Rocky es un gato de pelaje blanco con gris que tiene ambas patas traseras paralizadas que disfruta del amor y cariño que le dan sus dueños, pero su vida no siempre fue así. Todo comenzó hace cinco años.
Ben, un hombre que trabajaba en una fábrica de Nueva Jersey, Estados Unidos, solía alimentar con ayuda de sus compañeros a los felinos que paseaban por el lugar. Un día vio a una madre que llevaba a su cría mientras trataba de escalar una máquina. En su intento por llegar a la cima, soltó al bebé accidentalmente desde una altura de cuatro metros.
Al acercarse a ver cómo se encontraba el animal, vio que estaba muy sucio y que apenas podía respirar. Él contactó a su esposa, Dawn Firestone, quien comentó en diálogo con la revista estadounidense People que acudió de inmediato a reunirse con su esposo para auxiliar al gato.
El gato que se aferró a la vida
Firestone recordó que el felino tenía la lengua de fuera, sus párpados estaban casi cerrados por completo y jadeaba “cada dos segundos”. La mujer puso entonces al gato moribundo sobre su pecho y le frotó la espalda para tratar de reconfortarlo y darle algo de calor con la esperanza de que siguiera con vida.
“Soltó un maullido, lo metí en mi camisa y corrí a casa [...] Le prometí: ‘Si lo logras, te juro que te consentiré. Serás el rey de la casa. Por favor no te mueras”, dijo Firestone.
Fue así como se forjó un vínculo casi indestructible entre la rescatista y su recién adoptado nuevo amigo peludo. Gracias a sus cuidados, comenzó a moverse poco a poco y a jugar con los gatos que la mujer cuidaba en aquel entonces, sin embargo, no todo era normal, pues sus dueños notaron que arrastraba las patas traseras al caminar.
Acudieron de emergencia al veterinario, quien descubrió que las patas traseras de Rocky estaban paralizadas y diagnosticó que era muy poco probable que volviera a caminar. Ante esta situación, el especialista consideró la eutanasia como una opción.
“Pero, ¿por qué le quitaría la vida si estaba dispuesto a disfrutarla? Este bebé está jugando y es feliz; no le importan sus patas traseras. No puedo hacerle eso”, pensó Firestone, quien siguió su promesa e hizo lo posible por que su gato saliera adelante, incluido llevarlo a sesiones de fisioterapia, acupuntura, terapia acuática y conseguirle una silla de ruedas fabricada a medida.
La silla de ruedas sirvió durante un tiempo, pero Rocky parecía no necesitarla. Firestone admitió que él corría por toda la casa sin ella y parecía estar “feliz, como si no hubiera preocupaciones en el mundo”, por lo que acabaron prescindiendo de ella.
Cómo le cambió la vida a otros gatos
Durante la travesía de Rocky, Firestone decidió abrir cuentas en redes sociales para compartir las aventuras diarias de la mascota con un espíritu inquebrantable.
“Cuando conocí a Rocky, nunca había visto un gato paralizado. Estaba activa en redes sociales, pero nunca me había topado con nada parecido: ningún gato con pañal, nada. Mi amor por Rocky me llevó a rechazar la eutanasia. Como me mantuve firme en esa decisión, cinco años después, todavía está con nosotros”, declaró a la revista.
Explicó también que la historia de su mascota ha ayudado a otros y recordó la vez que una mujer la contactó para contarle que la cola de su gato había quedado atrapada en una puerta, lo que le provocó parálisis. Su veterinario recomendó la eutanasia.
“Pude guiarla a través de FaceTime y ahora su gato vive una vida feliz. No tuvo que despedirse y es reconfortante saber que cualquier animal al que pueda ayudar desde la cuenta de Rocky es una bendición”, admitió Firestone.
Desde que conoció a su mascota, todo se trata de ella. “Claro, mis hijos son lo primero, pero Rocky también está ahí. Si necesita algo, toda la familia tiene que adaptarse. Por la noche, se acurruca conmigo, literalmente acariciándome la cara las 24 horas del día, los 7 días de la semana”, concluyó la dueña del gato.