¿Un terremoto cada 30 años? La leyenda urbana sobre una “maldición” de los sismos en México

Muchos han identificado un patrón de tiempo entre los temblores más fuertes que ha experimentado el país; creen que sucederá de nuevo

Imágenes: Pedro Valtierra/ARCHIVO/CUARTOSCURO.COM / Especial.

Entre las calles de la Ciudad de México, donde la vida bulle día a día y las historias se entretejen con hechos y mitos, ha surgido una leyenda urbana que capta la atención y la preocupación de sus habitantes: la supuesta “maldición” de un sismo de gran magnitud que ocurre en México en periodo aproximado de cada 30 años.

La historia toma su origen en la coincidencia de cinco terremotos devastadores: el del 7 de junio de 1911; el del 3 de junio de 1932; el del 28 de julio de 1957; el del 19 de septiembre de 1985; y el 19 de septiembre de 2017. Separados por un aproximado de entre 20 y 30 años, cada uno de estos sismos dejaron una cicatriz imborrable en el corazón de México. Tanto así que muchos lo transformaron en una leyenda urbana.

Terremoto de 1911

Imagen X: @radioredam.

El primero ocurrió un 7 de junio de 1911. La Ciudad de México fue sacudida por un terremoto con una magnitud estimada de 7.1 en la escala de Richter, dejando a su paso daños en diversas estructuras y generando alarma entre sus habitantes.

Esta fecha es especialmente recordada no sólo por la intensidad del sismo, sino porque coincidió con la entrada triunfal de Francisco I. Madero a la capital, tras la renuncia de Porfirio Díaz, marcando un momento de transformación política en medio del caos natural. Esta singular coincidencia ha llevado a que este evento sea conocido en la memoria popular como el “temblor maderista”, simbolizando la confluencia de la agitación geológica con la revolución política.

Terremoto de 1932

La Merced después del sismo del 18 de junio de 1932 (SSN).

21 años después, el 3 de junio de 1932, un devastador terremoto de magnitud 8.2 sacudió México, teniendo su epicentro en la costa de Jalisco. Este sismo es considerado uno de los más fuertes registrados en la historia mexicana. Causó una amplia destrucción, siendo el estado de Colima el más afectado, especialmente las ciudades de Manzanillo y Cuyutlán. Las pérdidas humanas y materiales fueron significativas.

A pesar de su magnitud y destrucción, este terremoto es menos recordado que otros en la historia del país, pero sigue siendo un recordatorio del poder destructivo de la naturaleza en la región.

Terremoto de 1957

El ángel de la independencia se cayó debido al sismo. (SEGOB)

El 28 de julio de 1957, un potente terremoto con magnitud de 7.9 azotó la Ciudad de México, dejando una estela de destrucción y conmoción en la capital del país. Este sismo es especialmente recordado por el derrumbe de uno de los símbolos más emblemáticos de la ciudad: el Ángel de la Independencia, que cayó de su pedestal debido a la intensidad del movimiento.

Las zonas más afectadas fueron el centro y algunas colonias al oeste de la ciudad, registrándose más de 60 muertes y dejando a miles sin hogar. A pesar de las adversidades, la ciudad se unió en esfuerzos de reconstrucción y solidaridad. Como consecuencia directa del sismo, se implementaron medidas más estrictas en las normas de construcción, con el objetivo de hacer frente a futuros eventos sísmicos y proteger la integridad de la población y su patrimonio.

Ocurrió 25 años después del anterior.

Terremoto de 1985

Terremoto 1985 (Foto: gobierno de México)

28 años después, en la costa de Michoacán se originó un terremoto que es uno de los más mortales en la historia del país. El 19 de septiembre de 1985, un catastrófico terremoto de magnitud 8.1 golpeó a México. Dejó a la capital en ruinas y marcó a toda una generación, con cifras de víctimas que oscilan entre 10 mil y 40 mil.

El desastre provocó el colapso de numerosos edificios, hospitales, escuelas y viviendas. Las secuelas del terremoto expusieron deficiencias en las normas de construcción y en la respuesta gubernamental ante emergencias de esta magnitud.

La tragedia también desencadenó una reacción inmediata y masiva de solidaridad entre los ciudadanos, quienes se organizaron para rescatar a las víctimas, brindar ayuda y comenzar el proceso de reconstrucción. Este esfuerzo colectivo dio origen a importantes movimientos civiles y organizaciones no gubernamentales que siguen activas hoy en día.

Terremoto de 2017

CIUDAD DE MÉXICO, 19SEPTIEMBRE2017.- Un fuerte sismo sacudió la Ciudad de México sin que hasta el momento se tengan cifras oficiales de pérdidas humanas y materiales FOTO: ISAAC ESQUIVEL /CUARTOSCURO.COM

Exactamente 32 años después, el 19 de septiembre de 2017, la Ciudad de México volvió a enfrentarse a otro devastador sismo, esta vez de magnitud 7.1, cuyo epicentro se ubicó en Puebla. Este terremoto, aunque de menor magnitud que el de 1985, dejó tras de sí un rastro doloroso, causando la muerte de más de 200 personas en la capital y más de 360 en todo el país. Nuevamente, edificios, escuelas y viviendas se derrumbaron, reviviendo en la memoria colectiva las imágenes y el trauma de 1985.

Sin embargo, las lecciones aprendidas tres décadas antes se manifestaron con rapidez. La respuesta de emergencia fue más ágil y organizada, con brigadas ciudadanas, equipos de rescate y apoyo internacional llegando prontamente a los lugares afectados. El sistema de alerta sísmica, implementado tras el terremoto de 1985, permitió que miles tuvieran valiosos segundos para buscar refugio, salvando innumerables vidas. La solidaridad de la sociedad mexicana, demostrada décadas atrás, se manifestó nuevamente en una unión impresionante, con jóvenes y adultos trabajando mano a mano en las labores de rescate y reconstrucción, reafirmando la fortaleza y resiliencia del espíritu mexicano ante la adversidad.

¿Hay una maldición y sucederá de nuevo?

Gráficos de actividad sísmica, en una fotografía de archivo. EFE/ Ammar

Luego del sismo de 2017 muchos mexicanos analizaron los datos y sacaron conclusiones. Argumentaron que existe un patrón que se registra cada 20 y los 30 años y que puede derivar en un temblor masivo que afecte a la Ciudad de México.

Hasta el momento la métrica se ha repetido cuatro veces en intervalos de ese tiempo, por lo que muchos especulan que el siguiente evento catastrófico, de las mismas proporciones, se repita en la década de los treinta o cuarenta del presente siglo.

Desde luego lo anterior es simplemente una especulación nacida a partir de una leyenda urbana y conclusiones basadas en la superstición. Aunque, de cualquier forma, sí es probable que un sismo de gran magnitud suceda, únicamente obedeciendo a la estadística y a otros factores que tienen un sustento científico.

¿Se pueden predecir los sismos?

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No. Los científicos y expertos en sismología han sido claros: los terremotos no funcionan en ciclos predictivos exactos. Están influenciados por una serie de factores geológicos y la interacción de placas tectónicas, y aunque se puede estimar la probabilidad basada en actividad pasada, predecir un terremoto con exactitud en fecha y magnitud es, hasta el momento, imposible.

Otro factor a considerar es la geografía. La Ciudad de México fue edificada sobre un antiguo lago, el lago de Texcoco, y el suelo arcilloso amplifica las ondas sísmicas, lo que potencializa la destructividad de los terremotos.

Además, México se sitúa en una zona de alta actividad sísmica conocida como el Cinturón de Fuego del Pacífico, lo que lo hace susceptible a movimientos telúricos. Esta actividad, junto con la construcción de la Ciudad de México en un suelo tan particular, crea una combinación preocupante.

A pesar de la falta de evidencia científica detrás de la leyenda de la “maldición” de los 30 años, lo que es innegable es que la ciudad necesita prepararse y fortalecer sus protocolos de seguridad. Las historias y leyendas son una forma de procesar el trauma y buscar respuestas ante eventos inexplicables. Sin embargo, en lugar de centrarse en la superstición, la Ciudad de México tiene la oportunidad de canalizar esta energía hacia la preparación, la educación, y la construcción de un futuro más seguro para todos sus habitantes.