Cuando el propietario de la Funeraria García, ubicaba en Sabinas, Coahuila, recibió los cuerpos de dos hombres baleados no sabía que le realizaría la autopsia a uno de los narcos más sanguinarios en la historia de México; se trataba de Heriberto Lazcano Lazcano, mejor conocido como “El Lazca” o el “Z-3″, quien alguna vez lideró el cártel de Los Zetas.
Pasaban de la una de la mañana del lunes 8 de octubre de 2012 cuando personas fuertemente armadas ingresaron a la Funeraria García, amagaron a los empleados, obligaron a su propietario a meter el cuerpo de “El Lazca” y de su escolta, Mario Alberto Rodríguez, a una carroza fúnebre y conducir 66 kilómetros hasta la presa Venustiano Carranza donde una camioneta los esperaba para huir con el líder abatido de Los Zetas.
Hasta ese momento las autoridades federales no habían informado que Heriberto Lazcano había muerto en un enfrentamiento con elementos de la Secretaría de Marina en la comunidad de Progreso; tampoco ofrecieron seguridad para el dueño de la funeraria a pesar de que durante la tarde del 7 de octubre personal de la Procuraduría General del Estado (PGE) le tomó fotografías a los cuerpos confirmando que se trataba de “El Lazca”.
Por estos hechos el dueño de la funeraria demandó a la PGE y alertó a las autoridades hasta las 8:05 de la mañana del lunes 8 de octubre sobre el robo de los dos cuerpos.
¿Quien se llevó el cuerpo de “El Lazca”?
Esa tarde de octubre “El Lazca” acudió a un partido de beisbol: iba en compañía de sus dos escoltas a bordo de una camioneta blanca de doble cabina en donde se escondían -aunque todos podían verlas- dos armas largas, un tubo lanza granadas, 12 granadas, un tubo lanza cohetes, dos cohetes y varias armas cortas. Fue este arsenal lo que motivó a un ciudadano a llamar a las autoridades para alertar de la presencia de civiles fuertemente armados, aunque él tampoco sabía que se trataba del líder de Los Zetas.
En el lapso que el cuerpo de “El Lazca” estuvo en la funeraria no sólo le tomaron las fotografías que después trascendieron en los medios nacionales, también se le practicaron exámenes de ADN y se le tomaron las huellas dactilares para comprobar que se trataba del sanguinario narco.
Después del robo del cuerpo la FGR responsabilizó a Miguel Treviño Morales, alias el “Z-40″ y el siguiente en la línea sucesoria de Los Zetas de llevarse el cadáver de su compañero y con quien se dijo tuvo varios enfrentamientos por la manera en que se llevaba el control de la organización tras su separación en 2010 del Cártel del Golfo.
El ascenso de “El Lazca” en Los Zetas
Cuando “El Lazca” y sus acompañantes notaron que los marinos los miraban quisieron huir; fue entonces cuando inició la balacera y el lanzamiento de granadas de parte del “Z-3″. Sin embargo, unos metros adelante el chofer cayó muerto y “El Lazca” intentó huir a pie pero un disparo en la cintura, otro en el abdomen y una más -el mortal- en la nuca lo derribaron a 300 metros de donde quedó su camioneta.
Habían pasado más de 10 años desde que Osiel Cárdenas Guillén le ordenó al exmiembro de las fuerzas especiales del Ejército Mexicano, Arturo Guzmán Decena, alias el “Z-1″ que formara un grupo de élite con exmilitares; se dice que el origen de Los Zetas es de 14 de estos desertores: Rogelio González Piña (”Z-2″) y Lazcano Lazcano (”Z-3) habrían sido los primeros en responder al llamado.
Después del robo del cuerpo de “El Lazca” el gobierno mexicano tardó en notificar que se trataba del líder de Los Zetas; incluso clasificaron la información por “motivos de seguridad nacional” hasta 2024. Esto motivó muchas dudas respecto a si en realidad se trataba del “Z-3″, una hipótesis que creció por años, sobre todo después de que la Agencia Antinarcóticos de Estados Unidos (DEA) no cambiara su ficha búsqueda; hasta el año 2021 decía que el líder había sido capturado, no abatido.
Entre las crueles prácticas por “El Lazca” -según algunos hombres bajo su mando- incluían el arrojar a sus enemigos a las jaulas donde tenía animales salvajes, obligar a sus víctimas a enfrentarse a muerte sólo por diversión y cocinar a los miembros rivales y traidores que caían en sus manos para después servirlos a Los Zetas.