A lo largo de la historia de la domesticación de los perros se han preferido rasgos tanto estéticos como de comportamiento, siendo su capacidad social uno de los preferidos por los criadores.
Un estudio reciente, a cargo de científicos de la Eotvos Loránd University de Hungría y publicado en la revista BMC Genomics, reveló que esta habilidad está presente en el ADN canino.
Los especialistas aseguraron en un comunicado de prensa que la cromatina, “la forma compacta del ADN”, juega un papel crítico
Amistosos hasta los genes
Para entender el descubrimiento es necesario remontarse hasta 2017, cunado Bridgett vonHoldt, profesora de la Universidad de Princeton, y su equipo descubrieron elementos del gen GTF21 en los perros, vinculado a un síndrome que en humanos se caracteriza por aspectos como hipersociabilidad y amabilidad extrema.
VonHoldt aseguró que dicho gen juega un “papel crucial” en lo relacionado con ansiedad y sociabilidad, lo que es un “probable determinante clave” del comportamiento amistoso.
Para encontrar la respuesta a sus preguntas, los científicos tomaron muestras del tronco encefálico de mascotas que fueron sacrificadas por motivos médicos y cuyos cerebros fueron donados para investigación.
Eniko Kubinyi, jefa del departamento de etología de ELTE y co creadora del banco de cerebros caninos, explicó en el comunicado que se excluyeron todos los perros con enfermedades graves del sistema nervioso y afirmó que el gen que estudian regula la expresión de otros genes, haciendo que su teoría sea que “se exprese en todo el cerebro”.
Los investigadores tenían el objetivo de descubrir cómo es que las variantes genéticas afectaban la estructura tridimensional del ADN que contiene al gen GTF2I.
“El gen tiene varias variantes, y la variante antigua, parecida a la del lobo, se encuentra en tres de cada diez individuos. Teníamos curiosidad por saber cómo las variantes antiguas y más modernas afectan a la función genética”, añadió vonHoldt.
Ambas variantes cambian la forma del bucle de cromatina, pero lo hacen de diferentes maneras. “El genoma del lobo antiguo coopta (llena el espacio) en gran medida el segmento insertado, mientras que el del perro moderno lo resaca”, explicó Dhriti Tandon, la primera autora del estudio.
Luz nueva sobre los amados animales
Gracias a este descubrimiento, los científicos encontraron que ocurre algo similar con los humanos que sufren el síndrome de Williams-Beuren, caracterizado por la hipersociabilidad, amabilidad extrema y anomalías craneofaciales, según detallaron en el comunicado.
“Esencialmente, informamos de una posible convergencia molecular entre el comportamiento hipersocial en perros y el síndrome de Williams-Beuren humano”, añadió Tandon.
Este hallazgo apoya la teoría que indica que la domesticación es un factor determinante para la predilección de ciertos rasgos, específicamente el comportamiento social de las razas modernas de perros.
Según se lee en el texto, cuando algunas especies conservan la mutación que otras no, “es probable que el efecto regulador sea significativo desde el punto de vista evolutivo”.
“Un bucle de ADN presente en los lobos no se forma en los perros, lo que puede explicar algunas de las diferencias en los perfiles neurocognitivos y, por lo tanto, en los comportamientos sociales de ambas especies”, escribieron en el documento.
Los resultados de este estudio salieron a la luz a pocas semanas de que se diera a conocer una investigación que afirma que la reducción de tamaño en los cerebros de los perros no fueron provocados únicamente por la domesticación.
Científicos detallaron en el trabajo publicado en la revista científica Biology Letters que factores externos como la hibernación pudieron influir en el decrecimiento del volumen cerebral.