómo llegó este culto a México?

A pesar de la controversia, este culto sigue ganando adeptos, la veneración a esta figura la posicionó como un elemento central en la comunidad de Tepito y otras zonas de nuestro país

Su dedicación no solo revitalizó la veneración a esta figura, sino que también la posicionó como un elemento central en la comunidad de Tepito y más allá (Áurea Itandehui Del Rosario)

En México y diversas partes de América Latina, el culto a la Santa Muerte ha generado controversia entre distintas denominaciones cristianas, como la Iglesia Católica, evangélica y otras corrientes, que consideran su veneración como contraria a los principios religiosos establecidos. A pesar de esto, sus devotos argumentan que la muerte, siendo parte intrínseca de la naturaleza, no puede ser vista de manera negativa.

El debate se centra en la personificación de la muerte como entidad sagrada, una concepción rechazada por la mayoría de las iglesias cristianas, que argumentan que solo los seres humanos pueden alcanzar la santidad a través de la comunión y la amistad con Dios. Esta discrepancia ha llevado a que varias iglesias condenen la adoración a la Santa Muerte, calificándola incluso de idolatría.

La veneración a la Santa Muerte en México se ha consolidado como una manifestación cultural que destaca por su singularidad y profundo arraigo en la identidad del país. Representada como un esqueleto, esta figura es símbolo de protección, auxilio en adversidades y guía espiritual para sus fieles, a pesar de la controversia y las críticas que ha suscitado.

La polémica del culto a la Santa Muerte en el corazón de las creencias latinoamericanas (Áurea Itandehui Del Rosario)

¿Cómo llegó a México el culto a la Santa Muerte?

El origen de esta devoción se remonta a la época colonial, específicamente en una calle del Centro Histórico de la Ciudad de México, antiguamente conocida como la calle De la Santa Muerte, cerca de un Convento de la Orden de los Camilos.

Esta práctica estaba dedicada a ofrecer a los enfermos una muerte en paz, simbolizada con una figura esquelética. La influencia prehispánica, con deidades como Mictlantecuhtli, ha sido fundamental en la evolución de esta representación.

A lo largo de los siglos, la representación de la muerte ha cruzado fronteras, manifestándose en diferentes culturas alrededor del mundo, incluyendo la danza macabra en Europa. Sin embargo, fue en el siglo XX cuando la figura de la Santa Muerte resurgió con fuerza en México, especialmente a partir de la década de los 50 y 60 con la aparición de estampas y figurillas, alcanzando una popularidad masiva hacia los años 90.

‘Doña Queta’, reconocida como una de las pioneras en establecer un altar público dedicado a la Santa Muerte en 2001 en el barrio de Tepito, Ciudad de México, ha sido una figura clave en la difusión de esta devoción. Su compromiso inspiró a numerosos seguidores a lo largo del país, marcando un hito en la visibilidad y práctica de este culto.

La veneración de la Santa Muerte enfrenta la oposición de tradiciones cristianas establecidas, redefiniendo el espectro religioso en América Latina (Áurea Itandehui Del Rosario)

En el 2005, el Gobierno de México, a través de la Secretaría de Gobernación (SEGOB), canceló el registro legal del culto, aduciendo que desviaba los objetivos de las leyes de culto públicas establecidas en el país.

El culto a esta figura esotérica se ha asociado frecuentemente con rituales y prácticas marginales, especialmente en contextos de pobreza y delincuencia, lo que ha contribuido a su estigmatización por parte de sectores más tradicionales.

El culto a La Santa Muerte ha trascendido su asociación original con el crimen organizado y figuras políticas, alcanzando una presencia significativa en la cultura popular y urbana de México y algunas regiones de Latinoamérica. Esta veneración ahora también abarca a sectores marginados y estigmatizados de la sociedad, como las sexoservidoras, miembros de la comunidad LGBT y personas involucradas en el comercio informal.

Contrario a las críticas, la figura esquelética emerge como una fuente de guía y protección espiritual para una comunidad creciente de fieles (Áurea Itandehui Del Rosario)

Origen de la Santa Muerte en México

Este fenómeno religioso y cultural, que une antiguas creencias indígenas con prácticas contemporáneas, ha crecido significativamente en número de seguidores, abarcando una diversa gama de individuos, desde políticos hasta miembros del crimen organizado.

Según la historia, el origen de este culto data de 1795 en un poblado del centro de México, donde se vio por primera vez la veneración a un esqueleto denominado Muerte. No obstante, su popularización y el crecimiento del culto, según relatos, se dieron en la década de 1960 en Catemaco, Veracruz, cuando se expandió el culto a pesar de la desaprobación de la iglesia católica, que lo consideraba un acto de satanismo. Esto contribuyó a que la práctica se difundiera mayormente de manera oculta o entre pequeños círculos.

A partir de los años noventa, con la reforma a la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público impulsada por el presidente Carlos Salinas de Gortari, México experimentó un cambio significativo en la libertad de culto.

Desencuentros con la ley marcan el camino de una fe que busca su lugar en el espectro religioso mexicano, enfrentando cancelaciones y controversias (Áurea Itandehui Del Rosario)

Esta reforma, junto con la crisis económica de 1994, propició no solo una diversificación en la expresión religiosa, sino también un crecimiento en la devoción hacia la Santa Muerte. El culto ganó relevancia como un refugio espiritual para aquellos enfrentando momentos de crisis, marginación o peligro.

Suele representarse en diversas formas, incluyendo masculina, femenina o andrógina, con atributos que varían desde la guadaña y el rosario hasta túnicas largas blancas y coronas de oro. Estas representaciones se acompañan de símbolos como cráneos, el mundo, relojes de arena, entre otros, destacando su rol como protectora y patrona de sus fieles.

La veneración hacia la Santa Muerte se caracteriza por su inclusividad, aceptando seguidores de todos los estratos sociales y ofreciendo un santuario a aquellos que buscan protección, salud, y ayuda en asuntos de justicia o recuperación de bienes perdidos.

La Iglesia Católica Tradicionalista mexicano-estadounidense (ISCAT Mex-USA) perdió su registro como agrupación religiosa en México en abril de 2005 después de que la Secretaría de Gobernación (SEGOB) identificara prácticas que infringían la ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público del país.

La pandemia de COVID-19 destaca el papel de la devoción en la búsqueda de protección y salud ante la adversidad global (Áurea Itandehui Del Rosario)

Este acontecimiento tiene lugar tras el crecimiento significativo del culto, especialmente en su veneración hacia la figura de la “Muerte”, a pesar de que originalmente omitieron este detalle al solicitar su registro en el año 2000, el cual había sido concedido en 2003.

El retiro del registro se debió oficialmente a una denuncia realizada por Noé Guillén Ibáñez, exministro de la congregación, después de ser expulsado por disputas con otro ministro. La decisión de la SEGOB revocó varios derechos fundamentales de la organización, incluida la capacidad de poseer propiedades, realizar actos jurídicos, traer ministros de culto extranjeros al país y transmitir sus rituales a través de medios masivos.

En medio de un contexto marcado por la desregulación gubernamental y un aumento en la violencia relacionada con los carteles de narcotráfico en México, la popularización del culto a la Muerte creció, alimentada en parte por su asociación con figuras del crimen organizado.

Según reportes de La Jornada y El Universal, la SEGOB, en 2007, negó haber concedido nuevamente cualquier forma de reconocimiento legal a la ICAT Mex-USA, contradiciendo afirmaciones de líderes del culto sobre una supuesta readmisión. La Secretaría subrayó que cualquier agrupación que se ostente como asociación religiosa sin el registro debido, estaría sujeta a sanciones.

Aunque en 2006 se hizo un intento por recuperar el registro, una notificación oficial de la SEGOB aclaró que se debería esperar un plazo de cinco años para considerar dicha posibilidad. Sin embargo, las iglesias pertenecientes a esta denominación pueden continuar operando sin reconocimiento legal.

David Romo Guillén, líder de esta creciente denominación religiosa, anunció en su momento la construcción de una catedral dedicada a La Santa Muerte en la Ciudad de México, proyectada para albergar a 500 fieles y con un costo de 38 millones de pesos.

La expansión de estos lugares de culto refleja tanto el crecimiento como la complejidad de las prácticas y creencias en torno a esta figura. Por otro lado, la Iglesia Católica, representada por el Papa Francisco, ha expresado una firme condena hacia el culto, calificándolo de promover una comercialización macabra de la muerte.

Durante la pandemia de COVID-19 en 2020, la devoción hacia La Santa Muerte experimentó un auge, con devotos buscando protección y salud ante el avance del virus, lo que demuestra cómo la fe y las prácticas espirituales pueden intensificarse en momentos de crisis.

Protección y guía espiritual, las promesas de la Santa Muerte a sus fieles

Sin embargo, la controversia no ha estado ausente, dado que David Romo Guillén fue sentenciado a 66 años de prisión por crímenes como robo, secuestro y extorsión; además, en 2012, ocho personas fueron arrestadas en Sonora por utilizar el culto en rituales que incluyeron el asesinato de dos niños y una mujer.

Historia religiosa

En el municipio de Catemaco, Veracruz, surge una historia de fe y devoción marcada por la aparición de la Santísima Muerte a un hombre conocido por sus habilidades místicas llamado Mateo. Este encuentro trascendental, acontecido en una humilde choza durante un ritual, se convirtió en el origen de un culto que hoy trasciende fronteras, venerando a la Santa Muerte como símbolo de protección, amor y justicia.

La narración cuenta que una noche, en medio de un ritual, Mateo fue testigo de cómo el humo de la fogata adoptó la forma de la Santa Muerte, quien se presentó ante él no como una figura a temer, sino como un ser de luz que prometía guía y consuelo a las almas en su tránsito hacia el más allá.

Lejos de las críticas, este culto proporciona un refugio y esperanza a quienes lo practican, mostrando la complejidad de la espiritualidad contemporánea (Áurea Itandehui Del Rosario)

A pesar de la incredulidad inicial del clérigo local, Mateo se convirtió en el primer devoto y mensajero de la Santa Muerte, estableciendo las bases de lo que sería una práctica religiosa extendida entre sus seguidores.

Con el tiempo, la fe en la Santa Muerte se propagó desde Catemaco más allá de sus fronteras originales, gracias a la determinación de Mateo y sus seguidores de honrar y compartir su mensaje. Altares en su honor comenzaron a erigirse y la devoción por esta figura creció, convirtiéndose en refugio para aquellos que se sentían desamparados o marginados por la sociedad.

A lo largo de los años, la práctica del culto a la Santísima Muerte incluyó la realización de misas, rituales, y la particular solicitud de Mateo antes de su muerte, sobre el acto de colocar una veladora roja como símbolo del amor universal para asegurar una transición pacífica al final de la vida.