Cuando hablamos del “cine de superhéroes” muchas veces nos reducimos a englobar todo en las dos grandes editoriales estadounidenses que nos han dado los personajes más populares del mercado: Marvel y DC Comics. El segundo, hoy bajo propiedad de Warner Bros., no tiene problemas de derechos con sus propiedades. Pero eso sí sucede en el caso de Marvel, una empresa que en los últimos 20 años del siglo pasado tuvo que rematar los derechos de sus personajes por la floja situación económica en la que se encontraba.
Dentro de ese ida y vuelta, el universo del personaje más importante de la editorial, Spider-Man, cayó en manos de Sony, una empresa que supo hacer historia con la trilogía inicial de Sam Raimi a inicios de los 2000, pero que no pudo asentarse después con las producciones futuras. Estando afectado Spider-Man al Universo Cinematográfico de Marvel, Sony decidió explotar la franquicia haciendo producciones de personajes secundarios (y villanos en su mayoría) como es el caso de Venom.
Venom: El Último Baile es la tercera entrega individual de este villano tan icónico del hombre araña. Sin grandes repercusiones en cuanto a la crítica pero con unos buenos resultados económicos, Venom encontró en un estilo de comedia una forma de representar al personaje sin necesariamente venderlo como villano y poder hacer varias películas centradas casi íntegramente en la relación entre Eddie Brock (Tom Hardy) y el simbionte.
En esta tercera entrega, ya desde el anuncio oficial de la película se sabía que iba a oficiar cómo cierre de esta trilogía. Desde el primer momento nos presentan a Knull, el dios de los simbiontes, que encerrado por sus propias creaciones necesita atrapar al simbionte negro, Venom, para poder escapar. Así comienza una invasión a la tierra que pondrá en conflicto al personaje protagonista y su contraparte humana.
Ni bien inicia la narrativa, los problemas aparecen. El guión está lleno de huecos, motivaciones ridículas, personajes que aparecen solo para ser funcional a algunos chistes e historias corales a las cuales no se les dedican más de cinco minutos. No es un problema específico de esta película sino que es algo que las anteriores ya sufrían, pero sí es importante destacar que nada de esto cambió. Si vas a ver Venom: El Último Baile que no sea por la trama.
La decisión de colocar a Tom Hardy en este rol no sólo es acertada si no que me animo a decir que es lo único que hace valer la pena esta experiencia. La dinámica entre Eddie Brock y Venom (ambos interpretados por él) es muy graciosa y elocuente, lo que hace que Venom sea mucho más una buddy movie que una película de acción.
El resto de los personajes, actores y actrices están sumamente desaprovechados, incluso Knull. Ninguno tiene personalidad, no hay objetivos. Todo lo que pasa en pantalla es funcional a algún chiste o a algún elemento en la relación Eddie / Venom, pero no hay tiempo de empatizar con nadie ni de darle rienda suelta a la narrativa porque todo es un gran gag para subir a TikTok.
Knull, que está muy bien adaptado y promete a futuro tener un rol incluso dentro del MCU, debe ser el villano principal con menos tiempo en pantalla en años y todas las acciones que tiene en la película no tienen ningún tipo de peso más allá de dar el puntapié por el cual la trama se va a desarrollar. Esto podría subsanarse, como ha hecho Thanos en el pasado, con un villano secundario en la pantalla. Pero todo villano secundario que aparece es un modelo genérico que oficia de persecutor de Venom y nada más.
Algo sumamente destacable de la película también son los efectos visuales. Se nota que Sony decidió apostar fuerte por esta entrega y tienen una calidad bastante superior a muchas de las producciones que Marvel Studios ha entregado en los últimos años, y la mejor de esta trilogía sin ningún tipo de dudas.
Para el público más comiquero, una de las grandes cuestiones a adaptar en esta película es la mitología simbionte y la cantidad de personajes que salen de ella. El público masivo está relacionado ya con Venom y Carnage por Spider-Man, pero Toxin o Scream por ejemplo son personajes completamente desconocidos para el público mainstream. Si bien no desentonan con la película, es una lástima que tal y como Knull se desaprovechan completamente y quedan en un plano completamente secundario.
Venom: El Último Baile no es tan mala película como muchos la pintan, pero es una película que lastima completamente lo que Venom ha significado desde su concepción hasta este momento. Eso es algo complicado, ya que no termina de convencer a las viejas audiencias, y las nuevas audiencias lo toman como un consumo irónico que queda en el medio de un Deadpool y un Rápido y Furioso.
Por eso es que esta tercera entrega es entendible dentro de una trilogía que es difícil de entender. No son claras las intenciones de Sony ni el rumbo que le quiere dar a este “universo de personajes de Spider-Man” que ha significado tropezón tras tropezón. Madame Web ha quedado en el olvido, Morbius es poco más que un meme y Venom quedará como una versión bizarra del personaje. Queda Kraven como una de las últimas balas para que Sony encauce un barco que nunca terminó de zarpar.
Venom: El Último Baile es otra demostración más de esto. Una que aprende de sus dos predecesores y aprovecha mucho los puntos positivos que tuvo, sobre todo en lo que tiene que ver con la química de Tom Hardy con él mismo interpretando a dos personajes diferentes. El año que viene será decisivo para el cine de superhéroes ya que quedará demostrado, tanto para Sony como para Warner Bros. y Marvel Studios, los tres estudios más importantes de este tipo de producciones, si el agotamiento es total o si hay chances de volver a empezar realmente.