Duke es un pitbull blanco con negro que durante cuatro años vivió amarrado con una cadena a una casa de madera dentro de una propiedad en el condado de Bertie en Carolina del Norte, Estados Unidos.
Él y otros perros vivían a la intemperie, estaban sumamente descuidados y desnutridos. Sin importar la condición climática, ellos pasaban día y noche al aire libre, lo que propició un ambiente insalubre para toda la manada.
Al enterarse de su historia, miembros del People for the Ethical Treatment of Animals (PETA) comenzaron a realizar visitas periódicas a lo largo de dos años para darle alimento, agua y proporcionar distintos tipos de ayuda a los perros.
Duke sobrevivió al infierno
Durante dos años, los voluntarios de la organización trataron de convencer al dueño de entregar a Duke y a los otros perros, pues las condiciones en las que mantenía a sus mascotas eran deplorables y no eran dignas para ningún ser vivo, pero su amo siempre respondió con negativas.
Un día de invierno y luego de varias visitas, miembros de PETA encargados del bienestar de Duke y los otros perros, encontraron el “demacrado” cadáver de Minnie, hija de Duke, todavía encadenado a su casa. Una necropsia más tarde reveló que la pitbull falleció de inanición y “negligencia extrema”, se lee en un comunicado de la organización.
El dueño de los canes fue acusado de siete cargos por crueldad animal hacia los animales por desatender durante un prolongado tiempo a todos sus perros, pero esto no significó el final feliz que tanto merecía Duke, pues PETA tuvo que conseguir primero su custodia permanente para poder otorgarle su merecida segunda oportunidad.
Luego de “una larga batalla legal” PETA obtuvo la custodia permanente de Duke y el resto de los cánidos que durante años sobrevivieron a las inclemencias del clima y a los maltratos de su dueño y fueron trasladados al San Simon Center, en Norfolk, Virginia.
En la sede de PETA, el personal médico curó las heridas de Duke y todos sus compañeros caninos, además recibieron un tratamiento que erradicó los parásitos internos, resultado de haber estado encadenado durante años sobre sus propios desechos.
Duke también recibió múltiples muestras de afecto, que respondió con felicidad. Su actitud asombró a los trabajadores del refugio, pues les asombraba que un animal que sufrió tanto aún tuviera tanto amor para dar. El comunicado informa que a pesar de haber sido tratado con crueldad por su antiguo dueño, “este oso de peluche industrial” de más de 25 kilos no conoce el espacio personal y le encanta acurrucarse con las personas.
El comunicado concluyó mencionando que la personal de Duke lo hace “irresistible” y su “ingenuidad” es “contagiosa”, y que además ama las caminatas largas, las sesiones de juego y se conecta rápidamente con “todos sus conocidos”, sean perros o humanos, aunque no le gustan los gatos, por lo que su nuevo hogar deberá estar libre de ellos.
La primera feliz Navidad para Duke
Poco tiempo pasó desde el rescate de Duke para que pudiera encontrar un hogar junto a una de las personas que procuró su bienestar. Uno de los trabajadores de PETA recibió en su hogar al otrora pitbull maltratado y su historia conmovió a todo el mundo.
La organización sin fines de lucro publicó recientemente un video en su canal oficial de YouTube titulado: “La primera Navidad de Duke junto a una amorosa familia”, en él se observa toda su historia: desde que fue rescatado, pasando por su recuperación, hasta sus fotografías y clips disfrutando de su nueva vida.
En el contenido más reciente, se puede observar a Duke gozar mientras juguetea en el pasto de su nuevo hogar, tomar siestas junto a un peluche de Santa Claus, recibir mimos de un par de elfos navideños e incluso tomarse fotos junto a Papá Noel.
PETA finaliza el video con una declaración en la que se lee: “Él (Duke) no volverá a ser descuidado ni encadenado otra vez [...] será amado y cuidado por su nueva familia. Tuvo el mejor regalo de Navidad que pudiese desear: una vida siendo respetado, cuidado y a salvo”.