La Ciudad de México ―y el Valle de México en general― actualmente vive una de sus peores crisis hídricas. Las autoridades no han declarado emergencia por escasez de agua pese a que se avecina el llamado “Día Cero” para el Sistema Cutzamala, sin embargo, en realidad hay al menos dos ocasiones en las que la capital sufrió por la falta de agua.
El conflicto de 1916
En el corazón de la lucha por el poder y el territorio entre las fuerzas zapatistas y carrancistas, se gestó un conflicto cuya consecuencia directa golpeó a la vida cotidiana de los habitantes del Distrito Federal (hoy Ciudad de México): el acceso al agua se vio severamente comprometido.
Durante el mes de octubre de 1916, las tropas zapatistas implementaron una estrategia que, aunque menos convencional que el enfrentamiento armado en el campo de batalla, resultó igualmente efectiva y devastadora. Al tomar control de los pozos de agua en Xochimilco, un vital suministro para la ciudad en esos tiempos, consiguieron imponer un asedio que trascendía lo militar y tocaba directamente la vida diaria de la población.
Este movimiento no sólo buscaba mermar la capacidad de resistencia de las fuerzas carrancistas a través de la escasez, sino que también enviaba un mensaje claro sobre el control del territorio y los recursos.
Registros de la época señalan que, al cortar el suministro de agua, las tropas zapatistas buscaban presionar al gobierno carrancista, mostrando su capacidad para influir directamente en la capital del país. Pero más allá de la táctica militar, esta acción tuvo un impacto profundo en la población civil, que se vio forzada a enfrentar la adversidad de vivir sin un recurso tan esencial como el agua.
La escasez afectó no solo el consumo personal y doméstico, sino también la higiene urbana. En una época donde las epidemias ya eran una preocupación constante, la imposibilidad de mantener la limpieza en las calles y espacios públicos incrementó el riesgo de brotes, añadiendo una capa más de complejidad a la crisis. La ciudad, a pesar de estar acostumbrada a las vicisitudes políticas y los cambios de poder, se encontró frente a un desafío que tocaba la base misma de su subsistencia.
La respuesta del bando carrancista, intentando retomar el control de los pozos mediante una operación que parecía sacada de una novela de estrategia militar, acabó en fracaso cuando los zapatistas detectaron su presencia y reafirmaron su control sobre el agua. Este episodio demostró la importancia crítica del agua no sólo como un recurso vital para la vida humana, sino también como una herramienta de poder y control en contextos de conflicto.
La recuperación de los pozos de agua en Xochimilco fue llevada a cabo por una operación militar dirigida por el general Joaquín Amaro quien, consciente del papel crucial que jugaba el agua no sólo en la cotidianidad de la ciudad, sino también en el contexto de la salud pública, organizó a sus tropas para una intervención directa.
Movilizando más de 300 soldados, muchos de ellos experimentados en la combatividad del territorio mexicano, Amaro lideró un ataque sorpresa contra las posiciones zapatistas en Xochimilco. La estrategia, centrada en la rapidez y el sigilo, buscaba minimizar el tiempo durante el cual la ciudad permanecería sin agua, así como reducir el riesgo de daños a la infraestructura hídrica.
La operación resultó en confrontaciones directas con los defensores zapatistas, donde, tras una serie de combates, las fuerzas de Amaro lograron recuperar el control de los pozos. Este éxito militar no solo significó la reanudación del suministro de agua a la capital, sino también un golpe estratégico contra las fuerzas zapatistas, demostrando la capacidad del gobierno carrancista para asegurar y mantener el control sobre recursos esenciales.
La falla de 1922
El conflicto del agua en el antiguo Distrito Federal en 1922 comenzó cuando una compuerta en la planta de La Condesa, encargada de distribuir el agua traída desde Xochimilco hacia la ciudad, no se levantó adecuadamente. Esto provocó que las bombas hidráulicas inundaran la estación distribuidora, afectando los motores y deteniendo el bombeo de agua hacia la ciudad.
Como consecuencia, el suministro de agua quedó restringido a apenas dos horas diarias, una en la mañana y otra en la tarde, desencadenando una crisis de acceso al agua en la capital.
Para hacer frente a la escasez, los residentes de la ciudad recurrieron a buscar agua de fuentes públicas, aunque muchos se enfrentaron a la dificultad de encontrarla disponible. La situación llevó a la venta de agua contaminada a precios exorbitantes, aprovechando la desesperación de la población. Mientras tanto, ciertos funcionarios y regidores municipales recibieron suministro de agua a través de pipas, aumentando el descontento y la indignación entre la ciudadanía.
En un intento por solventar la crisis, las autoridades instalaron bombas provisionales de baja potencia y consideraron transportar agua desde el Desierto de los Leones. Sin embargo, las medidas resultaron insuficientes para satisfacer las necesidades de la población, lo que condujo a la organización de manifestaciones para protestar contra el Ayuntamiento por su manejo de la crisis.
La persistencia del problema llevó a los habitantes de la Ciudad de México a manifestarse, exigiendo una solución y la destitución de las autoridades responsables. Las protestas escalaron en violencia, resultando en enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden, dejando cinco muertos y varios heridos.
Finalmente, la situación comenzó a normalizarse cuando se logró aumentar el bombeo de agua desde fuentes alternativas y se planificó una reestructuración en la gestión de los servicios de agua y alumbrado público de la ciudad.
No sería hasta décadas después cuando la idea del Sistema Cutzamala nació. Fue a finales de la década de 1970, como parte de los esfuerzos para solucionar la creciente demanda de agua potable de la Ciudad de México y su zona metropolitana, que nació la idea de crear este Sistema.
Durante esa época se reconoció la necesidad de buscar nuevas fuentes de abastecimiento que pudieran complementar las existentes y asegurar un suministro de agua sostenible para la creciente población.
La planificación y diseño del proyecto tomaron varios años, considerando la complejidad técnica y los desafíos logísticos que implicaba captar, tratar y transportar agua desde una distancia considerable hasta la ciudad. La construcción comenzó a fines de la década de 1970, culminando con la puesta en marcha de la primera fase del sistema en 1982.