Sobreviviente de dos naufragios y considerada la única perra prisionera oficial de la Segunda Guerra Mundial, Judy fue una pointer inglesa que se convirtió en rostro de heroísmo y valentía para los británicos, lo que la llevó a ser galardonada con la medalla Dickin, el equivalente a la Cruz Victoria pero de animales.
De una especie originaria de Inglaterra, en realidad Judy nació en 1936 en Shanghái, China. Fue adoptada por la tripulación británica del HMS Gnat que se encontraba en el río Yangtsé, siguiendo la tradición que comenzaban a seguir otros navíos al tener sus mascotas que los mantuvieran a salvo de plagas y los alertara del peligro.
Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial gran parte de la tripulación del Gnat se transfirió al HSM Grasshopper, uno de los modernos navíos para defender el territorio de Singapur de las manos de los japoneses, sin embargo, ni toda la tecnología pudo evitar que un proyectil ocasionara el hundimiento del barco, lo que dio paso al inicio de una serie de épicas historias en la vida del can.
Calmando la sed y luchando con cocodrilos
Tras el ataque con el torpedo, la tripulación abandonó el barco y nadó hasta la orilla de una isla desierta; al llegar se dieron cuenta de la ausencia de Judy. George White, uno de los miembros de la tropa, fue enviado de regreso a los restos del navío para rescatar cualquier objeto que pudiera ser de utilidad, fue entonces que descubrió a la canina, a la que rescató y llevó al improvisado campamento.
Tras dos días sin comida ni agua, la desesperación comenzaba a apoderarse de los miembros de la tripulación. Fue entonces que Judy empezó a cavar en la arena descubriendo un manantial de agua dulce que los ayudó a calmar la sed hasta que lograron ser rescatados por otra embarcación que los llevó a Sumatra.
De acuerdo con la información de la National Military Dogs Memoryal UK, en el camino a su nuevo destino la perra tuvo un enfrentamiento con un cocodrilo que le causó una herida de 15 centímetros y que además costó al grupo buena parte de las provisiones médicas. Previamente, en la isla desierta, la valiente can también había protegido al campamento de peligrosas serpientes.
Prisionera de guerra
La esperanza de estar a salvo en Sumatra se esfumó tan pronto la tripulación llegó: el último barco británico había zarpado nueve días atrás y la aldea ya estaba bajo el poder de los japoneses, quienes de inmediato los tomaron como rehenes.
La mayoría de los prisioneros fueron sometidos a palizas. Según se cuenta en el perfil de Judy publicado en la página del Dispensario Popular para Animales Enfermos (PDSA, por sus siglas en inglés), la perra también fue maltratada con las culatas de los rifles cada vez que intentaba defender a sus compañeros de barco ladrando y mordisqueando los talones de los guardias.
Judy se convirtió en la mejor amiga en la que los prisioneros podían encontrar un momento de consuelo, lo que a su vez era riesgoso pues los guardias japoneses se volvían más hostiles con ella al pasar el tiempo, tanto que llegaron al grado de considerar tirarla al mar.
Un líder aeronáutico de la Real Fuerza Aérea Británica llamado Frank Williams se convirtió en la persona más importante para Judy, pues además de que éste le ofrecía sus raciones de arroz para que ésta no muriera de hambre, logró que la perra fuera ingresada en la lista oficial de prisioneros con la clave PoW 81A, con lo que ganó más tiempo para protegerla.
En junio de 1944, dos años después de haber sido capturados, los prisioneros británicos fueron trasladados a Singapur a bordo del barco SS Van Warwyck. Judy pudo ser llevada de contrabando luego de que el oficial Williams la pusiera dentro de un saco de arroz.
La operación estaba siendo exitosa hasta que un ataque aéreo provocó el hundimiento del navío. Se estima que de los 700 prisioneros que iban a bordo sólo sobrevivieron 200, entre ellos Judy, quien ayudó a salvar a aquellos que no sabían nadar empujando trozos de madera hacia ellos u ofreciéndose para que se sujetaran de ella.
Recapturados, los prisioneros volvieron a los trabajos forzados en Sumatra y la posibilidad de que la tropa nipona asesinara a la canina ―ahora alejada de Frank Williams― se hizo más fuerte hasta que otro antiguo comandante japonés arribó y notificó que Judy también tenía estatus de prisionera de guerra.
Semanas después, Frank Williams fue llevado al nuevo campamento y tal fue su sorpresa cuando logró reencontrarse con Judy, a quien creía muerta. Las condiciones en el campo de Sumatra eran más duras, pues los prisioneros debían abrir un sendero en la jungla para construir vías de tren.
De regreso a casa
Conforme las tropas niponas comenzaron a perder territorio y fuerza, las tropas británicas (en alianza con estadounidenses y franceses) pudieron rescatar a las personas capturadas. En el caso de Judy y Williams, ambos lograron escapar del campamento y se colaron a un barco que los llevó de regreso a Inglaterra.
Pese a sus actos de heroísmo, Judy tuvo que pasar seis meses en cuarentena en Hackbridge, Surrey, situación que comenzó a deprimirla hasta llevarla al punto de no querer comer. No obstante, cuando el oficial Williams comenzó a visitarla cada semana ésta mostró mejoría.
Judy terminó su cuarentena el 29 de abril de 1946. Un mes después, el cariño de los británicos la llevó a ser reconocida con la Medalla Dickin de la PDSA “por su magnífico coraje y resistencia en los campos de prisioneros japoneses, que ayudaron a mantener la moral entre sus compañeros de prisión y también por salvar a muchos vive a través de su inteligencia y vigilancia.”
Judy permaneció con Frank Williams y su familia el resto de su vida hasta que en febrero de 1950 tuvo que ser sacrificada tras hallarle un tumor mamario del que no se pudo recuperar. Su tumba se encuentra en Nachingwea, Tanzania, lugar en donde pasó sus últimos días acompañando a su dueño.
La historia de valentía y heroísmo de Judy fue contada en el libro “The Judy Story”, publicado en 1973; y en 1992 se le hizo una representación en un programa infantil llamado “Blue Peter”.
En el 2006 su medalla fue exhibida en el Museo Imperial de la Guerra como parte de la exposición ‘La guerra de los animales’, al tiempo que Williams se dedicó a vender fotos de la perra a fin de recaudar dinero para el Dispensario Popular para Animales Enfermos.
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