“El mejor amigo del hombre” se ha convertido en uno de los principales protagonistas del sistema de defensa en varios países en las últimas dos décadas por la capacidad que los perros poseen para convertirse en rastreadores de explosivos.
Es gracias al olfato que los canes tienen que estos animales tienen la facultad de encontrar minas enterradas bajo el suelo, listas para estallar en cualquier instante y detonar el terror.
En escenarios de guerra, como Afganistán o Irak, los perros detectores de explosivos se convirtieron en omnipresentes con la única misión de localizar bombas artesanales inducidas de forma clandestina bajo tierra y que cada año dejan decenas de víctimas.
Para desarrollar las habilidades de rastreo en un perro éste debe pasar por un duro entrenamiento de al menos dos años, un proceso que no sólo resulta duro para estos animales, sino también para sus entrenadores, como fue el caso de Robin Ardis, cabo del Cuerpo de Veterinarios del Ejército Real del Reino Unido, quien dedicó su vida a adiestrar a diversos canes, entre ellos dos que sirvieron en Afganistán: Diesel y Travis.
Diesel y el final de su carrera
De acuerdo con la página de la National Army Museum, Diesel ―un perro de raza broholmer―, sirvió en Afganistán junto a su adiestrador Robin Ardes por alrededor de seis años (del 2007 al 2013), para encontrar artefactos explosivos improvisados (IED, por sus siglas en inglés).
El uso de los IED en Afganistán se ha caracterizado por estar fabricados de objetos cotidianos que contienen muy poco metal, lo que los ha hecho más difíciles de detectar con otro tipo de aparatos y métodos tradicionales.
Durante las misiones el cabo Ardis adaptó un arnés para que Diesel pudiera llevar sus propios suministros médicos que incluía morfina, vendajes y un torniquete diseñado de forma especial para adaptarse a las extremidades del can.
La prometedora carrera del can llegó a su fin en el 2013, cuando el perro y su entrenador estaban patrullando un sobrevuelo militar cuando apareció un terrorista suicida que se hizo explotar frente a ellos.
Alcanzados por la detonación, Diesel tuvo severos daños en sus tímpanos, lo que afectó su audición y con ello la posibilidad de continuar con su profesión.
En entrevista con el medio británico Grimsby Telegraph, Robin Ardes narró el momento en el que su compañero resultó gravemente lesionado: “No sufrí mucho daño en la explosión, pero cuando miré a mi lado, Diesel yacía en el suelo aullando.Unos días después, mientras estaba de licencia, descubrí que sus tímpanos se habían dañado gravemente”.
Travis, una nueva oportunidad
Luego de su historia con Diesel, Ardes tendría que encontrar un nuevo compañero de misiones y se le asignó a Travis, un labrador negro que fue entrenado por tres meses en el año 2009.
Durante su servicio con el ejército británico, Travis llevó a cabo cinco misiones en Afganistán en las cuales no solamente esquivó las balas de los talibanes sino también olfateó bombas y pudo salvar la vida de cientos de personas.
Cuando la pareja realizaba patrullajes, el can lideraba la misión y se movía primero por el terreno a 40 metros de distancia de Ardes. En una de las tareas nocturnas el labrador encontró un explosivo momentos antes de que un helicóptero aterrizara en ese lugar.
“Travis encontró un IED justo donde el helicóptero debía aterrizar. Hubiera sido un gran desastre si el helicóptero aterrizara sobre esa bomba, todo habría volado en pedazos”, señaló.
En otra ocasión, uno de los convoyes en los que viajaban fue atacado a balas por los talibanes. En medio de la lluvia de plomo y heridos, el can supo mantener la calma sin perturbarse.
Según el adiestrador, una de las tareas más difíciles de hacer fue limpiar recintos y aldeas, pues muchos complejos tenían paredes altas y tenían que escalar, ya que el viajar a través de los callejones era peligroso y los dejaba más vulnerables ante un posible ataque.
En esas misiones el entrenador se veía obligado a cargar a Travis sobre su hombro antes de bajarlo en un arnés para revisar el área y continuar la inspección: “Lo último que querrías hacer es bajar la escalera y golpear un explosivo”.
Luego de ocho años de exitoso servicio, Travis se retiró como buscador y fue adoptado por Robin y su esposa Rebekah en Immingham, Inglaterra. Aunque en un principio le costó trabajo adaptarse y dejar de estar en alerta, pronto se convirtió en un perro de hogar.
“Travis potencialmente salvó la vida de cientos de militares durante su tiempo de gira, la seguridad y la tranquilidad que te brinda en una zona de combate son insuperables. Tengo 100 por ciento de fe y confianza en él, y él significa mucho más para mí que cualquier otro perro después de todo lo que hemos pasado”, indicó el cabo.
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