Carlota de México, princesa de Bélgica, pasó a la historia como la primera emperatriz de mexicana y su estadía en tierra azteca es hasta hoy del interés de especialistas en el Segundo Imperio Mexicano. Como resultado algunos detalles sobre ella han salido a la luz.
Entre los pormenores de la emperatriz Carlota revelados por los expertos está su forma de vestir. En retratos de la época es evidente que utilizaba vestidos ampones fabricados en finos materiales.
Pero sin duda la mejor muestra del estilo de la esposa de Maximiliano de Habsburgo es un vestido que dejó en México. Se trata de una prenda rosa elaborada en tafeta de seda con escarolas y berta (encaje utilizado en el escote).
El vestido fue rehabilitado por la restauradora Lorena Román y un equipo de estudiantes de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La especialista en restauración de textiles reveló que es posible que se trate del vestido con el que Carlota llegó a México. Conviene recordar que la emperatriz y el emperador Maximiliano desembarcaron en Veracruz el 28 de mayo de 1864.
Tal como se esperaba de un miembro de la realeza, la joven emperatriz estaba ataviada con un lujoso vestido. Lorena Román reveló ante los micrófonos de Radio INAH los motivos por los que se cree que la prenda que restauró es con la que Carlota de Bélgica arribó a territorio mexicano.
“Ese vestido probablemente lo usó cuando llegó a México y se subió al carruaje de Maximiliano, porque trae un vestido, pero trae como una abrigo, entonces no se ve realmente si es o no es pero es un vestido rosa también”, explicó al historiador Salvador Rueda, quien dirigió la entrevista.
El vestido de la emperatriz Carlota que se quedó en México gracias a una macha de vino
La prenda quedó en el país por un hecho fortuito ocurrido en 1867 en Puebla, donde hizo una parada antes de dejar el país para pedir ayuda para el emperador Maximiliano. El hecho fue relatado por la restauradora Lorena Román, quien refirió que durante un evento organizado para la emperatriz Carlota, una mujer identificada como Teresita López accidentalmente arrojó vino sobre su vestido.
Carlota de México se quitó el vestido manchado y terminó por regalarlo a Teresita López, quien lo atesoró hasta sus últimos días de vida y finalmente obsequió a una mujer, la señorita Moreno, quien lo heredó a sus descendientes, de tal forma que estuvo entre las pertenencias de su familia por generaciones.
Mucho después de la muerte de la emperatriz, su vestido fue visto en una exhibición de moda en 1965 en beneficio de la iglesia. Para ese momento había sido modificado por completo: las dos piezas que lo conformaban fueron unidas y el encaje del escote quedó destrozado.
Tal prenda es la única que la emperatriz dejó en el país, aunque la escritora Edith Saunders señala en su libro The age of Worth (1955) que antes de viajar a México le encargó al diseñador Charles Frederick Worth confeccionar más de cincuenta vestidos.
En la actualidad el vestido de la emperatriz Carlota forma parte del acervo indumentario del Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec, en la Ciudad de México.
La restauración de la prenda representó un reto para el equipo liderado por Lorena Román, quien sostuvo que tuvo que ser reconstruido en su totalidad ya que había demasiados daños.