“Quisiera tener por lo menos un día de paz, en el que no tenga que pensar a quién debo matar ni de quién debo cuidarme”, se le escuchó decir alguna vez a Héctor “El Güero” Palma en la cárcel de Puente Grande, Jalisco.
Nuevamente, cuando parecía que ahora sí recuperaría su libertad, tras pasar casi tres décadas tras las rejas, las autoridades han optado, a través de polémicas decisiones judiciales, por seguir reteniendo a Palma Salazar en el penal del Altiplano, Estado de México, donde ahora se encuentra.
A pesar de que un juez ordenó la liberación de Palma Salazar desde la noche del pasado miércoles, la mañana de este viernes 19 de mayo trascendió que, derivado de la causa penal 9/2023-C, la autoridad judicial ordenó nuevamente la aprehensión del Güero por haberse acreditado su probable responsabilidad en la comisión del delito de homicidio calificado.
Un líder de pocas palabras
Palma, de acuerdo con el periodista mexicano Jesús Lemus Barajas, quien fue encarcelado en 2008 en Puente Grande por órdenes del presidente Felipe Calderón, tenía muchos enemigos dentro del penal y solo unos cuantos, que formaban su anillo de seguridad, lo reconocían como líder.
“Casi toda la población penitenciaria lo aborrecía, no solo por su arrogancia sino por su su conocida enemistad con el ‘Chapo’ Guzmán”, escribió el peridoista para Los Angeles Times.
De acuerdo con Lemus, el Güero es un tipo hosco, arisco, frío, calculador y de pocas palabras. “Caminaba por los pasillos de la cárcel, acompañado de cinco escoltas y no saludaba a nadie”.
Los del Güero eran apodados en la cárcel como “Los Bateadores” porque utilizaban bates de béisbol para “saldar cuentas” con cualquier preso que incurriera en algún acto que pudiera considerarse como una falta de respeto hacia Palma Salazar.
El sueño de Palma Salazar
Sin embargo, en sus momentos de intimidad, que solo tenía con escasas personas que se habían ganado su máxima confianza, el Güero confesaba con emoción cuál era su mayor aspiración en la vida.
No se trataba de ningún lujo ni riqueza material. El mayor sueño del Güero Palma era tener la posibilidad de poder estar, aunque tan solo fuera por un día, en una isla desierta él solo.
“Se imaginaba rodeado de palmeras y tirado bajo el sol; así esperaría que cayera la tarde, no por ver el espectáculo del astro cayendo en el infinito mar, sino por sentir que había logrado vivir un día más sin meterse en problemas”, relató Lemus.
Los reos que estaban cerca de la reja del Güero contaron que al narcotraficante sinaloense le gustaba pasar varias horas en silencio acostado en su cama con la mirada clavada en el techo, dándole rienda suelta a su imaginación como un modo de salir, aunque solo fuera mentalmente, de su situación de reclusión.
“Cuentan que sonreía cuando iban apareciendo las imágenes de sus padres, su esposa y sus hijos. Hablaba con ellos. Les contaba lo difícil que era estar preso y les pedía que no le lloraran. La muestra más evidente de sus fugas era el moqueo de nariz”, narró el autor del libro Los Malditos: Crónica negra desde Puente Grande.
En esos momentos de profunda inmersión nadie podía hacer ningún ruido que interrumpiera la meditación de Palma Salazar, y mucho menos meterse con él. Los que no se cuidaban de hacerlo corrían el riesgo de llevarse una violenta golpiza de “Los Bateadores”.
Sed de venganza
Contrario a lo que la mayoría de la gente piensa, “El Güero” Palma y el Chapo Guzmán, en los años que compartieron en Puente Grande, antes de que el segundo se fugara, los marcó una profunda enemistad, de acuerdo con Lemus Barajas.
El Güero, según el relato del periodista, trató de arrebatarle el control de la cárcel de Puente Grande a quien antaño fuera su más grande socio y compadre cuando ambos, mientras seguían en libertad, traficaban toneladas de drogas hacia los Estados Unidos.
Palma Salazar, a espaldas de Guzmán Loera, trató de tener a su disposición todo el aparato de gobierno y seguridad de la cárcel.
“No solo eso, fue más allá: buscó hacerse de las mujeres del ‘Chapo’ mediante la intimidación y el soborno. En varias ocasiones intentó acercarse a dos mujeres que, se sabía, tenían amoríos con el jefe del Cártel de Sinaloa: una del área de enfermería y otra de cocina. Una era conocida como ‘La China’ y la otra como ‘La Güera”, detalló el escritor nacido en Michoacán.
El Chapo, por su parte, nunca dijo nada sobre los intentos de Palma Salazar por arrebatarle el control del penal, pero sí estalló en cólera cuando se enteró que se estaba metiéndo con las mujeres con las que se relacionaba.
Guzmán Loera ordenó a sus escoltas que fueran por Palma Salzar para hablar con él, pero recibió el siguiente mensaje de vuelta: “Díganle a ese cabrón que si quiere hablar conmigo, que venga a buscarme él”.
El capo nacido en Badiraguato, antes de tomar una decisión, se puso a dar vueltas en la cancha de basquetból de la cárcel, y tras 15 minutos de reflexión, le dio una orden a sus escoltas: asesinar a Roberto Solís Gastélum, alias “El Cochi”, antiguo jefe de sicarios de Miguel Ángel Félix Gallardo que, una vez en la cárcel, decidió tomar partido por Palma Salazar.
“El Güero’ Palma entendió aquella ejecución como el rompimiento formal con ‘El Chapo y reforzó su seguridad”, aseguró Lemus Barajas.
Como respuesta, el Güero mandó secuestrar a dos escoltas del Chapo, quienes quedaron lisiados tras la gol´piza de sus hombres. También ordenó la ejecución de cinco colaboradores cercanos del Chapo en Sinaloa y otras tres en Culiacán.
También se alió con los Arellano Félix, enemigos acérrimos de Guzmán Salazar, e intentó convencer al entonces Procurador General de la República, Jorge Madrazo Cuéllas, de brindarle información sensible sobre el Cártel de Sinaloa y el círculo más cercano del Chapo.
Palma Salazar también fue conocido por sus actos violentos y de venganza. El hombre que asesinó a su esposa e hijos murió con siete puñaladas que no le provocaron la muerte instantáneamente, pues se dice que todavía con vida, le cortaron la cabeza y los testículos.
Palma Salazar también mandó ejecutar a los tres hijos del asesino de su mujer e hijos, cuyos cuerpos fueron hallados con la cabeza destrozada en un barrio de clase alta en Caracas.
Y otras 30 personas que tuvieron que ver en el caso fueron asesinadas en Sinaloa, Jalisco, Sonora y Baja California,.
Con semejantes antecedentes, El Chapo cuidó siempre cada decisión que tomaba respecto al Güero, y pese a las diferencias, nunca se faltaron el respecto directamente mientras compartieron años de reclusión en Puente Grande.