¿Cuál es la vacuna contra el herpes zóster y por qué es necesaria su aplicación?

El herpes zóster, también conocido como culebrilla, es una infección responsable de provocar un sarpullido doloroso en quienes lo padecen. El malestar es originado por el virus de la varicela-zóster, el mismo agente patógeno detrás de la varicela. Una vez que una persona ha sufrido esta enfermedad, el virus se aloja en el organismo de manera latente y puede mostrar signos de inactividad por un largo periodo. Sin embargo, con el avance de la edad, el puede reactivarse y desencadenar la aparición de la culebrilla.

El contagio es un tema de interés debido a la naturaleza recurrente: es imposible que se trasmita de persona a persona. Aquellos que nunca han tenido varicela, sin haberse vacunado contra ella podrían contraer este último virus al estar en contacto directo con el fluido de las lesiones cutáneas de un paciente con culebrilla. Se considera que el riesgo de transmisión es mínimo si se mantiene cubierta la zona afectada, de acuerdo con la información de los Institutos Nacionales de Salud en Estados Unidos (NIH). En México, se estima que al menos el 20% de la población lo tiene en algún punto de su vida, según la Secretaría de Salud (SSA)

Una medida preventiva clave es proteger la infección, también es recomendable evitar el contacto estrecho con personas susceptibles, como embarazadas, recién nacidos o personas con sistemas inmunitarios debilitados. Dado que la culebrilla puede ser más frecuente en adultos mayores o personas con inmunosupresión, es crítico considerar la vacunación como una estrategia adecuada para prevenir la enfermedad. Asimismo, el conocimiento acerca de las etapas de contagio y el manejo adecuado de las lesiones cutáneas puede contribuir a reducir la transmisión del herpes zóster.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han emitido una recomendación para que los adultos de 50 años en adelante reciban dos dosis de la vacuna Shingrix, que protege contra la culebrilla o herpes zóster y sus complicaciones. Del mismo modo, se insta a los adultos mayores de 19 años con sistemas inmunitarios debilitados por enfermedades o terapias, a inmunizarse debido al riesgo elevado de desarrollar la enfermedad. La aplicación se realiza mediante inyección en el brazo.

La eficacia de la vacuna Shingrix en la prevención del herpes zóster supera el 90% en personas mayores de 50 años con un sistema inmunitario saludable. Además, ofrece protección contra la neuralgia posherpética (NPH), manteniendo la inmunidad al menos durante los primeros 7 años tras la vacunación. En el caso de las personas con inmunodeficiencias, los estudios indican una efectividad que varía entre el 68% y el 91% para evitar la culebrilla, según el tipo y severidad de la afección en el sistema inmunitario del paciente. Estos datos refuerzan la importancia de la vacunación en grupos de riesgo.

La administración de la vacuna Shingrix es accesible a través de médicos y farmacéuticos, siendo una medida preventiva clave para mitigar los efectos adversos relacionados con el herpes zóster y la neuralgia posherpética en poblaciones vulnerables. La inclusión de esta vacuna en los programas de salud pública se alinea con el objetivo de reducir la incidencia y gravedad de esta enfermedad, que puede resultar particularmente dolorosa y debilitante, especialmente en los adultos mayores.

Uno de los principales centros de salud es la Clínica de Atención Preventiva del Viajero de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con un precio de tres mil 300 pesos. Las personas interesadas podrían consultar la disponibilidad en la página de esta institución. Otra institución es la Farmacia San Pablo, con un costo que supera los dos mil pesos.

Aunque esta enfermedad se muy difícil de contraer por medio del contacto, es necesario respetar las indicaciones que se han emitido en distintos sistemas de salud además del mexicano. También es importante estar alerta para identificar los síntomas de esta enfermedad, según la SSA:

• Malestar general.
• Fiebre.
• Trastornos gastrointestinales.
• Dolor de cabeza.
• Vesículas dolorosas a lo largo de un nervio, generalmente en el tórax o la zona lumbar.
• Neuralgia (dolor permanente intermitente en el nervio afectado).