Hace millones de años, un grupo de aves prehistóricas se alzaba como uno de los depredadores más temidos de su tiempo. Conocidas como las “aves del terror”, estas criaturas dominaron el planeta con una presencia imponente y habilidades de caza excepcionales.
César Perdomo ha recolectado fósiles desde su infancia en el desierto de la Tatacoa, Colombia, y uno de sus hallazgos podría cambiar lo que se conoce sobre esta terrorífica especie.
Los forusrácidos eran aves no voladoras que destacaban por sus cuerpos ágiles y adaptados para moverse rápidamente en el suelo, de acuerdo con el artículo Un nuevo y gigantesco pájaro terrorífico (Cariamiformes, Phorusrhacidae) de los ambientes tropicales del Mioceno Medio de La Venta en el norte de Sudamérica publicado en la revista Artículos de Paleontología, de la Asociación de Paleontología con sede en Reino Unido.
Un descubrimiento con impacto
Desde su infancia en el desierto de la Tatacoa, César Perdomo ha recolectado fósiles en una zona famosa por sus restos del Mioceno medio. Sin saberlo, un día halló fragmentos de un ave del terror en una región donde no se conocían registros de esta especie, que hasta entonces sólo había sido identificada en el Cono Sur, Texas y Florida.
A los 44 años, Perdomo continuaba su labor, iniciada cuando era niño y participaba en expediciones de la Universidad de Kioto y la Universidad de Duke. Con el tiempo, los investigadores extranjeros se retiraron de Colombia debido a los conflictos armados.
En una entrevista para The New York Times, Perdomo confesó que le entusiasmaba que los académicos regresaran para mostrarles lo que había encontrado; sin embargo, ellos nunca volvieron pero él no abandonó la búsqueda, aunque carecía de formación académica o de un guía que le explicara sus hallazgos.
En 2010, tras años de trabajo en solitario, paleontólogos colombianos regresaron a la zona, entre ellos Andrés Link, de la Universidad de los Andes, y desde el primer contacto con Perdomo estableció una amistad.
“No podía creer que aquí estuviera este tipo, que a los 8 ó 9 años anduvo por ahí con las expediciones de Kyoto y Duke”, recordó Link. “Pero él sabía dónde estaban los fósiles” menciona el artículo de Times.
En 2015 Link y Perdomo decidieron organizar y catalogar la colección de Perdomo, poniéndola a disposición de científicos y visitantes y crearon el museo “La Tormenta”. Tiempo después recibieron la visita del paleontólogo peruano Rodolfo Salas, quien identificó un fósil de un ave gigante, no de un mamífero o reptil.
“Para empezar, los fósiles de aves del terror son raros. Encontrar uno tan grande, en un yacimiento en el que nunca se habían registrado, “es increíblemente importante para comprender cómo evolucionaron y se extendieron las aves del terror por América”, menciona el artículo.
El descubrimiento es importante porque confirma que las “aves del terror” también vivieron en el norte de América del Sur, algo que antes solo se había sospechado, pero sin pruebas directas. Esto sugiere que estas aves también habitaron en ecosistemas tropicales, y que, en su época, fueron depredadores principales en estas zonas.
Además, el hallazgo ayuda a entender cómo los forusrácidos se expandieron hacia el norte, llegando a colonizar América del Norte con el tiempo, después de formarse el istmo de Panamá, algo que contribuye a entender mejor cómo se distribuyeron y evolucionaron estos depredadores en el continente.
¿Cómo eran estas aves?
Las aves del terror, grandes depredadores no voladores, dominaban zonas abiertas y eran parte fundamental de las antiguas cadenas alimenticias.
Se han identificado casi 20 especies de estas aves, con tamaños que iban desde los 5 hasta más de 100 kilogramos, de acuerdo con el artículo de la revista Artículos de paleontología.
Sus patas eran fuertes y estaban adaptadas para correr, lo que les permitía perseguir a sus presas en tierra. Estas aves tenían poderosos picos curvados y profundos, que usaban para desgarrar a sus presas.
Los forusrácidos se clasifican en cinco subfamilias, aunque las relaciones exactas entre estas subfamilias y su historia evolutiva aún son tema de debate entre los científicos.
Entre las especies más grandes que se asociaron durante mucho tiempo a los forusrácidos se encuentra el Brontornis burmeisteri, un ave de gran tamaño y peso, pero estudios recientes sugieren que no pertenece a la familia de los forusrácidos.
Esta ave tenía huesos robustos en sus patas y pies, lo que sugiere que estaba adaptada para soportar su peso. Sin embargo, su clasificación exacta sigue en discusión, y algunos investigadores consideran que pertenece a otro grupo de aves antiguas.