El gaming es un medio de entretenimiento tan completo como complejo. Puede brindarnos horas de diversión o poner a prueba nuestros reflejos o hacernos gastar una cajita de pañuelos de papel y dejarnos con un nudo en la garganta. Por lo general suele enfocarse en una experiencia lúdica, pero existen excepciones en las que el costado jugable se deja de lado en pos de elevar otro aspecto más relevante. México, 1921: Un sueño profundo es una aventura narrativa que nos transporta cien años al pasado y centra toda su propuesta en contarnos una historia. Mácula Interactive hace hincapié en eventos reales y utiliza un apartado estético inusual y hermoso para crear el ambiente perfecto para la narración, pero termina descuidando un poco la presentación en general.
La historia comienza con el audio de un asesinato y el detective a cargo tratando de darle forma al caso. El precinto policial parece un hormiguero recién pisado, con múltiples detenidos siendo interrogados y la sala de prensa repleta de periodistas buscando titulares. México, 1921 aprovecha esta introducción jugable para presentarnos al protagonista y darnos una breve pista de por qué se llama “Un sueño profundo”. Rápidamente viajamos al pasado para ponernos en los zapatos de Juan Aguirre, un periodista novato e idealista contratado como chivo expiatorio por un gran periodico que está a punto de replantearse la vida, la revolución y el rol de los medios en la sociedad.
A la hora de jugar, el título de Mácula Interactive se desarrolla como una aventura narrativa sin puzzles ni interacciones complejas de ningún tipo. Como Juan Aguirre vamos a explorar diferentes locaciones en busca de pistas, que resaltan entre el escenario con un ícono aparte, y al encontrarlas podremos avanzar en la historia. A veces habrá que escuchar conversaciones ajenas, activado un “modo fisgón” que nos muestra, además, con qué personajes podemos hablar. Por último, contamos con una cámara para tomar fotografías de todo lo que nos rodea. Muchas veces hay que hacerlo para completar una pista, pero también hay “logros” por sacar fotos de varias cosas que suceden a nuestro alrededor.
La idea principal del juego es contarnos una historia y para eso necesita sumergirnos en la sociedad mexicana posrevolucionaria. Por eso es vital leer con detenimiento cada artículo, pista y prestar atención a las conversaciones. El ambiente político es complejo, la sociedad está duelando 10 años de muertes y sacrificio mientras espera ver los resultados del esfuerzo. Mientras tanto, la clase política se reparte el botín, intercambia influencias y gestiona traiciones. ¿Les suena familiar? Pero lo mejor es que gran parte de lo que sucede está basado en una extensa investigación que hizo el equipo de desarrollo, que hasta se tomó el trabajo de “digitalizar” ciertas portadas de periódicos. De ahí que México, 1921 se sienta tan crudo como vigente, éstas son las razones que lo vuelven inmersivo.
El otro lado de la moneda, para quienes esperan algo más que una experiencia interactiva que transmite una historia, no es muy alentadora. El juego se asemeja más a una visita guiada al México de hace un siglo a través de los ojos del periodista, que a una aventura narrativa tradicional. Es muy interesante ver cómo va atando los cabos sueltos que, eventualmente, concluyen en el asesinato de Obregón pero como jugadores seremos apenas un poco más que espectadores. No hay nada que investigar, ni forma de equivocarse o influir en lo que sucede. Podemos perdernos ciertos ítems coleccionables, que suman al contexto histórico, pero sin importar lo que hagamos la historia avanzará cuando encontremos todas las pistas.
El apartado estético es sencillo pero hermoso. A simple vista los modelos de personaje parecen básicos, pero cuando la cámara se acerca podemos apreciar el cuidadoso trabajo que tienen los diseños. En especial en cuanto a texturas, desde el hilado de la camisa del detective pasando por el estampado del vestido de una de las protagonistas, hasta un firmamento que parece pintado con témpera y pincel. La belleza del juego se encuentra en el cuidado a los detalles, como el diseño de la radio antigua o la imprenta del diario. También en los mensajes de protesta pintados en las paredes, los poemas y cuadros, la decoración de una oficina y hasta en cómo se desarrolla una fiesta de intelectuales y trabajadores. En todo momento se propician situaciones que aportan a la inmersión, desde el drama o el descubrimiento, el juego hace un esfuerzo constante para conseguir que nos preocupemos por la situación social y política del país, y lo consigue con creces.
La experiencia de análisis fue turbulenta debido a varios problemas con el build de acceso anticipado, muchos de los cuales fueron resueltos en subsiguientes actualizaciones hasta llegar a la versión de lanzamiento. Sin embargo, al menos en mi partida, algunos quedaron sin resolver. En especial algunos con el menú, pistas de investigaciones pasadas que desaparecían o documentos que se volvían ilegibles. Nada que prevenga el desarrollo del juego pero que sí terminaban dando una sensación de desprolijidad. Esto, sumado a algunos problemas de rendimiento en los escenarios donde había varios personajes juntos, y un tiempo de carga inicial bastante exagerado, empañaron un poco la experiencia de juego. Y para ser un juego que depende del contexto histórico, el glosario que incluye deja mucho que desear. No tanto por la información que ofrece sino porque no está ordenada, sino más bien dispuesta en una lista alfabética sin relación alguna con el capítulo que estamos jugando.
El final, que por supuesto no voy a spoilear, termina de cerrar una historia que sabe despertar la curiosidad en el jugador. Terminé mirando los créditos rodar con una melodía melancólica de fondo y una necesidad imperiosa de saber más sobre aquella sociedad que vivió la revolución. México, 1921 requiere un esfuerzo activo de nuestra parte para conseguir la inmersión, pero una vez que estamos dentro ofrece una visita guiada hacia el corazón de un pueblo que sufrió la violencia de los líderes políticos y sus intereses. Usa como excusa el asesinato de Obregón para abrir una ventana al pasado y mostrarnos que, a fin de cuentas, poco ha cambiado en los últimos cien años. En el camino tropieza con el apartado jugable, insulso y hasta olvidable, y sufre algunos inconvenientes técnicos, pero al final del día vale la pena la experiencia narrativa.