En videojuegos, hay dos grandes factores por los cuales las obras quedan marcadas a lo largo del tiempo. El primero es la innovación y la capacidad de crear aquello que aún no se creía posible. El segundo está más relacionado con el perfeccionismo: ajustar la fórmula y entregar la mejor versión de aquello que alguna vez existió. The Legend of Zelda es una franquicia que históricamente apunta a cumplir con ambos elementos.
En el panorama actual, la Nintendo Switch vivió un ciclo de éxitos con lo que podríamos considerar el “Zelda principal”. Estamos hablando de las propuestas más ambiciosas de Nintendo, uno de los estudios de videojuegos más grandes del mundo, que utilizó todos sus recursos para traer The Legend of Zelda: Breath of the Wild (2017) y The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom (2023). Sin embargo, en cuanto al apartado más pequeño y “clásico” de la franquicia, que solía estar reservado para las consolas portátiles, solamente pudimos disfrutar del remake de The Legend of Zelda: Link’s Awakening (2019). Así fue hasta el anuncio de The Legend of Zelda: Echoes of Wisdom.
La nueva experiencia dentro del vasto mundo de The Legend of Zelda nos ofrece algo que se nos había negado en sus 35 años de historia: usar, por primera vez, a Zelda como la protagonista del juego. El título inicia con una secuencia narrativa clásica de la saga, donde Hyrule se encuentra sumergida en un misterioso mal que acecha a la población. Zelda está cautiva, y cuando Link acude a rescatarla, él desaparece, dejando a la princesa como la única candidata posible para salvar a todos.
Desde el primer momento en que tomamos control de Zelda, el juego nos enseña dos cosas fundamentales para la aventura: la libertad absoluta de movernos por todo Hyrule y Tri, un ser especial que servirá como compañera. Por toda la región aparecen brechas que conducen al vacío, y solo Zelda y Tri pueden cerrarlas. Nuestra misión será recorrer el mapa resolviendo estos misterios.
Echoes of Wisdom recicla el motor utilizado en Link’s Awakening, y a nivel visual nos presenta un estilo mucho más caricaturesco, alineado con la línea 2D de Zelda, que tuvo sus inicios en NES y Super Nintendo y continuó en las consolas portátiles. No solo es satisfactorio cómo está aplicado este estilo, sino que resulta incomprensible que Nintendo no adopte esta misma dirección con otras franquicias como Pokémon, cuyos últimos remakes no han sido tan exitosos.
Lo particular de este juego es la manera en que mezcla su jugabilidad con elementos que hicieron grande a Breath of the Wild y Tears of the Kingdom. En todo momento podemos decidir qué hacer. Casi todo el título se juega en el orden que el jugador prefiera, y a su vez, hay un sistema de misiones principales y secundarias similar al de esos otros juegos, que nos da libertad para disfrutar Hyrule a nuestro ritmo.
Por otro lado, cada situación que enfrentamos tiene múltiples soluciones, y podemos resolver los desafíos de la forma creativa que mejor nos parezca. Rápidamente, a cada paso, se presentan dos o tres formas de actuar, cada una con sus pros y sus contras. Ese estilo de libertad total para jugar es lo que hace de The Legend of Zelda: Echoes of Wisdom un juego tan bueno: las reglas están para romperse, y la experiencia de jugar es lo principal.
Ahora, ¿cómo resolvemos todos estos desafíos? Acá entra en juego la mecánica principal del título, que también debuta en la franquicia. Zelda es una sacerdotisa, y junto con la magia de Tri, tiene la capacidad de replicar objetos de su entorno. Primero debe memorizarlos y luego podrá utilizarlos libremente.
Lo mismo ocurre con los enemigos derrotados, lo que por momentos convierte a Echoes of Wisdom en un juego de “monstruos de bolsillo”. La forma de luchar consiste en elegir la herramienta más adecuada, buscando la ventaja por sobre el rival. Para resolver los puzzles, debemos encontrar qué herramienta aprendida nos permite avanzar o formar estructuras que nos ayuden a llegar a nuestro destino.
Son tantas las opciones que ofrece el juego, que sorprende gratamente. Es un disfrute continuo descubrir qué sigue a cada paso. Sin embargo, creo que algunos objetos obtenidos al principio (como la cama) rompen un poco la experiencia, ya que facilitan demasiado el juego y hacen que muchas de las posibilidades se sientan desaprovechadas.
Para no perder la jugabilidad clásica de The Legend of Zelda, nuestra protagonista puede “tomar prestadas” las habilidades de Link de manera temporal y usar la espada, el arco o las bombas, entre otras armas. Aunque esta modalidad es necesaria para resolver algunos combates, disfruté más los momentos donde intenté obviar esta función.
El sistema de misiones principales y secundarias combina lo mejor de lo clásico y lo moderno. La misión principal sigue la estructura clásica de dungeons, donde debemos encontrar el mapa, la llave maestra y enfrentar a un jefe final. Los enemigos son carismáticos y con mucha personalidad, pero la inconsistencia en la dificultad de los dungeons es notoria, pues mientras algunos son grandes desafíos, otros se sienten triviales.
Las misiones secundarias añaden un toque fascinante, acercando la inocencia de los juegos en 2D a la profundidad humana de títulos como The Legend of Zelda: Majora’s Mask (2000). Los ciudadanos de Hyrule tienen problemas que podemos resolver si decidimos invertir tiempo en ellos, y las recompensas no solo nos ayudan a mejorar nuestras armas, sino que también nos otorgan objetos útiles como una montura de caballo o autómatas que ayudan sin gastar energía.
Como viejo seguidor de la franquicia, me sorprendió cómo este título recompensa al jugador por conocer los exponentes anteriores. Las referencias a Breath of the Wild y Tears of the Kingdom son continuas, pero también hay guiños a The Legend of Zelda: A Link to the Past (1991), The Legend of Zelda: Ocarina of Time (1998) y The Legend of Zelda: A Link Between Worlds (2013).
Incluso si no conoces todos esos guiños, The Legend of Zelda: Echoes of Wisdom se asegura de ofrecer una entrega rica en cuanto a su lore. La información que se revela pasará a ser parte de la historia de la saga, como lo hicieron los títulos más narrativos de The Legend of Zelda. En última instancia, la propuesta es un viaje personal, y en ese aspecto, Zelda ha sido un exponente máximo durante años.
The Legend of Zelda: Echoes of Wisdom no solo muestra cómo seguir expandiendo la franquicia después de los fenómenos de Breath of the Wild y Tears of the Kingdom, sino que abre un abanico de posibilidades para futuros títulos en este formato. Todo lo que hace, lo hace bien, y aunque algunos elementos se sientan algo disonantes o desaprovechados, es un ejemplo magistral de cómo diseñar un videojuego. Hyrule está en su mejor momento en años, y sin duda habrá mucho más para disfrutar en el futuro.