En lo profundo de The Ramble, una de las zonas boscosas de Central Park, en Nueva York, Estados Unidos, existe un árbol de Navidad muy especial para decenas de dueños que perdieron a sus mascotas. De sus ramas cuelgan múltiples fotografías, juguetes y cartas dedicadas a los animales de compañía que son recordados con cariño por cientos de neoyorquinos.
La ubicación exacta del árbol se mantiene en secreto por común acuerdo, pero su historia tomó relevancia en los últimos años y lo convirtió en un emotivo tributo y en una forma de jamás olvidar el amor incondicional de las mascotas que ya no están junto a sus dueños.
El árbol se encuentra alejado del camino, por lo que es casi imperceptible a primera vista y las cientos de historias que cuelgan de sus ramas no están disponibles todo el año, pues todas ellas desaparecen al finalizar la Navidad y reaparecen al año siguiente.
El origen del conmovedor tributo
Los recuerdos del árbol no desaparecen por arte de magia, son guardados con cuidado por la actual protectora del árbol, Marianne Larsen, quien los retira en Día de Reyes y los vuelve a colocar poco antes del Día de Acción de Gracias.
El escritor Larry Closs publicó un artículo donde cuenta la historia del nacimiento de este emotivo monumento. Closs relata que todo inició a finales de 1986, cuando el director de casting Jason Reddock notó un par de juguetes para perro colgando del árbol.
Al día siguiente, Reddock volvió al árbol en compañía de su amiga, la actriz Nicki Gallas. Ambos decidieron colocar adornos y fotografías de sus perros, tanto los fallecidos como los que seguían vivos, iniciando así la tradición del que hoy es conocido como el “Pet tree memorial”.
Los brillantes adornos atrajeron la atención de muchos amantes de los animales que también agregaron las fotografías de sus perros y pronto se llenó de recuerdos de otras mascotas más. Conscientes de que el follaje del cedro no duraría por siempre, Reddock y Gallas retiraron todos los recuerdos y los guardaron con cuidado el 6 de enero de 1987.
Hace cinco años, Reddock le otorgó el título de “guardián del árbol” a Marianne Larsen, pues la edad le dificultaba continuar con la noble labor de quitar y colocar cientos de fotografías en el árbol. Desde entonces, Larsen siguió con la emotiva labor.
El artículo relata que hasta 2022, Larsen se ocupaba sola del árbol, pero todo cambió cuando varias personas la encontraron retirando las fotografías y se ofrecieron “voluntariamente” a ayudarla. La protectora mantuvo contacto con sus ayudantes y a finales de ese año se reunieron para colocar, en ese entonces, los 427 adornos y en entrevista para Closs declaró que esperan que esa cantidad aumente hasta 750 este año.
Una tradición que superó a la muerte
Hoy en día el árbol es un secreto a voces y decenas de personas que se enteraron de su existencia dejaron los recuerdos de sus amadas mascotas e incluso gente que no es de Nueva York ha colgado fotografías o juguetes de sus animales fallecidos.
En Instagram se pueden observar varias de las fotografías colocadas por los cientos de dueños, muchas de ellas cuentan con desgarradores mensajes de despedida y otros más tienen dedicatorias especiales haciendo referencia a las cualidades de aquellos animales que durante años otorgaron su amor incondicional.
Uno de los testimonios recogidos por The New York Times relata la historia de Jazz, mascota de Kendra Oleckna y su marido Robert Foote, quienes lo describieron como un “chico valiente y guapo”, amante de los restaurantes mexicanos.
Igual que Oleckna y Foote, Kelli Lipson y Jorn Santegoeds se acercaron al árbol con la foto de Nando, el bulldog francés de la pareja que murió a causa de un tumor cerebral en agosto. Lipson dijo que Nando cambió su vida y la de otros perros y que su corta estancia los inspiró a criar a más mascotas”.
“Nunca volveré a comprar otro perro. Hizo mucho bien por el mundo, por eso queremos conmemorarlo”, dijo Lipson.