El dodo (Raphus cucullatus) era un ave no voladora endémica de la isla Mauricio que fue avistada por última vez a mediados del siglo XVII, en el año 1662, convirtiéndose en símbolo de la extinción desde entonces.
Aunque son mundialmente famosas y su historia de extinción ha sido retratada en muchas partes de la cultura popular como libros y películas, poco se sabe sobre el dodo, por lo que un grupo de científicos del Natural History Museum (NHM) de Londres, Inglaterra y otras instituciones educativas de Reino Unido, trata de arrojar nueva luz sobre la tan icónica especie extinta.
La falta de información se debe a que el ave se registró por primera vez y se extinguió antes del establecimiento de la ciencia moderna de describir a las especies y que todo el “conocimiento temprano” que se tiene está basado en informes de marineros y comerciantes, de acuerdo con un comunicado de prensa emitido por especialistas del NHM.
Redescubriendo al símbolo de la extinción
Investigadores de la Universidad de Southampton (Reino Unido), el NHM y el Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford, unieron esfuerzos para llevar a cabo “una de las revisiones más exhaustivas de estas aves hasta la fecha”. Analizaron “toda” la literatura histórica y a los especímenes recolectados de dodo y publicaron sus resultados en la revista científica Zoological Journal of the Linnean Society.
Neil Gostling, paleobiólogo de la Universidad de Southampton, declaró que cuando la gran ave no voladora se extinguió era una época “en la que no existían los principios y sistemas científicos” utilizados en la actualidad para “etiquetar y clasificar una especie”.
“Tanto el dodo como el solitario (especie más cercana al ave extinta) desaparecieron antes de que tuviéramos la oportunidad de entender lo que estábamos viendo”, explicó el científico participante del estudio.
Antes de su extinción, de acuerdo con Gostling, no se concibió la idea de que fuera posible que la humanidad “influyera en la ‘creación de Dios’ de tal manera”.
Marineros holandeses fueron los primeros en asentarse en las islas de Mauricio y Rodrigues, hogar del dodo y el solitario, respectivamente. Cazaban a ambas aves indiscriminadamente, pues su estilo de vida aislada hizo que no le temieran a sus nuevos depredadores.
Pronto su población se vio reducida, sin embargo, no fue la agresiva cacería lo que le dio el golpe de gracia a las aves, sino los perros, gatos, cerdos y ratas, especies invasoras introducidas por los marineros las que acabaron con los dodos en “apenas unos cientos de años”.
Hugh Edwin Strictland, ornitólogo victoriano, detalló la extinción de los dodos al decir que fue tan rápida y completa que “las vagas descripciones de ellos” dadas por los primeros navegantes eran consideradas “fabulosas o exageradas” a tal grado que eran comparadas con el grifo y el fénix de la edad antigua.
Especialistas del NHM señalan que a partir de dichos relatos varias especies de dodo fueron descritas, aunque no se sabía con exactitud el aspecto que tenían.
“Se ha escrito más sobre el dodo que sobre cualquier otra ave, pero prácticamente no se sabe nada sobre él en vida”, dijo Julian Hume, paleontólogo aviar del NHM.
No eran tan lentos como se pensaba
A lo largo de la historia, los dodos se han descrito como “aves gordas, lentas y sin capacidad de volar” que caminaban con torpeza por su hábitat, de acuerdo con los especialistas del museo. No obstante, el equipo de investigadores descubrió información nueva que refuta esta creencia.
Evidencia señala que, en realidad, eran aves “mucho más delgadas” cuyas plumas pudieron ser más oscuras.
“Las pruebas de los especímenes óseos sugieren que el tendón que cerraba los dedos del dodo era excepcionalmente fuerte, similar a la capacidad de trepar y correr de las aves actuales. Es casi seguro de que el dodo era un animal muy activo y muy rápido”, señaló Gostling.