Este 30 de julio se conmemora el Día Mundial contra la Trata de Personas, esta fecha fue fijada por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el propósito de “concienciar sobre la situación de las víctimas del tráfico humano y para promocionar y proteger sus derechos”.
En 2007 y con el propósito de atender ésta problemática, México publicó la Ley Federal para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas, sin embargo, pese a la medida, este crimen continua perpetrándose entre la clandestinidad y la omisión.
Basta señalar que en los últimos tres años de manera oficial se ha registrado un aumento en las carpetas de investigación respecto a los delitos de Trata de Personas en México: en 2020 se contabilizaron 558; un año después incrementaron a 625; para 2022 se registró que al menos un total de 802 personas fueron víctimas de este delito. Además, de enero a junio de este año ya se han contabilizado 381 casos.
A estos registros se suman los números obtenidos por organismo independientes: por ejemplo, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) encontró que entre el 1 de agosto de 2017 y el 31 de julio de 2021 se identificaron 3 mil 896 víctimas de los delitos en materia de trata de personas, de las cuales un 75.3 % (2 mil 934) corresponden a mujeres y un 20.4 % (798) a hombres.
La historia de Karla
Karla tenía 14 años cuando se convirtió en víctima de una red de trata de mujeres. Tras más de una década de lo que vivió, contó su historia, misma que compartió a través de las cuentas de la asociación civil “Unidos Contra la Trata”. Ésta es su vivencia:
Todo comenzó en 2011, como toda niña, ella deseaba divertirse con sus amigas, por lo que fue a una famosa feria que se realiza en el Estado de México.
Cuando iba de regreso a casa de su tía, dos traileros la interceptaron, golpearon y secuestraron. Ambos la llevaron de bar en bar, “ofreciendola”, luego de recorrieron varios kilómetros llegaron al poblado de San Juan Acozac, Puebla, en donde la vendieron con una mujer de nombre Jazmín.
Al lugar que llegó se encontraban seis jóvenes más, todas de entre 14 y 15 años de edad, al igual que ella, eran obligadas a prostituirse: todos los días tenían que juntar 25 mil pesos ofreciendo sus servicios, el castigo por no cumplir la cuota era ser encerrada en un cuarto en donde eran sometidas a golpes y violación múltiple.
Al final del día, su tratante cobraba el dinero. Al narrar su historia, Karla contó que en promedio era obligada a estar con al menos 20 hombres. Pese a que en múltiples ocasiones contó a los clientes que ella se encontraba ahí bajo amenazas, ninguno de ellos quiso ayudarla.
“Yo les decía mi edad, y ellos me decían que no les importaba que ya habían pagado por un servicio”, atajó.
A los dos meses de lo ocurrido, intentó escapar y lo logró, al salir pidió ayuda a una patrulla federal. Los policías escucharon su historia y le aseguraron que la ayudarían. Ella creyó que ya estaba a salvo, sin embargo, “en un abrir y cerrar de ojos”, los elementos de seguridad la volvieron a trasladar al lugar en el que estaba recluida. Al entregarla, los policías le dijeron a su agresora que el fin de semana cobrarían el favor que le habían hecho.
“Eso quería decir que todos iba a tener un servico de mí gratis por la ayuda que le estaban dando”, narró Karla.
Poco después del escape frustrado de Karla, al lugar llegó una niña de apenas 8 años de edad, el modus operandi aplicado con las demás había sido similar, sin embargo, los captores de la menor no se dieron cuenta que ella llevaba consigo un celular con el que contactó a su mamá, quien residía en Tijuana, Baja California.
Si bien ninguna de las niñas recluidas sabían en dónde estabas —la estrategia de sus tratantes para mantener el lugar en total clandestinidad era trasladarlas de noche, con los ojos tapados— con lo poco que sabían, entre todas trataron de dar referencias del punto en el que se encontraban.
La madre de la niña de ocho años, desesperada, les prometió que haría todo lo posible por encontrarlas, sin embargo, Jazmín se enteró de todo y en menos de dos horas trasladó a las niñas a otro lugar.
A la nueva casa llegaron solo seis de las jóvenes, de la niña originaria de Tijuana no tuvieron noticias sino hasta dos días después, cuando su tratante les llevó un periódico en que reportaron el hallazgo de un cuerpo sin vida.
“Era la niña. Jazmín nos mostraba el periódico en donde había salido la nota y nos decía que la siguiente que intentara escapar era lo que le iba a pasar”, explicó.
El final y el inicio
Un día Jazmin estaba drogada, aprovechando su estado, Karla robó su celular.
“Mi familia era muy humilde, en ese entonces no tenía teléfono en casa, mi mamá no tenía celular, No había un número a donde denunciar, ni supe a donde marcar, lógico se dio cuenta, fue cuando me amenazó: me dijo que era mi último día. Para mi fue un alivio que me dijeran que ese día ya no existiría”, recordó.
Karla fue encerrada en el cuarto de castigo, sin embargo, ese día sucedió algo distinto: llegó una de las chicas que le ayudaba a Jazmin y le dijo: “Si eres inteligente y sabes buscar bien aquí en el cuarto podrás escapar”.
En el lugar no había nada más que una colchoneta, un ropero y una silla, por lo que, Karla recorrió todo el cuarto buscando una llave o algún artefacto para poder salir.
" Ya me habían golpeado, habían abusado de mi, y ya estaba harta de vivir este infierno (...) ya deseaba dejar de existir”.
Fue entonces, cuando luego de varias horas dentro de la habitación y estando tirada en el suelo vio una luz que se filtraba por debajo del ropero, cuando la notó movió el mueble y encontró una puerta cerrada con seguro y varios alambres: para su sorpresa logró abrirla, y descubrió que daba a otra calle.
Tras salir del lugar, dos chicas le ayudaron dándole un “ray” a un pueblo más adelante: Acatzingo, Puebla, en ese punto, unos jóvenes se ofrecieron pagarle un boleto a la Ciudad de México. Nunca había visitado la capital del país, no tenía idea de donde estaba, sin embargo, una vez en el lugar, comenzó a pedir ayuda.
“La gente no me ayudaba, me juzgaba por como iba vestida, iba vestida por un short muy muy pequeño, llevaba un top, y la gente me decía que me tapara, que estaba mal lo que estaba haciendo (...) sin siquiera preguntarme si estaba bien, no me preguntaron porque llevaba moretones por todo el cuerpo”
Luego de varias horas, finalmente una mujer le ayudó a pagar su boleto de regreso a la localidad en la que vivía. Llegando ahí, Karla volvió a ser objeto de las miradas reprobatorias de la gente, quienes incluso la acusaron de haber huido de casa.
“Estando a una esquina de mi casa, yo estaba pensando en regresar con Jazmín, porque está pensado que mis papás no me iban a creer y no me iban aceptar, pensé que nadie me iba a querer, pensé que no iba a poder hacer nada más de mi vida”, comentó.
Pese a las dudas, decidió entrar a su casa, donde fue recibida con los brazo abiertos por su madre. Los días pasaron, gracias a sus declaraciones las autoridades lograron desarticular la red de trata, sin embargo, tuvieron que pasar muchos años para que ella pudiera recuperar su vida.