Huitzilopochtli es uno de las principales deidades del panteón mexica, el cual era la advocación del Sol, así como el dios de la guerra, siendo una de las figuras más poderosas en el imaginario colectivo mesoamericano en el periodo postclásico.
No obstante, los diversos hallazgos arqueológicos a través de los años —en contraste con la documentación vaciada en fuentes históricas escritas posterior a la caída de Tenochtitlan en 1521— han permitido reconstruir y conocer a profundidad el mito al rededor del “Colibrí Zurdo”, Huitzilopochtli.
Durante la conferencia virtual Noche y día en el Templo Mayor de Tenochtitlan: Formas de evocación del mito Nacimiento de Huitzilopochtli organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el antropólogo Leonardo López Luján explicó de qué manera diversos vestigios han dado claridad en la concepción de la principal deidad azteca, pues se complementan las narraciones orales y escritas ya conocidas.
Y es que, sobre el nacimiento/surgimiento del dios del Sol se han creado diferentes versiones, las cuales —o algunas de ellas— quedaron registradas en diversos formatos, tanto pictográficos, documentos históricos o incluso en bienes inmuebles, tales como el mismo Templo Mayor en el Centro de la Ciudad de México.
López Luján señaló que las ofrendas y los sacrificios fueron parte de la explicación de un fenómeno como lo es el nacimiento del sol por el oriente; es decir, el nacimiento de Huitzilopochtli. Para el antropólogo, la ofrenda consiste en la entrega a los dioses de diversos elementos sagrados con el fin de obtener dones a cambio, como cosechas abundantes o victorias en combates.
Ejemplo de dichos hallazgos que se relacionan con el dios solar dos depósitos rituales dedicados al dios de la guerra encontrados en un predio entre las calles de Guatemala y Argentina en el Centro Histórico de la CDMX. Uno de ellos contiene la osamenta de un niño que fue sacrificado alrededor de los cinco años de edad por una extracción de corazón.
El niño contaba con un anillo de madera en el pecho, alforjas de caracoles, cascabeles en los tobillos y alas de gavilán adosadas en los hombros. No obstante, dichos elementos coinciden con la representación de Huitzilopochtli incluida en los Primeros memoriales de Bernardino de Sahagún.
El segundo vestigio consta de un ixiptla, o un personificador, del dios de la guerra. Se trata de un segundo esqueleto infantil de aproximadamente nueve años, el cual tenía grabado en el fémur la fecha 2 caña. “Es revelador que el documento anónimo del siglo XVI, La historia de los mexicanos por sus pinturas, señala que Huitzilopochtli nació en un año 2 caña para enfrentar a Coyolxauhqui y el resto de sus hermanos”, destacó López Luján, también director del Proyecto del Templo Mayor (PTM).
Asimismo, en el mismo ciclo de conferencias Coyolxauhqui. El astro, la diosa y el hallazgo se reveló que la cantidad de cráneos femeninos incluidos en el Huei Tzompantli de Tenochtitlan también están relacionado con el mito de Huitzilopochtli.
Los Tzompantli se elaboraban con los cráneos de prisioneros de guerra, quienes eran capturados y llevados al Templo Mayor para ser sacrificados mediando la extracción del corazón. Liego, eran arrojados por las escalinatas del templo tal como Huitzilopochtli arrojó a su hermana Coyolxauhqui desde la cima del Coatepec (en relación al mito del nacimiento del dios de la guerra).
“El objetivo del sacrificio era ofrendar lo más preciado del ser humano: su vida, como un alimento al dios solar, a fin de que este hiciera posible cada amanecer, garantizando así la continuidad del mundo”, expuso el arqueólogo Raúl Barrera en el ciclo de conferencias.
“En las fuentes históricas hay pocas menciones de guerreras, pero sabemos que este estatus se daba a las embarazadas que fallecían en el parto. Además, tenemos testimonios como el del español Francisco de Aguilar, quien consigna que durante el asedio final de Tenochtitlan, muchas mujeres tomaron las armas para defender la ciudad”, señaló.