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Episodio 2: Sobredosis de TV (o de streaming)
“No te pongas tan cerca de la televisión que te hace mal a la vista”. Si creciste en las últimas décadas del milenio pasado, escuchaste por lo menos una decena de veces esta frase. Pero nada podía superar la sensación de sentarnos frente a la tele por horas a ver nuestros programas favoritos o de trasnochar en compañía de su luz intermitente. De enchufar el family game para desafiar a nuestros hermanos y amigos a unas partidas de Mario Bros. Y de alquilar el último estreno (o por enésima vez Toy Story) en el videoclub el fin de semana para ver en familia.
Al final el mito de la vista tan repetido por nuestros padres y abuelos tenía una parte de verdad: la exposición prolongada a la pantalla de la televisión podía causar fatiga ocular. Pero el efecto era temporal. Y los recuerdos que nos dejó son para siempre. Con el tiempo aprendimos que la tele no era tan mala como se decía en esa época, solo tenía mala fama. Como cualquier herramienta, artefacto o instrumento, su valor depende pura y exclusivamente del uso que le damos. Y supimos darle grandes usos a la televisión.
Hace ya varios años, la TV tradicional dio paso al On Demand. Es decir, que podemos elegir los contenidos con la misma facilidad que antes podíamos cambiar de canal con el control remoto. Incluso quienes crecimos consumiendo y amando la TV, la magia de enganchar una película haciendo zapping o de ver episodios sueltos de alguna serie, valoramos la posibilidad de elegir lo que queremos ver cuando queremos y podemos. De hecho, quizás lo valoramos mucho más que quienes siempre tuvieron esa opción.
Las plataformas de streaming nos ofrecen un sinfín de producciones audiovisuales para elegir dentro de sus catálogos, cómo y cuándo queremos, con propuestas que abarcan todos los géneros. Sin ir más lejos, estas últimas semanas tuvimos varios estrenos fuertes de series a la vez. Para bien o para mal -tal como lo comentábamos en la columna anterior- una buena parte de ellas suele tratarse de secuelas, precuelas, remakes o adaptaciones de lo que mirábamos entonces, con pocas propuestas completamente originales.
En Prime Video destaca el estreno de la cuarta temporada de The Boys (2019-) precisamente por su capacidad para reinventarse constantemente. Si bien está basada en el cómic homónimo de 2006 y ya tiene su propio spin-off, los temas de actualidad que trata le dan la posibilidad de adaptarse al contexto y seguir estirando la trama, con grandes aciertos e incluso superando ampliamente al material original. Otra que supo hacer lo propio fue Bridgerton (2020-), que estrenó el mismo día la segunda parte de su tercera temporada en Netflix. Una novela rosa a cargo de una de las mentes más brillantes de la TV tradicional: Shonda Rhimes, la creadora de Grey’s Anatomy (que ya va por su ¡vigésima! temporada).
Rhimes es el ejemplo perfecto de los creativos de televisión que supieron adaptarse exitosamente a los nuevos formatos y formas de consumo, trasladando su expertise televisiva a un campo con mucho por explorar y en continua expansión. Hasta se volvió una práctica común que las plataformas de streaming fichen a experimentados showrunners para producir contenido original en sus filas, con presupuestos considerablemente superiores a los que manejaban en televisión. Ryan Murphy, Donald Glover, Phoebe Waller Bridge y Amy Sherman Palladino fueron algunos de los grandes nombres convocados para aportar su visión creativa a las producciones originales de plataformas como Netflix y Prime Video.
En la vereda opuesta, Disney y Max siguen explotando dos de las franquicias más exitosas de la cultura pop de todos los tiempos. Por un lado, The Acolyte (2024-) estrenó con una historia situada 100 años antes del nacimiento de los Skywalker en el Episodio 1 de Star Wars y de todo lo que conocemos sobre la saga espacial de George Lucas. La recepción por parte de los fanáticos ha estado bastante dividida, especialmente por la incorporación de conceptos rupturistas y personajes modernos en la tradición del canon. Con episodios semanales, Disney+ mantiene la atención del fandom y la conversación en redes, una estrategia que cada vez más plataformas están adoptando.
La que nunca resignó su formato semanal, incluso cuando Netflix amenazó con imponer un nuevo ritmo de estrenos lanzando sus temporadas completas, fue HBO. El canal más prestigioso de la televisión se resistió a la maratón furiosa y mantuvo un modelo híbrido con su plataforma de streaming -que cambió varias veces de nombre hasta convertirse en Max- estrenando semanalmente en simultáneo en el cable y on demand. En su férrea resistencia como último bastión del modelo tradicional, supo construir una de las series más exitosas de los últimos tiempos, generando un verdadero fenómeno cultural con los estrenos dominicales de Game of Thrones (2011-2019).
Ahora vuelven a intentar replicar aquel pico de popularidad y prestigio con el estreno de la segunda temporada de su precuela, House of the Dragon (2022-). Situada también un siglo antes de los sucesos de la saga principal de Canción de Hielo y Fuego, la trama está basada en la obra Fuego y Sangre (2019), una especie de libro de historia de Westeros, narrando los acontecimientos que llevaron a la caída de la casa Targaryen. Escrito por el mismo autor, George R.R. Martin, es solo uno de los tantos spin-off que se desprendieron del éxito arrasador de la serie y la renovada popularidad de los libros que adapta.
Estos son solo algunos de los títulos más grandes que llegaron a las plataformas de streaming en apenas un par de semanas. En la época de la televisión tradicional, quizás mirábamos hasta dos o tres series a la vez. ¿Nos pusimos a pensar cuántas vemos hoy? La oferta es continua y hasta apabullante por momentos. Y sin embargo, a pesar de tener todas las plataformas habidas y por haber (y pagar una fortuna por ellas), no son pocas las veces en las que nos encontramos con que ninguna de ellas tiene el título que buscamos en ese momento. Es el nuevo “no hay nada para ver en la tele”.