Pablito Calvo, el inolvidable “Marcelino”, sigue siendo un icono del cine español, casi setenta años después de que encantara al mundo con su actuación en Marcelino, pan y vino.
La película, estrenada en 1955 fue dirigida por Ladislao Vajda, y se basa en un cuento del mismo nombre escrito por José María Sánchez Silva.
La historia gira en torno a un niño huérfano llamado Marcelino, quien fue abandonado en las puertas de un monasterio y criado por los monjes.
El filme es conocido por su carga emotiva y por explorar temas como la fe, la esperanza y los milagros. Destacó tanto por su narrativa como por las actuaciones, convirtiéndose en un clásico del cine español y ganando varios premios internacionales.
Transmitida en las televisoras de España y Latinoamérica cada Semana Santa desde hace décadas, no sólo ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín sino que también cosechó reconocimientos en Cannes, evidenciando el impacto global de esta tierna historia y de su joven protagonista, Pablito Calvo.
Su vida, marcada por el salto a la fama desde una audición donde buscaban “niños con cara de santos”, refleja tanto el brillo efímero de la fama infantil como la resiliencia ante su eventual disminución.
El vínculo de Pablito con el universo católico alcanzó un punto culminante cuando fue recibido por el papa Pío XII, quien le obsequió un rosario en una audiencia privada para que lo usara en su primera comunión.
Esta anécdota subraya la trascendencia de Marcelino, pan y vino más allá de lo cinematográfico, adentrándose en la esfera de lo religioso e iconográfico de la época.
“Había muchos niños que querían ese papel, pero las pruebas las gané yo. Creo que me pagaron unas cinco mil pesetas nada más, pero yo me lo pasé muy bien. Para mí era como jugar,” confesó Calvo ya adulto hace más de dos décadas al periodista Manuel Román sobre su experiencia en el rodaje, que incluyó localidades como El Espinar en Segovia y La Alberca en Salamanca.
“En su día ya tuve que verla muchas veces por obligación. Las primeras veces me dormía y me sacaban del cine en brazos porque era muy pequeño”, reveló Calvo respecto a las muchas ocasiones que tuvo que ver la película.
La voz de Pablito fue doblada por Matilde Vilariño, destacada locutora de Radio Madrid, contribuyendo así a la magia del film.
Tras su estrellato, Calvo exploró otros caminos, incluyendo una carrera en Ingeniería Industrial y negocios fuera de los reflectores, como una boutique y una hostelería junto a su esposa Juana Olmedo.
La muerte de Pablo Calvo a sus 51 años
La trágica muerte de Calvo suscitada el 1 de febrero de 2000, a pocos días de cumplir 52 años debido a un aneurisma cerebral, marcó el fin de una era y el recuerdo de un ícono infantil que había dado esperanza y entretenimiento a una España en plena posguerra.
“No era un actor. Era el hombre que me hizo feliz durante los veintitrés años que hemos estado casados”, declaró su viuda a la revista ¡Hola!, dejando entrever el profundo impacto personal detrás del personaje público.
La obra de Calvo, tanto en Marcelino, pan y vino como en otros clásicos como Mi tío Jacinto y Un ángel pasó por Brooklyn, sigue llevando a las audiencias en un viaje emocional, recordándonos su breve pero brillante paso por el cine.
Su legado, sin embargo, va más allá de sus películas; representa una época de inocencia y esperanza en la historia de España, una huella indeleble que persiste en el imaginario colectivo.
A medida que nos aproximamos al 70 aniversario de Marcelino, pan y vino, la figura de Pablito Calvo renace en la memoria colectiva, no sólo como un niño actor que cautivó a audiencias globales, sino como un símbolo de una época dorada del cine español.