Quiénes son Los Palillos, la escisión del Cártel de Tijuana que operaba en EEUU

Esta escisión del cártel está implicada en al menos catorce asesinatos, señal de un fenómeno poco común de violencia de cárteles mexicanos en Estados Unidos.

Foto: Semanario Zeta

En una serie de crímenes que atraviesan la frontera entre México y Estados Unidos, “Los Palillos”, una fracción separada del Cártel de Tijuana, extendió la violencia al suelo estadounidense en la década de 2000, particularmente en San Ysidro, en las afueras de San Diego, California.

Esta escisión del cártel está implicada en al menos catorce asesinatos, señal de un fenómeno poco común de violencia de cárteles mexicanos en Estados Unidos.

Los perpetradores adoptaron métodos brutales, incluido el estrangulamiento de las víctimas antes de disolver sus restos en ácido, una táctica notoriamente asociada con Santiago Meza López, alias “El Pozolero” que trabajaba al Cártel de Tijuana, también conocido como el Cártel de Los Arellanos Félix (CAF)

Después, los residuos de los restos se sepultaron bajo un rancho de caballos en terrero árido, marcando un inquietante episodio de violencia transfronteriza.

La mayoría de estos actos se concentraron en California, extendiéndose incluso hasta Kansas City, Misuri.

“Los Palillos” no solo cometieron homicidios sino también secuestros, exigiendo rescates por personas mayormente afiliadas a cárteles, en una clara indicación de que la guerra entre estas estructuras criminales había cruzado la frontera.

El Cártel de Tijuana tiene sus orígenes a finales de la década de los 80.

Además, al puro estilo de Benjamín Arellano Félix, uno de los líderes del CAF, quien entre los años 80 y 90 vestía uniformes de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos contra la Salud de Baja California, algunos de los integrantes de Los Palillos se disfrazaron de oficiales de policía estadounidenses y atacaron a un agente de verdad de Chula Vista, narró al periodista Ioan Grillo, Steve Duncan, un agente que trabajó para el Departamento de Justicia de California y que también formó de los grupos de trabajo golpearon al Cártel de Tijuana.

Duncan enfatizó la importancia de combatir estos crímenes en territorio de EEUU. “Lo están haciendo en nuestro territorio y se están saliendo con la suya. Y eventualmente alguien inocente saldrá lastimado”, expresó, señalando un episodio particular donde un policía de Chula Vista fue baleado, lo que añadió urgencia a la operación para la captura de estos sujetos.

La investigación de estos crímenes fue larga y compleja, y tomó dos años luego de que los restos acidificados fueran enterrados antes de que la policía los descubriera. La recopilación de pruebas atravesó varios estados, complicando el proceso de identificación de víctimas y el encaje de piezas en el rompecabezas criminal.

(Especial)

La justicia finalmente alcanzó a la mayoría de los implicados en la ola de terror de “Los Palillos” en juicios llevados a cabo durante la década de 2010, aunque algunos miembros aún permanecen en fuga.

“Es importante que la gente sepa que esto puede suceder”, sentencia Duncan, subrayando la necesidad de permanecer alerta ante la posible infiltración de la violencia de los cárteles en la sociedad estadounidense.

En el fondo, estos incidentes subrayan una trágica realidad: mientras los cárteles de la droga continúan su lucha por el poder y el territorio en México —donde se han registrado más de 400 mil asesinatos desde 2006 al 2023, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)— su violencia, aunque en menor medida, ha encontrado caminos para cruzar la frontera norte.

Mientras este capítulo en la historia del crimen organizado entre México y Estados Unidos parece haber concluido con la captura de los miembros de “Los Palillos”, el precedente que establece es inquietante.

La capacidad de los cárteles para actuar con impunidad, incluso más allá de sus fronteras tradicionales, es un recordatorio de la amenaza constante que representan no solo para México sino también para su vecino del norte.

En este contexto, cabe recordar que la Fiscalía General de la República (FGR) informó el pasado 5 de marzo que El Pozolero fue sentenciado a más de 30 años de prisión por diferentes delitos, como delincuencia organizada, inhumación clandestina, secuestro y asociación delictuosa.

Esto a 14 años del arresto ocurrido en Tijuana en 2009 y presentado ante la población en televisión nacional el 25 de enero de ese año.