La primera temporada de “Los Anillos de Poder” en 2022 había girado mucho más en torno al interrogante por la identidad de Sauron que a la historia de origen de los artefactos que dan título a esta serie (y a la saga de J.R.R. Tolkien que la inspiró). La pregunta ahora era, entonces, sobre qué premisa se sostendría esta segunda temporada, una vez revelado aquel gran misterio que estructuró a su predecesora. Misterio que, además, se entrelazaba hábilmente con las historias de otros personajes desconocidos y algunos no tanto.
El gran acierto en la segunda temporada de esta serie -o al menos en los primeros tres episodios presentados por Prime Video en su semana de estreno- es el de haber aislado cada una de esas historias en diferentes entregas. Siempre atravesados por la narrativa principal, que tiene a Galadriel y al mismísimo Sauron como protagonistas, ahora cada subtrama ocupa su propio episodio, o a lo sumo vemos dos a la vez. Esto nos da tiempo no solo para conocer mejor a los personajes, sino también para recapitular todo lo que sabemos sobre ellos.
Uno de los aspectos más criticados de la primera temporada había sido, precisamente, su desprolijidad. Quizás tomando a Game of Thrones como ejemplo, que manejaba el relato coral con la gracia y ritmo de los libros de George R.R. Martin, esta serie quiso imitar un modelo que no le terminó de funcionar. La atención se perdía demasiado saltando de una subtrama a otra, con una variedad de personajes y escenarios apabullantes. Sin un material concreto de base detrás de esta estructura, terminaba siendo contraproducente para el espectador casual.
Para el fan de la fantasía hardcore y la obra de J.R.R. Tolkien, por otro lado, era un desafío constante. El rediseño de personajes y algunas decisiones en el elenco fueron difíciles de asimilar, pero eventualmente todos demostraron estar muy a la altura de las circunstancias. El mayor problema, quizás, seguía siendo la narrativa un tanto desprolija y la cantidad de subtramas sustentadas en el misterio de una única identidad. Sin un antagonista claro, la responsabilidad del surgimiento del mal en la Tierra Media podía recaer sobre cualquiera.
La segunda temporada retoma habilidosamente esa premisa, aún cuando Sauron cobra mayor protagonismo. Los primeros episodios dejan ver que el mal no se abre camino solo, sino ayudado por la inacción, la ambición o el miedo de los poderosos. La temporada comienza con un prólogo sobre el origen de Sauron, su caída y cómo sobrevivió en la Tierra Media hasta su encuentro fortuito con Galadriel. El primer episodio recapitula los engaños de Halbrand sobre los Elfos y asigna culpas a cada uno de los responsables por dejarse seducir ante la tentación del poder.
También volvemos a ver al “Extraño” en su búsqueda por encontrar su propia identidad, ayudado por las simpáticas antepasados de los Hobbits. Aunque toda la simbología que rodea a este personaje nos remite al mismísimo Gandalf, esto significaría que la serie no solo se tomó sus atribuciones con los personajes, sino también con la cronología de la historia. Recordemos que esta precuela está basada en fragmentos y obras incompletas de Tolkien, por lo que puede tomarse muchas libertades creativas.
Entre ellas, una de las principales es la incorporación de Adar, el comandante de los Orcos que solían estar al servicio de Morgoth. Este misterioso personaje no aparece en los libros de Tolkien y, si lo hiciera, es bajo otro nombre e identidad. Lo cual -junto con el misterio de Gandalf- todavía deja bastante para especular en ese aspecto. Lo interesante de Adar es que no solo parece estar al mando de los Orcos, sino ser como una especie de padre o salvador para ellos. Esto le da algunos matices interesantes a esta raza, que antes eran nada más que carne de cañón para los villanos.
El segundo episodio nos lleva de vuelta al reino de Khazad-Dum, el impresionante hogar de los Enanos que aún conserva su máximo esplendor. Pero las primeras escenas nos dan un adelanto del comienzo de su decadencia, lo único capaz de doblegar el orgullo de esta raza para aceptar los regalos de Sauron y resguardar su propia supervivencia. La serie no solo nos muestra el paralelismo con los Elfos, sino además muchas premoniciones de lo que será el futuro de la Tierra Media y sus personajes, tal como lo conocimos en la trilogía cinematográfica (y en los libros) de “El Señor de los Anillos”.
El tercer episodio abarca el período postguerra de Númenor tras la derrota en las Tierras del Sur, y el resentimiento del pueblo ante sus incontables pérdidas. Volvemos a encontrarnos con Isildur, Arondir y Theo, así como con nuevos personajes y algunos viejos conocidos de la saga original. A pesar de ser el episodio que más acción tiene, es también el menos interesante y más predecible de todos. La parte más atrapante de esta subtrama será sin dudas las intrigas palaciegas. Que a su vez espejan lo que sucede en Lindon con el alto rey élfico Gil-Galad, el habilidoso Celebrimbor y las maquinaciones de Sauron, quien asumirá su nueva forma de Annatar -tal como mostraron los pósters de la temporada.
El apartado visual es magnífico como siempre, con escenas que parecen cuadros renacentistas y un despliegue de efectos visuales y diseño de producción impresionantes para una serie en pantalla chica. Afortunadamente, Prime Video organizó en Buenos Aires una proyección para fans de los primeros dos episodios, que se pudieron ver en todo su esplendor en una pantalla de cine. El tercer episodio salió en la plataforma de streaming a la par de los otros dos el pasado 29 de agosto y, a partir de esta semana, podremos ver un nuevo episodio cada jueves.