Cómo es el caracara crestado, el ave mexicana que pocos conocen

En el vasto y diverso paisaje mexicano habita una especie aviar que rara vez recibe la atención que merece: el caracara crestado.

Aunque no es tan renombrada como el águila real, el halcón, e incluso el zopilote, la presencia de esta ave carroñera en el ecosistema es vital y su comportamiento intrigante.

Conocido por su astucia y adaptabilidad, el caracara crestado merece una observación más detenida por su papel en el equilibrio natural y su singularidad dentro del reino aviar.

El caracara crestado debe su nombre a los guaraníes, quienes lo bautizaron por el peculiar sonido que emite: “krak, krak, krak”. Esta ave habita en diversos ecosistemas, desde el nivel del mar hasta los 3,000 metros de altitud.

En estado salvaje, puede vivir hasta 15 años, y en cautiverio, hasta 30, de acuerdo con Adolfo Navarro del Laboratorio de Ornitología de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Una de sus características más llamativas es la carnosidad en la parte superior del pico, la cual cambia de color, de naranja a amarillo, dependiendo de su estado de ánimo, sexo y ubicación geográfica. Los caracaras crestados miden entre 50 y 84 centímetros, y algunas hembras pueden ser más grandes.

Su envergadura alar, cuánto miden con las alas extendidas, es de 120 centímetros, y pesan entre uno y 1.5 kilos. Además, sus largas y desnudas patas los distinguen de otras aves rapaces.

Esta ave rapaz diurna pertenece a la familia Falconidae y al género Caracara, que está presente únicamente en América y cuenta con 10 especies, tres de las cuales habitan en México: el extinto caracara de la Isla de Guadalupe, el caracara crestado y el caracara de garganta roja. Existen dos subespecies de caracara crestado: Caracara plancus cheriway y Caracara plancus plancus.

Una cresta se forma cuando las plumas de su corona se elevan, y no existe dimorfismo sexual en la especie, lo que significa que machos y hembras presentan las mismas características físicas.

Su periodo reproductivo va de enero a agosto, con ambos padres incubando de dos a tres huevos durante 30 días. Además, son capaces de volar a velocidades de hasta 65 kilómetros por hora.

Una investigación titulada Ecología carroñera en ecosistemas acuáticos continentales una revisión sistemática publicado en Biological Reviews de la Sociedad filosófica de Cambridge, descubrió que estas aves tienen un papel muy importante en los ecosistemas.

La carroña, es decir, los restos de animales muertos, es una fuente rica de nutrientes para muchos seres vivos. Aunque no aparece de forma constante, cuando está disponible beneficia a organismos de todos los tamaños, desde bacterias hasta grandes depredadores. Esta cadena alimentaria ayuda a mantener la diversidad de vida en el ecosistema.

Al alimentarse de carroña, estas aves reciclan los nutrientes que contienen los cuerpos en descomposición y los devuelven al ecosistema, ayudando a que el ciclo de nutrientes siga funcionando. También evitan que las enfermedades se propaguen al consumir los restos antes de que los patógenos se multipliquen.

Lamentablemente se les ha relegado a un papel secundario y muchas personas no comprenden el papel que tienen estas aves en los sistemas ecológicos y se les suele cazar para proteger al ganado.