Hace años se rompieron casi todos los pactos en el mundo del narco: no matar niños y esposas era uno de ellos, pero existe otro “código” que hasta la fecha sigue vigente entre los enemigos que un día si y otro también se enfrentan en intensas balaceras para hacerse con el control de las plazas. Las mamás no se tocan.
La razón para respetar el “código” es simple, acatar a la madre de un enemigo se paga con la misma moneda y -como se dice en el mundo criminal- “hasta los narcos tienen madre”.
No debemos dejar pasar que los integrantes de los distintos cárteles del país también forman parte de la sociedad mexicana, de ahí que tengan costumbres y pensamientos tan arraigados como aquellos que no pertenecen al mundo criminal: las mamás son sinónimo de respeto y protección por ser en múltiples historias las responsables de la educación, formación y futuro de sus hijos.
Las mamás mexicanas -incluidas las de los narcos- suelen ser las responsables de llevar el control en miles de hogares, cuidan a los hijos hasta que crecen y son capaces de emitir un regaño o castigo cuando se requiere; en los narcos de la vieja escuela que crecieron en provincia estos valores familiares eran tan fuertes que los llevaron a establecer “códigos” que con el paso se fueron rompiendo. Pero, a la madre de le respeta.
El ataque a la casa de la mamá de El Chapo
Quizá uno de los pocos ejemplos de los que podemos echar mano sea el ataque en La Tuna, Badiraguato, a la casa de María Consuelo Loera Pérez -madre de El Chapo Guzmán- orquestado por Jesús Alfredo Beltrán Guzmán, alias “El Mochomito”, hijo de Alfredo Beltrán Leyva y sobrino de El Chapo.
“El Mochomito” culpaba a su tío Aureliano Guzmán Loera, alias “El Guano”, y a sus primos Iván Archivaldo y Jesús Alfredo del asesinato de Ernesto Guzmán Hidalgo, su abuelo, medio hermano de El Chapo Guzmán y presuntamente quien habría filtrado información a la PGR para que lo detuvieran en 2014.
Pese al ataque de “El Mochomito” a La Tuna que duró una semana con 150 hombres bajo su mando fuertemente armados, donde al menos ocho personas murieron; y además de saquear la casa de la mamá de El Chapo Guzmán en busca de “El Guano”, los herederos de la Organización Beltrán Leyva la dejaron ir y permitieron que subiera a una avioneta.
Las mamás de Caro Quintero y El Chapo Guzmán
Dos de los nombres más reconocidos en el mundo del narco son los de Rafael Caro Quintero, fundador del Cártel de Guadalajara, y Joaquín Guzmán Loera, el exlíder del Cártel de Sinaloa pagando una cadena perpetua en EEUU; sin embargo, en el último mes sus nombres llenaron los medios de comunicación por la noticia sobre la muerte de sus madres.
La primera en perder la vida fue Consuelo Loera a la edad de 94 años. Trascendió que estaba hospitalizada en una clínica privada de Culiacán cuando el 10 de diciembre murió a consecuencia de las secuelas que le provocó un contagio de Covid-19.
Un mes después se reportó el fallecimiento de Hermelinda Quintero -se presume que también tenía cerca de 91 años-. Hasta el momento no se ha confirmado la causa de la muerte, pero trascendió que se debió a causas naturales propias de su avanzada edad.
En 2001 Rafael Caro Quintero le dijo al periodista Julio Scherer que quería salir de prisión para poder ver a su familia: us hijos, su esposa, sus hermanas y su mamá. El llamado “Narco de narcos” logró su deseo en agosto de 2013 cuando un Tribunal Colegiado le devolvió su libertas; se desconoce si volvió a ver a su madre mientras se escondía de la justicia que lo seguía buscando y logró recapturarlo en julio de 2022 en la zona montañoza de Sinaloa.