En la lista de héroes que ayudaron a diversas tropas a salir victoriosos en las grandes guerras figuran increíbles animales, entre ellos Wojtek, quien llama la atención no sólo porque combatió a los nazis junto al ejército polaco, sino también porque no se trata de un perro, un gato o una paloma, sino de un oso pardo.
La historia que definió el rumbo que tomó la vida de Wojtek comenzó incluso antes de que naciera. En 1939 la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) invadió Polonia y miles de ciudadanos fueron tomados como prisioneros. Dos años más tarde, en un giro inesperado de la trama, la Alemania de Adolfo Hitler rompió su alianza con Iósif Stalin al atacar a la URSS con la llamada Operación Barbarroja.
Aprovechando que la URSS buscaría venganza, el bloque de los países aliados contra el Eje ofrecieron forjar una alianza y, aunque aceptaron, los soviéticos tuvieron que ceder a la condición de Polonia sobre liberar a 26 mil civiles y 40 mil soldados que habían sido aprehendidos durante su coalición con los alemanes.
Con la liberación cumplida, los soldados polacos se quedaron entre las estepas de Asia Central, en donde tuvieron que soportar un invierno de hasta -50 grados centígrados. Para julio de 1942 se ordenó que los sobrevivientes fueran evacuados a Irán, punto en donde se encontraban las fuerzas británicas.
Una vez ahí, los soldados fueron divididos en dos grupos: la 5ª Kresowa y la 3ª Carpática, que tendrían que emprender un nuevo viaje al Líbano y Palestina para reunirse con el resto de las fuerzas polacas, no sin antes atravesar los montes Zagros, la cadena montañosa más larga entre Irak e Irán.
El encuentro con Wojtek
Fue en un paso de montaña entre Hamadan y Kangavar que los soldados encontraron a un niño cansado y hambriento que les pidió comida. Mientras éste comía una lata de carne, los polacos notaron que el menor cargaba un osezno en su bolsa, que había encontrado en una cueva luego de que unos cazadores asesinaran a su madre.
La tropa, dispuesta a quedarse con el oso, comenzó a ofrecer al niño chocolates, caramelos y carne a cambio del animal, pero no fue hasta que le dieron un bolígrafo que al abrirlo se convertía en navaja que finalmente aceptó dárselos.
Sin embargo, el osezno se encontraba en malas condiciones y para poderlo alimentar el batallón tuvo que improvisar un biberón con una botella de vodka y un pañuelo en forma de tetina para darle leche condensada diluida en agua. Tras alimentarlo, el oso se acurrucó junto al soldado Piotr Maćkowiak, de quien se hizo más cercano.
Conforme fue pasando el tiempo, las condiciones de Wojtek mejoraron y a su dieta también se sumaron raciones de fruta, miel y jarabe.
Una vez que las divisiones llegaron a su destino, el oficial al mando Wojciech Narebski se llevó una gran sorpresa al ver al oso entre los soldados, pero luego de notar el fuerte vínculo que había forjado con las tropas y la moral que infundía, éste decidió que se quedara.
“Quedé asombrado porque había un oso acostado frente a su carpa [...] Era como un niño, como un perrito. Tomaba leche de una botella, como un bebé. Así que (el oso) sentía que estos soldados eran como sus padres y confiaba en ellos y era muy amistoso”, contó Wojciech Narebski a la BBC en una entrevista realizada en el 2011.
Aunque el oso era bien recibido por la mayoría, sus travesuras causaban descontento entre algunos otros combatientes: Wojtek se comía toda la pasta dentífrica que encontraba; se acababa la cerveza y el agua de las duchas en un intento de refrescarse cuando el clima no era de su agrado, comía cigarros y jugaba pesadas bromas a los nuevos reclutas, elevándolos por el aire y haciéndoles creer que se los comería.
El trato que le daban quienes lo veían con recelo cambiaría un día que, por suerte, Wojtek entró a las duchas e hizo que un espía que se había infiltrado en el campamento saliera huyendo. Como premio, la tropa le asignó su propia ración de cerveza y un tiempo ilimitado de ducha, dos grandes privilegios pensando que en ese entonces los recursos e insumos eran escasos.
De esa forma el oso se integró por completo a la brigada y se volvió un soldado más: aprendió a marchar en dos patas; en los trayectos en camión iba sentado como cualquier pasajero y jugaba con sus compañeros a la lucha libre.
La batalla de Montecassino
A principios de 1944 las tropas polacas fueron llamadas para combatir en Italia, que en ese entonces se encontraba dividida entre los aliados ocupando Cerdeña y Sicilia, mientras que los nazis tenían el control en Roma y Pescara. La estrategia era avanzar por la abadía de Montecassino, el único paso llano hacia Roma.
Para ello, los polacos debían embarcar del puerto de Alejandría a Italia, sin embargo, ahí Wojtek se enfrentó a un problema, pues los británicos no permitían que ningún animal abordara el buque, por lo que el oso tenía que quedarse en Egipto.
Los soldados polacos, rehusados a dejar al oso, lo enlistaron oficialmente como soldado raso a la 22 Compañía de Suministros de Artillería, recibiendo incluso un uniforme, su libro de paga y una tienda. Luego del trámite, se le permitió ir a la nueva travesía.
Fue en en la batalla de Montecassino que Wojtek encontró su verdadera vocación como oso transportador de alimentos y municiones para los militares aliados.
Según contó Wojciech Narebski, mientras los polacos estaban acarreando el material en mulas, Wojtek se paró sobre ambas patas traseras y comenzó a cargar las cajas de material con las patas delanteras, dando a entender que él podía hacerse cargo del trabajo. Los soldados, para facilitarle la labor, le ataron una caja al lomo.
Debido a su determinación y el papel que jugó, el plantígrado fue ascendido a cabo, mientras que la 22 Compañía de Suministros de Artillería adoptó como símbolo un oso transportando un misil, mismo que ahora se exhibe en el Museo de Guerra Imperial.
Wojtek, quien siempre fue reconocido por su entusiasmo y valentía, se forjó una imagen de héroe luego de que la batalla de Montecassino terminara en el mes de mayo con la toma de la abadía y la colocación de la bandera de Polonia en las ruinas del recinto.
Adiós a la tropa
El oso continuó con el trabajo de cargar suministros hasta que finalizó la batalla de Bolonia el 21 de abril de 1945, que también marcaría el fin de la resistencia fascista en Italia.
Una vez finalizada la contienda, los soldados polacos se trasladaron a Gran Bretaña y al llegar a Glasgow, Escocia, Wojtek fue recibido como todo un héroe, mientras la gente le llamaba el “oso soldado”.
Sin embargo, con el fin de la guerra también la 22 Compañía de Suministros de Artillería se deshizo, y llegó el momento de decir adiós a Wojtek quien, obligado por las autoridades inglesas y polacas, no pudo ser liberado en los bosques y tuvo que ser enviado al zoológico de Wingfield Park, en Edimburgo.
Con toda una vida en la guerra, el oso Wojtek se jubiló con el grado de sargento y el honorífico de teniente. Aunque sus compañeros de armas le daban visitas cada tanto, la tranquilidad y la vida monótona que llevó después de la Segunda Guerra Mundial acabó por desanimarlo hasta que murió en 1963, a los 22 años de edad, por causas naturales.
Tras su muerte, se le rindieron honores como a un verdadero héroe de guerra en una ceremonia a la que asistieron muchos de sus compañeros del batallón.
En el año 2015, escoceses y polacos organizaron una colecta para hacerle una estatua en los jardines de West Princes Street, en Edimburgo, monumento que fue esculpido por Wojciech Narebski, el oficial al mando que le dio la oportunidad de llevar una vida como soldado.
Por su parte, las autoridades del zoológico de Wingfield Park le hicieron una placa en su memoria. También se le dedicó una estatua en el Museo Imperial de la Guerra en Londres y otra más en el Museo de la Guerra Canadiense en Ottawa, Canadá.
En el año 2011 se estrenó el documental “Wojtek, el oso que se fue a la guerra”, dirigida por Will Hood, que recopila testimonios, fotografías y animaciones sobre la vida del animal y sus aventuras durante la guerra.
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